La Luz Del Seraphiel

El Amanecer Del Caos

El sol apenas comenzaba a iluminar las calles cuando Daniel se levantó de su cama, una vieja litera que compartía con su gato, un felino negro llamado Sombra. A sus dieciséis años, Daniel había aprendido a ser independiente y responsable desde que sus padres murieron en un accidente trágico tres años atrás. Ahora vivía con su joven tía, Laura, una mujer enérgica de veintiocho años que hacía todo lo posible por cuidarlo.

Después de desayunar rápidamente un tazón de cereales, Daniel se despidió de su tía con un abrazo rápido y salió de la casa, mochila al hombro. Caminaba por el vecindario con paso ligero, el viento fresco de la mañana despeinaba sus negros cabellos . A primera vista, Daniel parecía un adolescente común, pero aquellos que lo conocían bien sabían que había algo diferente en él.

Desde pequeño, Daniel había tenido lo que su abuela llamaba "el don". Un sexto sentido que le permitía percibir cosas que otros no podían. Sentía presencias, veía sombras que otros no veían, y tenía una intuición aguda que lo había salvado de más de un peligro. Hoy, ese don se sentía especialmente agitado.

El camino a la escuela solía ser tranquilo, pero esa mañana había algo en el aire. Daniel lo sentía en cada fibra de su ser. Un escalofrío recorrió su columna vertebral mientras avanzaba por una calle desierta, la misma por la que siempre pasaba.

A medida que se acercaba a la esquina de la avenida principal, notó un cambio en el ambiente. El cielo, normalmente claro y azul a esa hora, estaba teñido de un tono gris oscuro, casi ominoso.

Al girar la esquina, el corazón de Daniel se aceleró. Delante de él, el caos reinaba. Las calles estaban llenas de personas corriendo, gritando en pánico.

Edificios en llamas y autos volcados daban la impresión de un desastre apocalíptico. En medio de todo, una figura alta y oscura se erguía, irradiando una presencia maligna que solo Daniel parecía percibir claramente.

Asmodeo, el demonio en el que se había convertido Azrael, estaba allí, su rostro distorsionado por una sonrisa cruel. Sus ojos violetas ardían con un fuego infernal, mientras observaba el caos que había desatado.

Daniel sintió un miedo profundo, pero también una determinación férrea. Apretó los puños y avanzó, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que debía hacer algo, que no podía quedarse quieto mientras ese ser oscuro destruía todo a su alrededor.

— ¡Oye, tú! — gritó, su voz firme aunque en su interior temblaba como un hoja al viento.

Asmodeo giró la cabeza lentamente, sus ojos de fuego violeta posándose sobre el joven. La expresión de sorpresa en su rostro se transformó en una mezcla de curiosidad y diversión.

— Un humano que puede verme...— murmuró Asmodeo, su voz un gruñido profundo — Interesante.

Daniel tragó saliva, pero no retrocedió. Sabía que su don le permitía ver cosas que otros no podían, y ahora comprendía que eso también significaba enfrentarse a ellas. El demonio frente a él era aterrador, pero Daniel no podía permitir que el miedo lo paralizara.

— ¡Vete de aquí! ¡Deja a esta gente en paz! — gritó Daniel, sintiendo una oleada de valentía que no sabía que poseía.

Asmodeo se rió, un sonido que resonó como un trueno en el aire.

— ¿Y qué harás tú, niño? ¿Crees que puedes detenerme? — dijo el demonio, dando un paso hacia adelante.

Daniel retrocedió un paso, pero mantuvo su posición. Sabía que no podía enfrentarse físicamente a una criatura tan poderosa, pero tampoco podía dejar que el miedo lo dominara.

— Tal vez no pueda detenerte solo — dijo Daniel, sus ojos brillando con determinación — pero haré todo lo que pueda para proteger a los inocentes. No te tengo miedo.

Asmodeo levantó una ceja, intrigado por la valentía del joven. Podía ver que este humano era diferente, que tenía un don que podría convertirse en un problema para sus planes. Una chispa de respeto mezclada con desprecio brilló en los ojos del demonio.

—Interesante — repitió Asmodeo, dando un paso atrás — Veamos cuánto dura tu valentía, pequeño humano.

Con esas palabras, Asmodeo se desvaneció en una nube de sombras, dejando a Daniel en medio del caos, su corazón latiendo con fuerza pero su determinación intacta.

Sabía que esto era solo el comienzo y que tendría que enfrentarse a peligros mucho mayores. Pero también sabía que no estaba solo en esta lucha.

Su don era tanto una bendición como una maldición, y estaba dispuesto a usarlo para proteger a los demás, sin importar el costo. Después de todo las demás personas eran inocentes y merecían vivir sus vidas en paz.

Debo protegerlos a todos.

Aquel pensamiento cruzó por su mente sorprendiendolo incluso a él mismo, ya que no entendía de dónde sacaba esos pensamientos protectores. El viento seguía soplando alborotandole sus negros cabellos.

Centró su dorada mirada en el lugar donde había estado el demonio hacía tan solo unos instantes. Su blanca piel más pálida aún, luego de haberse enfrentado a un ser sobrenatural cuya única finalidad era despedazar todo lo que tenía vida sobre la tierra. 
 




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