Así que después de todo el hombre sí resultó que estaba ciego.
Después de aquella revelación todo tenía sentido para Pamela. Nunca fue la intención de Joel evitarla o ignorarla, era que simplemente no sabía que estaba allí, frente a él.
Lejos de disuadirla de conseguir su atención, Pamela se empecinó aún más, no solo en obtener su interés sino también su afecto, porque durante todo el tiempo en que Pamela lo observó, se enamoró de él y deseaba con fervor que él también pudiera llegar a amarla aunque fuera con los ojos del corazón.
Su apariencia ya no sería una carta a su favor para conseguir aquello que anhelaba. Ahora solo podía recurrir a su personalidad y carácter, así como a sus virtudes y cualidades para llegar al corazón de Joel.
El amor que sentía por Joel le hizo ver la inutilidad de la vanidad y el orgullo y le hizo valorar la importancia de aquellas cosas que no se pueden ver más que con los ojos del alma.
Joel cambió la vida de Pamela. Él le enseñó su mundo y ella gustosa estuvo dispuesta a vivirlo junto a él. Fue quizás esa voluntad, esa de querer colocarse en sus zapatos y hacer de su vida un cúmulo de alegría el que hizo que finalmente Joel por fin “viera” a Pamela y se enamorara de ella, porque Pamela también lo invitó a su mundo, aquel mundo tan conocido para él, pero desconocido a su vez.
Pamela llenó a Joel de primeras experiencias que él atesoró en cada rincón de su corazón. Fue a ella a quien dio su primer beso apasionado. Fue por ella que sintió la calidez de los abrazos y las caricias, así como la maravillosa sensación de la suavidad de la piel de Pamela bajo sus manos. Acariciar su cabello fue uno de los placeres más grandes de los que disfrutó y también disfrutó ser el receptor del amor incondicional de ella en grado superlativo.
Gracias a Pamela aprendió a bailar, tuvo cenas románticas, cocinó para ella, incluso tomó un auto y, bajo las claras y pacientes indicaciones de ella, pudo realizar el sueño de conducir con el viento golpeándole el rostro, lleno de emoción e infinito agradecimiento.
Llegó a ser conocida la “suerte” del invidente que fue capaz de conquistar a la belleza de la universidad. Por todos lados se les veía juntos, caminando de la mano, robándose besos o simplemente amándose a vista de todo aquel que fijaba sus ojos en ellos y en su amor.
***
- No sabes lo feliz que me haces, Joel. Doy gracias a Dios por haberme puesto el lugar y el motivo de estar ahí la primera vez que te vi. Bendito el reloj que me puso puntualmente justo en donde debía estar……. en tu presencia.
- Me maravillo de tal coincidencia y agradezco a cielo por habernos puesto a cada uno en el camino del otro. Por habernos encontrado.
- Te amo, Joel, como jamás pensé amar a nadie, con un amor puro, sin pretensiones, simplemente dándote aquello que más valoro…... mi vida y mi amor.
- Y yo te amo a ti, Pame. Tuve la suerte y el buen tino de encontrarte justo ahí, en medio del camino…… de mi solitario camino y que hoy, gracias a Dios, transito de tu mano.
- Tu lograste quitarme esta soledad de mi destino. A pesar de que no fue fácil en un principio porque tus ojos me esquivaban. Yo juraba que me ignorabas con desdén mientras lo único que deseaba era que me sostuvieras la mirada.
- Lamento no haberme percatado antes de tu bendita presencia, mi vida. Y sin embargo con ella conseguiste lo que nadie pudo hasta ahora.
- ¿Y se puede saber qué es?
- Que por fin lograra ver la luz de tu mirada.
No había pareja más enamorada que Pamela y Joel. Ambos eran la definición perfecta de lo que significa el verdadero amor, ese que, según el Creador, es “paciente y bondadoso…… no es celoso, no presume, ni es arrogante. No se porta de forma indecente, no busca sus propios intereses, no se irrita con facilidad. Ese que no lleva cuenta del daño ni se alegra por la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Un amor que todo lo soporta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta. Porque el amor…… el amor nunca falla.” (1 Corintios 13:4-8)
❤ FIN ❤