La luz de Lamia

Epílogo

Tres meses después.

Christopher.
































 

Me miro en el espejo de la puerta de mi desordenado armario, creo que ya es la milésima vez que lo hago en un mismo rato, pero no puedo evitarlo. Me siento más allá de lo nervioso y emocionado en este momento. Mi corazón se estruja un poco cuando me  percato de las llamativas y oscuras bolsas que han aparecido debajo de mis ojos y que contrastan de una manera extraña con el color claro que hay en ellos.

La piel de mi rostro resalta su palidez por el extraño brillo, frío y opaco, que tiene mi cansada mirada y por el color morado de mis labios. Parezco un zombie y también me siento cómo uno. Mi cuerpo aún es consumido por esa terrible debilidad provocada por el poco descanso que he tenido últimamente gracias al insomnio. Sí, de nuevo ocurre, pues mi cuerpo ha perdido esa fuerza que antes tenía... Por cierto poder que, ahora, ya no tengo residiendo dentro de mí y he llegado a resentirlo, me cuesta admitir.

Ya no soporto toda la pesadez que siento invadirme cada día. Me duele estar en mi propia piel. Hoy ni siquiera tengo el valor para animarme a salir a enfrentar al mundo, pero ya no puedo seguir haciéndome el tonto.

Mi cumpleaños dieciocho fue hace una semana.

Lo cual significa una sola cosa.

Sigo inspeccionando mi aspecto en el espejo frente a mí y, aunque mi cara luce cómo el rostro de un muerto viviente, me siento satisfecho con el resultado del atuendo. Nunca me ha gustado vestir de gala, pero este esmoquin me agrada mucho. No me siento tan incómodo usándolo, y, además, es para una ocasión muy especial. La he estado esperando con gran ansiedad y nerviosismo desde hace tres meses. No sé por qué tengo que vestir de esta manera, pero eso no es lo que me preocupa ahora. Lo que sí me preocupa... es lo que pasará o cambiará después de esta noche. Conmigo y con todo con lo que me involucro.

Estoy realmente nervioso por ello, pero me digo a mí mismo que no hay nada de qué temer. Todo es para el bien mío y para el de los demás. Eso espero, eso intentaré.

Se lo prometí a ella...

Un golpe en la puerta me devuelve de pronto al aquí.

— ¡Pasa! — Grito en respuesta, sin despegar a mis ojos del espejo y después escucho cómo alguien entra y cierra despacio la puerta de mi habitación.

— ¿Estás vestido? No quiero que un chico me acuse de acoso sexual otra vez.

Una risa se me escapa y después me giro para enfrentar a Abby. Le ruedo los ojos cuando me doy cuenta de que aun está cubriendo su rostro con sus manos.

—Ese chico debió ser muy afortunado entonces, y muy idiota por no haberse dado cuenta de que lo era. —  se encoge de hombros y después se descubre los ojos para enfrentarme—. Vaya... Luces increíble..

Lo digo, porque es cierto. Ese vestido blanco que cae hasta sus talones la hace lucir cómo un angel. Su rostro luce más cargado de maquillaje esta vez, y su cabello cae en rizos hasta sus hombros.

Me regala una sonrisa tímida y un tierno rubor empieza a delatarse sobre sus mejillas.

—Creí que odiabas los vestidos.

— Creíste bien. — responde, cruzándose de brazos—. Sólo lo hago porque se trata de tu iniciación, ¿Bien? Estoy haciendo un gran sacrificio por ti, así que valoralo.

Logra hacerme sonreír. Niego con la cabeza y después tomo la corbata negra que descansaba encima de mi buró. Intento ponermela, pero la tarea de hacerlo se me complica cuando trato de hacer el nudo. Nunca he sido bueno con estas cosas.

—Tienes razón, tanto glamour es ridículo. Se toman esto muy enserio.

—Es importante, no sólo para ti, sino que para todos nosotros también. — Abby toma asiento en la cama después. Su mirada me escanea de pies a cabeza, debo admitir que eso está poniéndome un poco nervioso —. Todos estamos orgullosos de tu decisión y  debemos celebrarlo cómo se debe.

— No me siento con ánimos aún.— no tardo mucho para darme cuenta de que mi tono ha logrado afectarla, ya que el silencio en el que se queda me dice lo suficiente para preocuparme.

Mierda...

No merece que me porte así de maldito gruñón, no después de todo lo que ha hecho por mí, pero aún no me siento lo suficientemente fuerte para fingir, al menos no frente a ella. No después de todas las veces que he llorado sobre su regazo.

Ya ha visto tanto, pero no merece soportarlo más.

—Es que... — trato de huir de la tensión. Una risa nerviosa se me escapa después—. Odio vestir así, siento que me veo más ridículo que de costumbre.

Me siento un poco aliviado cuando me vuelve a encarar, esbozando una dulce sonrisa.

Niega con la cabeza.

— ¡Ahg!, ¡te ves muy bien, Chris! Ustedes los hombres son unos dramáticos— rueda los ojos y después se levanta de la cama.  Se acerca a mí y se coloca en una distancia muy corta—. Veamos... — toma mi corbata y empieza a trabajar pacientemente con el nudo —. Es increíble que ni siquiera puedas hacer esto. Te advertí para que estuvieras listo.

— Estoy nervioso, lo siento. Estoy seguro de que haré el ridículo.

Bromeo y escucho cómo ríe después. Al menos ya sonó más animada. Sin embargo no puedo decir lo mismo de mí. Me duele intentar reír incluso. Se siente incorrecto, vacío y forzado. Aún no estoy bien y creo que nunca más lo estaré, sólo he aprendido a fingir muy bien mi sonrisa y a vivir con el dolor.

No soy fuerte, pero trato de serlo ahora más que nada por Annie.. Esto es de ambos, no puedo dejarla sola, no esta vez. Se lo debo porque ella ha estado conmigo en la peor etapa de mi vida. Nunca imaginé que algo así se volviera a repetir, pero de nuevo... tuvimos que soportar otro devastador funeral, procesos legales y toda esa mierda para aclarar lo que pasó con la muerte de mis tíos.



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En el texto hay: misterio, demonios, amor

Editado: 15.03.2023

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