Christopher.
—Christopher… ¿Qué fue lo que pasó? Tú no eres de los que se meten en problemas así como así. ¿Qué te llevó a pelear con ese chico, Roy?
Dejé de mirar mi plato y levanté la vista hacia ella, rendido. Estábamos sentados en el comedor, la cena servida frente a nosotros. Ya esperaba este momento: el director me había advertido que llamaría a mi abuela para informarle lo ocurrido en la escuela.
—Ese chico estaba molestando a una compañera de mi clase de historia, abuela. No pude quedarme de brazos cruzados.
Annie asintió lentamente.
—Constans Ziegler, ¿verdad?
Me sorprendió que lo supiera, y sentí un nudo en el estómago.
—Sí… era ella. ¿Cómo lo sabes?
Annie sonrió apenas.
—El director me dijo quiénes estaban involucrados. También me comentó que la inscribieron en tu escuela. Es la misma chica a la que ayudaste antes, ¿cierto? ¿Por qué no me lo mencionaste?
Aparté la mirada, incómodo bajo su curiosidad.
—No sé… no lo ví cómo algo importante —mentí.
Pero Annie no parecía convencida. Me sostuvo la mirada con esa intensidad que siempre me hacía sentir desnudo ante sus ojos.
—Christopher… ¿hay algo más que debería saber?
Me removí en la silla, nervioso. Sentía que había visto más de lo que quería mostrarle.
—No, Annie. Nada especial. Sólo... me preocupó lo que pasó hoy con ella, eso es todo. Últimamente la molestan mucho y hoy las cosas se salieron de control.
Ella asintió, pero la chispa de curiosidad no desapareció de sus ojos.
—El director me dijo que Roy salió herido de la pelea. ¿Qué pasó exactamente?
Me encogí de hombros, intentando restar importancia.
—No sé… No fue cómo aquella vez.
Annie suspiró.
—Yo no mencioné nada de eso, Chris.
—Lo sé —me apresuré a aclarar—, pero igual quiero dejarlo claro. Sólo... reaccioné. No iba a permitir que se metieran con ella así.
Ella desvió la mirada un momento. Sus ojos verdes se veían cansados, pero también cargados de preocupación.
—Entiendo. Pero hay algo más, ¿no? Estás demasiado empeñado en proteger a esa chica. Y aunque es noble de tu parte… me parece extraño.
Tragué saliva, pero mantuve su mirada.
—No, abuela. No hay nada. No me gusta ver que se metan con los demás, eso es todo.
Annie me observó con una media sonrisa. No me creyó del todo, lo sabía, pero tampoco quiso presionarme.
El resto de la cena transcurrió en silencio, con ella mirándome de reojo, como si intentara leer lo que no decía. Sabía que no podía engañarla: me conocía demasiado bien, era de las pocas personas capaces de descifrar mis emociones.
De pronto, me tocó suavemente el brazo, sacándome de mis pensamientos.
—Me alegra que estés haciendo nuevos amigos, Christopher. Sólo ten cuidado, ¿de acuerdo? No conozco a esa chica, pero confío en ti. Si piensas que vale la pena defenderla, entonces debe serlo.
Su voz era cálida, alentadora.
—Siempre me ha preocupado que seas tan solitario. Pero si esta chica consigue sacarte de tu caparazón, entonces confío en lo que sea que tengan.
—Solo… somos compañeros, abue...—dije con torpeza.
—Lo que sea —respondió con una sonrisa.
Sus palabras me reconfortaron más de lo que esperaba. En sus ojos ví algo más: estaba dándome su permiso para acercarme a Constans, incluso para sentir algo por ella. Me estaba diciendo que confiaba en mí.
—Solo sé tú mismo —añadió—. Si ella vale la pena, lo verá. Y si no… entonces no lo merece.
Me invadió un alivio cálido. Annie siempre tenía esa manera de tranquilizarme. Pero de pronto, su sonrisa se transformó en una mueca divertida.
—Bueno, Christopher, ahora hablemos de tu castigo. Por tu comportamiento en la escuela, tendrás que hacer más deberes en la casa y en la tienda.
Fruncí el ceño.
—¿No me vas a castigar sin salir o algo así?
Ella negó suavemente.
—No. Creo que ocuparte más aquí será suficiente. Además, necesito que mañana vayas a Manhattan a comprar unas cosas.
Respiré aliviado. Al menos no me había prohibido salir, lo que significaba que aún podría encontrarme con Constans al día siguiente. Ella había prometido venir para hablar sobre lo ocurrido con Roy, y yo no podía evitar sentirme ansioso por verla. Había algo en ella que me atraía más de lo que quería admitir.
Asentí, aceptando.
—Está bien, Annie.
Ella me entregó una lista de compras, y aunque traté de parecer indiferente, por dentro ya contaba las horas para volver a encontrarme con Constans.
~*~
Sentado en mi escritorio, rodeado por las paredes azul oscuro de mi habitación, sentía que la misma pintura absorbía mi bajo ánimo. Los pósters y pancartas de mis bandas favoritas eran lo único que mantenía algo de luz dentro de mi caótica vida. Al menos aquí, en este espacio, me sentía un poco a salvo.
Mi mirada se perdió en el vacío mientras intentaba procesar todo lo que había pasado en el día: lo de Roy, la forma en que salió herido… por mí, o por lo que fuera que salió de mí. El regaño del director, la suspensión, la manera en que Constans me defendió, la discusión que tuve con ella antes, la reacción extraña de Marcus al vernos juntos, cómo huyó después, el encuentro con esa chica Jess en casa de Constans, y finalmente la plática con Annie...
Mierda.
Todo seguía golpeándome al mismo tiempo, pero lo que más me abrumaba era pensar en ella. Esa chica de cabello negro que nunca salía de mi cabeza.
Dios...
Hoy pasó de todo.
Incluso estuve a punto de besarla.
Otra vez...
Y otra vez no pude.
¿Por qué demonios lo intenté de nuevo? No lo entiendo. Estoy confundido, pero no puedo negar lo que siento: esa atracción hacia ella me consume, es intensa, inexplicable.
Todo esto era una locura.
Y encima estaba esa fuerza extraña que sentí al golpear a Roy. ¿Qué me estaba pasando? Me pasé las manos por el cabello, intentando despejar la mente, pero lo único que conseguí fue más preguntas. No tenía respuestas todavía, pero estaba decidido a encontrarlas.
Editado: 31.05.2025