La luz del castillo

5

Hoy, me cambió de habitación.

Mi antigua habitación no estaba mal pero hoy me di cuenta de que una de las pocas habitación que siempre permanecía cerrada con seguro, estaba abierta.

Tenía mucho espacio y una bonita vista gracias a su espacioso balcón.

Hasta tenía un par de plantas que parecían ser nuevas, era más que obvio que ésa habitación es para mí.

No quiero molestar a los sirvientes así que me estoy haciendo cargo de trasladar mis cosas por mi propia cuenta.

¿Mis cosas eran muchas?
Para nada, sólo una almohada suavecita y dos vestidos que me dio Nina.

Las dejé sobre mi nueva cama mientras deseaba con todas mis fuerzas que terminé el día y así me pueda acostar.

-¿Qué haces aquí?

Oí una voz molesta detrás de mí y me di media vuelta para ver al ex dueño de mi castillo.

Rodando los ojos y cruzandome de brazos, me hice a un lado para que vea mis cosas.

Él pareció procesar en su pequeña cabezita lo que pasaba y pronto me miró con asombro.

-¿Te estás cambiando de habitación?

¡Aleluya! Sí puede pensar.

Con atrevimiento, agarró mis cosas de la cama y me las dio.

-Éso sí que no, está habitación es mía, siempre lo fue y siempre lo será.

¡Pero que atrevido!

Negandome a que haga lo que se le plazca en mi casillo, le empuje mis cosas en señal de que no me iría.

-¡No seas terca!
Tu ya tienes habitación y no está nada mal, antes solían dormir cuatro empleadas de tanto espacio que tiene.

A mí que, en está habitación pueden dormir ocho empleadas y la reclamó como la dueña del castillo.

-Sé más agradecida, mocosa engreída.

Me dijo ése “caballero” mientras seguíamos luchando para uno recibir mis cosas.

No sé que significa engreída pero la suya por si acaso.

Dispuesta a darle una patada en su espinilla, estaba preparando mi pie izquierdo pero ése tipo tan… osado, rozó sus dedos con mis manos.

Alejandome desconternada con mis cosas en manos, él, sonrió.

-Así está mejor.

De manera presumida se cruzó de brazos y sonrió.

¡Argh! No me gusta cuando los hombres se creen mejor que yo.

Dejé caer mis cosas al suelo y de un saltó, me subí a ésa cama y le saque la lengua a ése tonto.

¡Wow! En verdad esta cama es la mejor, mis pompis me lo agradecen.

-Tienes tres segundos para salir…

Me dijo con su ceño fruncido, aún de brazos cruzados.

¡Uy! Mira como tiemblo y me apuró en salir de MI cama.

-Uno…

Se volteó en dirección de la cama y yo me puse a mover mis pies en el aire ya que no alcanzaban el suelo.

-Dos…

Dio un paso y se acercó a MI cama mientras me miraba con seriedad y yo a él con una sonrisa.

¿Se supone qué por estar serio me vas a asustar?

Pues no, yo hago que se arrodillen hombres mas rudos que tu antes del desayuno.

Se inclinó levemente y detuvo su serio rostro cerca del mío.

Vamos, el tres se está tardando.

-Ahora, sal…

Susurró de manera algo ronca pero yo no le mostré reacción alguna.

Ahora estoy bien a diferencia de cuando vinieron aquellos dos patanes y aun me estaba recuperando, así que no voy a retroceder.

Ahora que me doy cuenta, mis pies están en la posición exacta para darle una patada en sus espinillas.

¡Muahahahah! Ahora verás.

-Tre…

Y antes de que terminé de contar, acaricie su espinilla izquierda con mi pie.

¡Para que aprendas a respetar y a seguir órdenes!

Estaba lista para burlarme de su cara de dolor pero una vez que recibió el golpe, cayó sobre mí.

-¡Ahhh! ¡¿Qué problema tienes con golpearme?!

Se alejó levemente de mi pero sin levantarse.

En ése momento estaba sobre mí, con ambas manos a los costados de mis hombros.

Mis mejillas de pronto y por un raro motivo se sintieron calientes y cerré los ojos.

Gracias a ése tonto me está dando fiebre.

-¿Qué sucede? ¿Te lastime cuando caí?

Por favor, no soy tan frágil.
Sólo salté de encima que es incómodo.

-S…¡señor! ¡¿Qué le hace a la señorita Luz?!

La voz de Nina, mi mano derecha, se oyó y ése tonto se levantó apurado.

-¡Nada! Sólo me caí.

Se excusó mientras yo abría mis ojos, me ponía de pie e iba donde Nina para ocultarme detrás de ella y abrazarla.

-¡Señor, no molesté a la señorita!

Le reprimio Nina y él pareció escogerse, algo asustado mientras yo le sacaba la lengua.

Nadie da mas miedo que Nina enojada por que parece una madre enojada.

El tonto ése pareció ver mis cosas en el suelo y las recogió antes de mirarnos.

Así de domadito me gusta que seas.

-¿Estás son todas sus cosas?

Preguntó él, fingiendo que lo de hace un rato no pasó.

¡Mandalo al rincón, Nina!

-Sí, no sabía que labor le iba a asignar y como sólo enviaba el ingreso justo para el castillo y la paga de todos los empleados, le di dos vestidos que usaba mi hija y otra empleada le dio otro.
La almohada también se la regalé yo, ya que le quise hacer un regaló con mis propias manos.
Sé que no es algo lujoso pero realmente la quiero mucho.

¡Aww! No te preocupes Nina, calidad antes que cantidad y sí es algo hecho por ti, es un tesoro que no tiene precio para mí.

Ése tipo se vio pensativo por unos segundos y pronto se acercó para darle mis cosas a Nina.

-Por favor, acompañala a su habitación y dile a Arnold que venga.

-Como diga, señor.
Vamos, señorita.

Solté a Nina y ella me tomó de la mano para llevarme a mi habitación mientras yo la veía con ojos llorosos.

¿Qué? ¡No!

Está es mi habitación ahora, no es justo.

Voltee mi rostro para ver a ése tipo y me sacaba la lengua con burla.

¡Maldita rata de dos patas!

Ganaste la pelea pero no la guerra.



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En el texto hay: monstruos, romamce, puntos de vista

Editado: 26.05.2021

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