La luz de Lamia

Capitulo 44

CHRISTOPHER.

Me resulta imposible creer que ella está aquí otra vez, en mi habitación. Nos limitamos a mirarnos en silencio, creando una tensión nueva y densa. Su presencia me abruma. Todavía logra provocarme unos nervios paralizantes que me hacen sentir ridículo y vulnerable frente a ella. Y, además del torbellino en mi estómago… estoy confundido.

No entiendo qué hace aquí...

—¿Interrumpí algo importante? —su voz suena molesta, y eso me toma por sorpresa. Se mantiene de pie junto a la ventana. Su rostro pálido es lo único que me permite verla entre la oscuridad de la habitación. Para colmo, está vestida completamente de negro, con ese maldito atuendo de cuero que se amolda demasiado bien a su cuerpo.

Diablos...

¡Concéntrate, Chris!

No puedo dejar de contemplarla. Luce impresionante, casi irreal, iluminada por la luna. No puedo apartar los ojos de ella.

—¿Te comieron la lengua, angelito? Diría que fue por el beso que te dieron allá afuera…

Le ruedo los ojos al escuchar su tono burlesco.

—¿Estabas espiando? —pregunto. La veo encogerse de hombros. Niego con la cabeza, y luego, con las piernas temblorosas, me obligo a avanzar dentro de la habitación. Diablos, ¿cómo puede ponerme tan nervioso?—. ¿Qué haces aquí, Constans?

—¿Acaso esa niñita mimada puede aparecerse sin previo aviso y yo no? —se cruza de brazos. Realmente parece molesta. ¿Qué demonios le pasa ahora?

—¿Y para qué querrías verme? Dejaste muy claro que querías alejarte de mí —mi tono suena más desafiante de lo que esperaba. Me detengo justo frente a ella.

—No puedo alejarme todavía. Sabes que tengo que protegerte… de la misma mierda que me persigue a mí.

—No necesito que me protejas. Ahorra tu esfuerzo. Ambos sabemos que ya no quieres estar aquí, y yo no voy a seguir torturándote obligándote a quedarte.

Guarda silencio. Me observa con intensidad. No aparta los ojos de mí.

—Deja de comportarte cómo un niño, Chris. Las cosas están graves.

—Lo sé. Pero tú fuiste quien dejó claro que los demás no te importan. Ya basta de fingir que te preocupas por mí también.

Su rostro se endurece, y me maldigo por lo que acabo de decir. Pero no pude evitarlo.

Aprieta la mandíbula. Sus puños se cierran con fuerza a los costados.

—Has dicho que te da igual. Así que no entiendo por qué estás aquí. No vengas a hacer algo que no quieres.

—¡Porque tengo que hacerlo, y punto! ¡Si esos malnacidos te encuentran, no podrás enfrentarlos solo!

—Puedo defenderme. Además, Koran está aquí.

—Koran ni siquiera pudo intervenir cuando esa descerebrada entró. Sigue siendo un idiota descuidado.

—¿Por qué involucras a Rebeca?

—¡Porque pudo ser una trampa!

No puedo evitar reír. Su enfado me parece absurdo.

—¿Ella? ¿Por qué piensas eso?

—¡Porque ahora hay unos malditos dementes buscando tu cabeza, Chris! ¡Y usarán lo que sea para atraparte! ¡No puedes confiar en nadie cómo un estúpido!

—¡Por Dios, es mi amiga! ¡No seas paranoica! ¡Ni siquiera sabe en lo que estoy metido!

Ríe con sarcasmo. Eso solo me enciende más por dentro.

—¿Tu amiga? ¿La que te usó como parte de una apuesta? Tanta luz te ha hecho ingenuo.

—¿Qué has oído? ¿Entonces sí espiabas? —pregunto con seriedad. Ella se encoge de hombros.

—No mucho. —Se aleja de la ventana y se sienta en mi cama. Juega con su cabello, enredándolo entre los dedos—. Sólo digo lo que ya sabía.

—Yo nunca te conté eso.

—Cierto. Pero tienes un maravilloso primo que no se cansa de hablar de ti. —Ruedo los ojos. Claro que Josh le contaría algo así—. Me dijo que lo que pasó con ella te afectó mucho. Aunque en ese entonces solo eran rumores. ¿Por qué nunca me lo dijiste tú?

—Porque ya no tenía importancia. Tampoco ahora —Le doy la espalda. No quiero hablar de esto con ella.

—¿No tiene importancia ahora que sabes la verdad? ¿Ahora que ella lo admitió?

Cierro los ojos con fuerza. No es el tema de Beca lo que me afecta… es su insistencia, su veneno. Nunca la había visto así. Está empeorando todo. Ni siquiera entiendo por qué vino, después de lo que me dijo esta tarde.

No sé cómo verla. Aún me duele. Pero también… sigo entusiasmado con ella.

Soy un idiota.

—No puedo creer que lo ignores. Que después de todo lo que te hizo... simplemente la perdones.

—¡¿Y eso qué demonios tiene que ver contigo?! —le grito, sin poder contenerme. Ella no se inmuta—. ¡Es mi decisión! ¡Mi maldito problema! ¿Por qué te importa tanto cuando tú misma dijiste que no te importo yo?

—¡Me da coraje verte tan estúpido! ¡Dejar que te pisoteen y actuar como si no pasara nada! ¡A veces me pregunto si eres un idiota o si simplemente eres tan asquerosamente bueno que lo dejas pasar todo!

—Tal vez ambas, Bella —respondo con sarcasmo. La furia en sus ojos se enciende aún más.

Mi corazón late con fuerza. Ya no quiero discutir. Ya tuve suficiente hoy. Suspiro y trato de calmarme con una respiración profunda.

—Tranquila. Dije que ya no tiene importancia.

Ella me sigue mirando. Pero ahora sus ojos brillan distinto.

—Eso no es justo, Chris —susurra, y su voz me estremece—. No puedes seguir haciendo eso...

—¿Entonces qué quieres que haga? —Abro los brazos, derrotado, cansado de todo esto. Ella desvía la mirada—. ¿Que viva odiando? ¿Que arrastre eso toda mi vida? ¿De qué sirve vivir con rencor? Sí, tal vez fui un idiota. Fui ciego. Pero también tuve culpa. No fue solo ella.

Ella ríe con amargura.

—Los culpables merecen castigo. No un perdón tan fácil de alguien cómo tú.

Mi corazón se sacude. ¿Qué le pasa?

—Sé que te hirió. Te ridiculizó delante de todos. Y por ella... volviste a caer.

Abro los ojos como platos.

—¿Cómo sabes eso?

—¡No importa! ¡Lo importante es que es verdad! —se pone de pie, pero no se acerca. Yo tampoco. Algo nos detiene, una línea invisible, fina y tensa, que ninguno cruza.



#116 en Paranormal
#429 en Thriller
#191 en Misterio

En el texto hay: misterio, demonios, amor

Editado: 31.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.