La luz del castillo

4

Junto al mayordomo principal y Nina, nos encontramos en la oficina o lo que sea del ex dueño de mi castillo, bastante temprano.

-Mi señor… ¿por qué lleva puesto su armadura?

Preguntó Arnold ya que ése intruso llevaba una armadura de cuerpo completo.

No le veía los ojos pero puedo asegurar que miró en mi dirección.

-Es… sólo por precaución.

¡Ja! Como sí una armadura fuese suficiente para protegerte de mi ira sí me provocas.

Aunque debo de admitir que llevar una armadura y pedirle a Nina que se quede de pie en medio de su escritorio y mi asiento, es algo listo.

-¿Por qué necesitaba que estemos aquí?

La verdad, yo también me preguntó lo mismo que Nina.

¿Será qué tiene planeado darme el poder total sobre todas sus cosas de manera legal?

Me crucé de brazos mientras me acomodaba en mi lugar.

Mas le vale que sea algo importante porque no desayuné y estoy de malhumor sí tengo hambre o me levantan temprano, cosas que me vinieron suceder al mismo tiempo hoy.

-Bueno… supongo que debemos llamarla por un nombre.

Al decir éso él, me miraron.

La verdad, no me importa mucho el nombre por el que me quieran llamar.

-Opinó que el señor debe decidir, usted fue quien la salvó.

-Opinó lo mismo que Arnold.

Los dos mayores de la habitación se pusieron de acuerdo mientras que yo sólo miré con seriedad a Joaquín.

Su vida pendia de un hilo así que debía de ser muy cuidadoso con sus palabras.

Por un instante, todo quedó en silencio mientras él parecía pensar en como llamarme.

Se nota que le pone empeño, quizás no es tan malo como creía.

-Luz, ése será su nombre.

Al oír éso, Nina y Arnold sonrieron con sinceridad mientras que yo asenti.

Soy la luz del castillo y sus vidas, por éso es que me da ése nombre.

Me gusta.

Nina me miró aún sonriendo.

-Muy bien señorita Luz, acompañeme al comedor que le servire su desayuno.

Debo admitir que es la primera vez que alguien tiene un gesto tan bonito conmigo como para darme un nombre tan bonito.

Siguiendo a Nina, me detuve en la salida e hice una leve reverencia para anunciar que me iba.

Soy la Luz del castillo.

Una vez que las dos mujeres se fueron, Joaquín se quito el yelmo mientras su mayordomo lo veía con orgullo.

-Es un nombre bonito el que pensó.
¿Se lo dio por algo en particular?

Al oír éso, la mirada del caballero pareció pérdida mientras recordaba el rodillazo en sus partes bajas, provocando que vea una luz antes de perder la respiración y luego cuando le clavo el tenedor, viendo todo rojo por un segundo.

-S-sólo diré que desde que volvi, gracias a ella, veo mucho una luz.

Confundido por la expresión algo traumada de su jefe, el mayordomo decidió ya no hablar de éso.

¿Qué estará pensando su jefe que parece hasta algo pálido?

Quizás, sobre un temible oponente en el campo de batalla, no existe otra explicación.



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En el texto hay: monstruos, romamce, puntos de vista

Editado: 26.05.2021

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