La luz de Lamia

Capitulo 33

CHRISTOPHER

—¿Irnos? ¿Pero a dónde? ¿Por qué?

—Te lo diré en el camino. Ahora muévete. —Koran me palmea el hombro e inmediatamente me insta a seguir organizando la ropa en la mochila.

Luce nervioso. Ni siquiera me mira. Está completamente concentrado en ayudarme a empacar, como si el tiempo se le escurriera entre los dedos. Aún no estoy convencido de hacer esto, pero su actitud empieza a inquietarme. Esa urgencia... me la está contagiando.

De pronto, comienza a inspeccionar la habitación con la mirada, escudriñando cada rincón con tanta intensidad que me pone aún más nervioso. Parece buscar algo importante. Su expresión es seria, pero hay una sombra de preocupación en sus ojos.

Josh, Jess y yo seguimos sin entender por qué quiere que salgamos de la ciudad. Su plan ya me tiene al límite. Ni siquiera ha querido decirme qué está pasando. Diría que esto me parece una locura, pero sería ingenuo de mi parte. Después de todo lo que hemos visto —y lo que sigue ocurriendo—, sería ridículo actuar como si algo pudiera sorprenderme todavía. Es como si, de algún modo, ya me estuviera acostumbrando a toda esta locura… o quizá es simplemente porque ya no tengo otra opción.

Continúo guardando ropa en la mochila. No estoy seguro de que sea necesario, pero Koran ha insistido. Claro, sin explicar nada. Ya estoy harto de tanto misterio. Especialmente de él y de Jess. Esa costumbre de callarse todo me desespera. Aunque, conociéndolos, sé que no dirán nada por ahora.

La tensión entre ellos sigue presente. Ya no discuten como antes, como perros y gatos, pero esa seriedad densa, constante, también me está sacando de quicio.

El temblor en mis manos hace que mis movimientos sean torpes. Me cuesta tomar la ropa y doblarla. Es frustrante, pero no puedo controlarlo. Jess y Josh me ayudan a empacar. Por suerte, no hay mucho por hacer: ya tenía casi todo listo para el viaje a Arizona del sábado.

Annie...

Un escalofrío me atraviesa el cuerpo al pensar en ella.

Me quedo congelado, con las manos aún entre la ropa. No sé qué está pasando. No sé de qué estamos huyendo. Pero desde que Koran mencionó que debíamos irnos, un miedo extraño y profundo se instaló en mi pecho. Bueno, en realidad... desde el momento en que apareció aquí.

—Listo, la estancia ya quedó —dice Koran de pronto, sacándome de mis pensamientos.

Alzo la mirada. Está recargado en el marco de la puerta, sacudiéndose el polvo de las manos.

La sorpresa me recorre por completo: su ropa ya no está rasgada ni sucia. Su cabello está peinado. Luce... bien. Como si nada hubiera pasado.

—¿Listo? —pregunta, alzando las cejas.

Muerdo la parte interna de mi mejilla y desvío la mirada hacia la alfombra. Hay una pila de papeles esparcida, pero el cuaderno donde guardaba todos mis dibujos no está. No puedo irme sin él. Siempre lo llevo conmigo. Es mi álbum de recuerdos... y estoy seguro de haberlo dejado en el cajón con todos esos documentos.

—Ya casi, sólo...—

—¡¿Qué demonios...?! —un grito interrumpe mis palabras. Es Josh.

Koran y yo nos cruzamos una mirada. Veo cómo, de inmediato, la angustia vuelve a encenderse en sus ojos celestes. Sin pensarlo, salimos disparados de la habitación y bajamos las escaleras a toda velocidad.

Al llegar a la planta baja, la preocupación que me estrangulaba se desvanece de golpe, dejándome una sola sensación: me siento un completo idiota.

—¡¿Cómo mierda lo hiciste?! —exclama Josh, dirigiéndose a Koran mientras barre la estancia con la mirada. Tardo apenas unos segundos en entender su asombro…

Todo está impecable. Como si nada hubiese pasado aquí. Todo en su lugar. Incluso las sillas y los muebles que habían sido destrozados... están intactos.

—¿Fue una especie de vudú?

Koran solo niega con la cabeza, esbozando una sonrisa cerrada.

—Privilegios de ser un Anónimo —responde el rubio, cruzándose de brazos.

Josh lo observa con la ceja arqueada, sin entender del todo lo que acaba de decir. Al final, solo se encoge de hombros, como si decidiera no profundizar en ello.

—¿Impresionado? —me pregunta entonces.

Me encojo de hombros, esquivando su mirada.

—Es genial... pero ¿crees que después de todo lo que pasó ayer, yo me...?—

—Lo sé, lo sé —me interrumpe con un tono divertido—. Ya nada te sorprende. Y eso está bien. Al menos no te has vuelto a desmayar. Pero recuerda, Chris: no deberías subestimar nada. Aún hay mucho que vas a tener que saber... y aprender.

—La verdad, no quiero pensar en cómo esto podría empeorar.

Él suelta una pequeña risa, que me obliga a fruncir el ceño.

—Deberías hacerlo. Es útil para armarte de valor desde antes. Porque esto, Christopher, apenas empieza.

Su tono, aunque ligero, me provoca un escalofrío.

—Tendrás que estar bien preparado. Porque cuando descubras los secretos que todo Anónimo debe conocer... no volverás a ser el mismo. Algunos de ellos son más impactantes —y desalentadores— de lo que imaginas. El truco está en mantenerte firme. Que no te roben la fe en el resplandor que aún queda en este mundo.

Desvío la mirada. Siento una revolución creciendo dentro de mí.

—No te preocupes. Últimamente me he estado acostumbrando a eso. Puedo con algunos giros más.

—Sé que tienes la fuerza para enfrentarlo —dice, con una sonrisa leve—. Pero más importante que mantener esa fuerza... es mantener la esperanza.

Lo miro, pero él permanece serio, con la vista perdida en el vacío.

—Ni siquiera te di las gracias por lo que hiciste...

Niego rápidamente con la cabeza. No es necesario. Él sonríe débilmente.

—Sanación… Eso me preocupa. Es extraño que ni siquiera el Guardián lo supiera. —Susurra, como si hablara para sí mismo. Luego frunce el ceño, y ese gesto me dice que algo no está bien.

—¿Qué pasa? —pregunto, algo inquieto por el tono en su voz—. ¿Koran?

—Chris, necesito que seas completamente sincero. Has recibido el Destello en ti, eso me permite confiar más... pero, por favor, necesito entender esto.



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En el texto hay: misterio, demonios, amor

Editado: 31.05.2025

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