La Luz Del Seraphiel

El Lamento Del Ángel

Dentro de la prisión oscura que era la mente de Asmodeo, Azrael observaba el mundo exterior con desesperación creciente. Atrapado en un abismo de sombras, su esencia angelical luchaba contra las cadenas de la oscuridad que lo mantenían cautivo.

La bondad y la luz que habían definido a Azrael estaban ahora sepultadas bajo capas de maldad y odio, pero su espíritu aún resistía, aún clamaba por su redención y su libertad.

Desde su prisión, Azrael podía ver a través de los ojos de Asmodeo. Había visto el encuentro con Daniel, había sentido la valentía y la determinación del joven, y había sentido una chispa de esperanza. Pero también había sentido el interés malsano de Asmodeo, su deseo de torturar y enloquecer al adolescente que podía verlo y quizás detenerlo.

- Daniel...- susurró Azrael en la oscuridad, su voz apenas un eco en la vastedad de su confinamiento - Debo advertirte...

Pero cada intento de comunicarse, de proyectar su conciencia hacia el exterior, era brutalmente aplastado por la fuerza maligna de Asmodeo. El demonio disfrutaba con cada pequeño acto de resistencia de Azrael, deleitándose en su sufrimiento.

-¿Intentas advertirle a ese chico, Azrael? - La voz de Asmodeo resonó en la mente compartida, profunda y llena de burla - No permitiré que interfieras en mis planes. Ni tampoco a ese chico. Nadie se interpondrá en mi camino.

Azrael sintió una oleada de dolor, mientras Asmodeo reforzaba las cadenas que lo mantenían prisionero. El dolor era físico y espiritual, una agonía que se extendía por toda su esencia. Intentaba luchar contra la opresión, pero cada esfuerzo solo servía para intensificar su tormento.

La desesperación llenaba cada rincón de su ser. Estaba atrapado, impotente, viendo cómo el demonio usaba su cuerpo y su poder para causar sufrimiento y destrucción. Cada acto de crueldad, cada grito de terror que Asmodeo provocaba, era un golpe más a la ya quebrada voluntad de Azrael.

- ¡Daniel! - gritó Azrael, su voz un clamor de angustia que resonó en las profundidades de su mente. Sabía que el joven era especial, que tenía una fortaleza que podría ser la clave para su propia liberación y para detener a Asmodeo. Pero la barrera entre ellos era impenetrable, y cada intento de romperla lo dejaba más débil de lo que ya estaba.

Asmodeo, consciente de cada movimiento de Azrael, rió con crueldad.

-Eres patético, Azrael. Acepta tu destino. Este humano no podrá salvarte, ni a ti ni a nadie. Además, a nadie le importas Azrael. Después de todo fuiste expulsado del cielo. Si ni siquiera los mismos ángeles ni arcángeles te quieren ¿Por qué crees que le importarías a un simple humano?

Azrael cerró los ojos, intentando calmar su mente. Visualizó la luz, la pureza que había sido su esencia. Intentó convocar esos recuerdos, esos fragmentos de su antiguo ser, para fortalecer su espíritu.

Recordó su vida en el cielo, la belleza y la paz que había conocido, y usó esos recuerdos como un ancla para no perderse completamente en la oscuridad.

En ese momento de introspección, Azrael sintió algo diferente. Una conexión tenue, casi imperceptible, pero real. Era como un hilo de luz que atravesaba la densa oscuridad.

Se dio cuenta de que Daniel, aunque no lo supiera, estaba tratando de encontrar respuestas, estaba buscando una manera de luchar contra la oscuridad.

- Por favor, Daniel - pensó Azrael con todas sus fuerzas, intentando proyectar sus pensamientos a través del fino hilo de conexión - No te rindas. Eres nuestra única esperanza muchacho.

Pero antes de que pudiera profundizar en ese intento de comunicación, el dolor lo golpeó de nuevo. Asmodeo, sintiendo la amenaza, aumentó su opresión, reforzando las cadenas que lo mantenían prisionero.

- Silencio, Azrael - rugió el demonio - Tu sufrimiento apenas ha comenzado.

Azrael gritó en silencio, su agonía un eco en el vacío. Pero incluso en su desesperación, se aferró a la chispa de esperanza que Daniel representaba. Sabía que el joven tenía una fortaleza especial, y aunque no podía comunicarse directamente con él, confiaba en que de alguna manera, Daniel encontraría una forma de resistir y luchar.

- Daniel - susurró una última vez antes de ser envuelto completamente por la oscuridad - No estás solo.

Con esas palabras, Azrael se hundió de nuevo en el abismo de su prisión, su esencia angelical aún luchando por mantener su luz viva en medio de la oscuridad abrumadora. Su dolor era inmenso, pero su esperanza, aunque débil, seguía ardiendo, una chispa de luz en la vasta noche de su tormento.
 




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