Constans.
—Paul me ha dicho que la esperará en el auto, señorita Ziegler.
—Pues dígale que se quedará esperando un buen rato más, Darla. Retírese.
—¡Dorian, por favor!—
—¿Acaso me crees estúpido, Connie?
La chica encargada del aseo sale, dejándome completamente a solas con este imbécil.
Trato de hacer uso de toda mi fuerza de voluntad para seguir manteniéndome serena, pero su estúpida sonrisa burlesca está logrando aumentar las ganas que tengo de golpearlo.
Lo observo, apretando mi mandíbula con fuerza; la tentación de golpearlo aún sigue torturándome por dentro. Tomo una respiración profunda para tratar de recuperar la compostura y decir:
—Esto no está a discutir, Dorian. Si quieres que siga con el teatro, entonces tendrás que dejarme salir con el niño.
—Eso lo sé, tonta, pero entiende que es peligroso. No puedo permitir que estés a solas con él. No puedo arriesgarlo así —me interrumpe, esta vez se ha escuchado más serio. Lo veo quitarse sus gafas oscuras y después suspira, poniéndose de pie y tomando la copa de vino que estaba sobre su escritorio. La rodea después para llegar a mí—. Si le haces algo, no sólo se convertirá en tu problema, cariño, también será mi problema.
Niego, ya sintiéndome desesperada.
—He logrado controlarme todo este último tiempo, tú lo has visto. Era lo que querías. ¡Por favor, déjame ir!
Él no dice nada, sólo se limita a mirarme con concentración. Se queda pensativo, su atención no está puesta en mí, sin embargo. Ojalá lo esté considerando.
Odio suplicarle a este maldito y odio más hacerme pasar por su sobrina. Es sólo un maldito Dykant subordinado de Manum, pero ahora no me importa hacer esto. De verdad quiero salir de aquí... y ese estúpido proyecto que tengo con el niño me ha parecido una perfecta oportunidad que ahora no puedo dejar pasar.
No puedo creer que mi padre haya querido dejarme en manos de este inútil; lo único que ha hecho ha sido joderme la existencia, pero eso es algo que ya no puedo permitir. Tendrá que ceder, ya sea por las buenas o por las malas.
Tengo que salir de aquí...
— Has dicho que confías en mí, ¡además tú fuiste el que quiso involucrarme con esos mortales! ¡Tú tienes la culpa de esto! ¡Ahora no me vengas con tus estupideces!
—No, pequeña idiota, sabes muy bien que tú eres la única responsable de todo esto —se acerca un poco más, pero no me inmuto; no puedo permitirme intimidar con eso—. Admitámoslo, si te descubrieron ahí no fue porque ese chiquillo te encontró, sino porque tú quisiste encontrarlo a él. Tú fuiste la que ocasionó toda esa mierda... por él.
Trago grueso e intento seguir sosteniendo su mirada pesada con la mayor firmeza que puedo, pero ahora me siento golpeada por lo que ha dicho. Me maldigo en mis adentros por quedarme sin respuesta. Él parece gozar de mi rendición porque ahora sólo sonríe con malicia.
Maldito imbécil.
Tengo que aceptar que lo que ha dicho... es verdad. Todo lo que ha pasado ha sido por mi estúpida culpa. La noche en la que huí de esta horrible prisión fue porque logré percibir algo maravilloso, algo que creó en mí una terrible desesperación. No la resistí e hice un imposible para escapar e ir a buscar lo que me estaba llamando desde ahí.
Christopher.
—Sé que esa hambre que sientes es una tortura y sé que quieres aprovechar ese tiempo a solas con él para...—
—¡Claro que no, imbécil! —lo interrumpo, con tono fuerte y molesto. Me ha llenado de tanto asco su comentario. De asco y horror—. ¡Yo no quiero hacerle daño a Christopher! ¡No es nada respecto a eso!
—¿Entonces qué carajos es, Connie? ¿Eh? ¿Qué no era eso lo que querías cuando huiste a ese bosque por él?
—¡No, nunca fue eso! Christopher ni siquiera es como las porquerías que jodo; no es nada especial y mucho menos es lo que necesito. ¡Ya te lo dije! ¡Tengo que hacer ese proyecto con él, gracias a que alguien me obligó a mezclarme de nuevo con los humanos y a ir a esa maldita escuela!
Me mira con seriedad, pero solo hace eso. Aún no encuentro ningún acuerdo en su mirada. Yo, por otro lado, sigo sintiendo mucha ira dentro de mí.
Lo que supuso me perturbó demasiado. Lo admito, Chris despierta una sed insoportable en mí, pero jamás le haría daño. Ese día solo quería descubrir qué era eso que me había llamado tanto la atención de él. La hambre que me provoca empezó después de que lo conocí. Esa noche solo huí desesperada de aquí porque su energía no dejaba de llamarme, pero solo eso.
Quería averiguar de qué se trataba... Jamás le haría daño...
No a una luz tan increíble como lo es él.
Dorian me da la espalda, liberándome de su acorralamiento, y después mete sus dos manos en sus bolsillos.
—¿Qué ves en él? —Su pregunta me saca de balance. ¿Acaso soy tan obvia con mi asombro por él?
—Nada de lo que buscamos. Puedo asegurarlo.—Me siento preocupada por su repentino interés—. Su aura está tan limpia, ni siquiera parece estar corrompido, pero supongo que es normal. Después de todo, sigue siendo un niño. Está libre de la mierda que tiene jodidos a los demás; ni siquiera se asemeja a la de un ser común como lo son los otros humanos, menos puede tratarse de uno de los ocultos. Definitivamente no puede ser asunto de nosotros.
La sonrisa que de pronto esboza me hace sentir escalofríos. ¿Qué demonios le pasa ahora?
—Si es verdad lo que dices, entonces, con más razón, debo mantenerte alejada de ese chico —suena relajado, pero su sonrisa sigue luciendo sospechosa—. Si le haces algo a un alma como la que él posee, que no tiene nada que ver con la de nuestras escorias, de nuevo nos meterás en problemas y no solo con Manum, sino que también con los malditos Destellos del Guardian. Tampoco queremos un problema con esas mierdas Anónimas.
Mi mirada se desvía al suelo al recordar ciertos escenarios macabros en donde yo fui la anfitriona. Donde actué injustamente porque no había culpa. Porque eran almas libres de oscuridad y malicia.
Editado: 31.05.2025