La Luz Del Seraphiel

El Último Exorcista

La alarma había sido tocada anunciando a toda la población que debían esconderse bajo tierra llendo a las diversas entradas que habían a lo largo de toda la ciudad.

Ésta medida fue tomada debido a la misteriosa epidemia que se extendió en los cuerpos humanos como reguero, infectando a todas las personas causándoles la anulación de sus sentidos y la voluntad, para volverlos salvajes y sedientos de sangre.

Las escasas personas que seguían conservando la normalidad, se refugiaban bajo la tierra donde se hallaban los refugios. Daniel había acompañado a su tía Laura hacia esos refugios, dónde estaría a salvo ya que las personas poseídas se dedicaban a matar a todo aquel que no fue poseído.

Daniel necesitaba saber que su único pariente con vida que le quedaba en este mundo estaría a salvo de Azrael y todos los demás demonios a su disposición. Laura no entendía qué estaba ocurriendo, acababa de salir del hospital debido a un ataque extraño, y ahora un grupo de humanos se había vuelto locos a ojos de ella y empezó a matar a diestra y siniestras volviéndose bestias salvajes.

Daniel abrazó con intensa desesperación a su querida tía Laura despidiéndose, ya que él era el único que podía detener a esos monstruos.

— Tía quédate aquí con los demás por favor. Te prometo que volveré.
—¿Por qué debes irte Daniel? No es tu obligación salvar a nadie.
— Tía por favor, necesito hacer esto. Entiéndelo.

Tras volver a abrazarla, el muchacho se alejó de ella y de las personas que formando fila se iban adentrando al bajo mundo del subsuelo. Bajo la tierra. El ejército supervisaba el acceso de todos, asegurándose que no haya ningún infiltrado.

Ocultándose de las miradas de los demás, Daniel fue alejándose del lugar para regresar al centro de la ciudad. Durante el trayecto fue contemplando el intenso caos que los demonios habían ocasionado en su mundo, cadáveres de mujeres y niños exparcidos por doquier.

El viento exparcía papeles, basuras, restos de comida y ropas por doquier. Casas cuyas puertas estaban abiertas, ventanas rotas. Las calles junto a los edificios y casas daban la idea de estar en la ciudad de la locura. La desolación invadió el alma de Daniel al ver semejante espectáculo.

¿Cómo podré protegerlos a todos? Las personas necesitan un exorcista en realidad. Nada más diferente de mí.

En esos momentos varios poseídos fueron apareciendo rodeándolo una vez más. Solo que en ésta ocasión Azrael no se encontraba. Era lógico, luego del ataque de luz que Daniel hizo dejó al demonio herido viéndose forzado a escapar.

Pero sus subalternos seguían causando caos en el mundo de Daniel, matando a varias personas y deteriorando los cuerpos de los poseídos causándoles mayores dolores morales. Ahora siete personas poseídas lo rodeaban dispuestos a lanzarse a él, y en ésta ocasión no podía invocar a Seraphiel debido a que seguía debilitado luego del ataque de luz que liberó a varios poseídos a la vez.

Los rugidos de los poseídos resonaban en el aire, hacían sonidos guturales como bestias salvajes. Sus ojos estaban vacíos y oscuros debido a la posesión.

Daniel fue esquivando uno a uno los ataques de los poseídos, utilizaba su poder de luz que llevaba en su Interior canalizandolo hacia sus manos.

De esa forma solo le bastaba con tocarlos para introducir parte de su luz en el interior. Así se aseguraba la liberación de la persona al forzar al demonio a salir de sus cuerpos, consiguiendo que los demonios sean exterminados. Pero solo pudo hacer aquello con dos personas, matando a esos dos demonios.

Su energía quedó anulada. Daniel respiraba entrecortado y estaba pálido. La visión se desdibujada y las imágenes se distorsionaron. Todo le dió vueltas. Daniel supo que perdería el conocimiento y tenía que escapar, pero era demasiado tarde para ello. Sin poder evitarlo cayó al suelo desmayado. Lo último que Daniel vió fue a los cinco poseídos acercándosele peligrosamente.

Seraphiel, ayúdame por dios. No dejes que ellos me capturen.
 

 




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