La Luz Del Seraphiel

El Eco En La Oscuridad

La figura oscura avanzó lentamente, cada paso resonando como un eco siniestro en el pasillo envuelto en sombras. Daniel, apoyado contra la pared, sintió el dolor irradiar contra su cuerpo como una ola de fuego, pero se obligó a ponerse de pie. Sus ojos buscaron los de la figura encontrando en ellos una malevolencia que helaba la sangre.

— Seraphiel — murmuró Daniel con un tono de desesperación contenida — ¿Quién es este?
— Es Asmodeo, míralo bien Daniel. Uno de los....
— Príncipes del Inframundo, lo sé. Es aquel que mantenía a Azrael prisionero en su interior.

La sombra se detuvo a unos métros de Daniel, su hermosa forma se definió en las penumbras. Asmodeo representaba la maldad pura, en contraste con su aspecto físico poseía una perturbadora belleza física, sus alas tan negras como la misma oscuridad y sus ojos violetas oscuro reflejaban un vacío sombrío. Sus manos tenían garras afiladas que desgarraban el alma misma

— Finalmente te tengo donde quería Seraphiel, solo y debil — la voz de Asmodeo retumbó con un tono gutural y retumbante — Te has vuelto una verdadera molestia para todos nosotros.

Daniel sintió una oleada de miedo pero también de determinación. Con la idea de proteger a todos los inocentes, se lanzó a Asmodeo empuñando la luz de Seraphiel. Sin embargo sus golpes eran como los golpes del viento contra la tormenta.

Asmodeo esquivó y contraatacó con una fuerza brutal, lanzando a Daniel contra el oscuro suelo.

El dolor era en verdad insoportable, cada golpe se sentía como si se rompiera su alma. Asmodeo se movía con la gracia de un depredador y un ángel inmaculado. Cada uno de sus movimientos estaba calculado para infrigir el maximo sufrimiento en su enemigo. Daniel intentó levantarse pero sus piernas temblaban siendo incapaces de sostenerlo.

— Daniel, no te rindas — Seraphiel intentaba darle sus fuerzas — Debemos resistir.
— Lo sé pero...es tan fuerte — jadeó Daniel.

El pasillo se llenó de más sombras. Otros demonios se materializaron alrededor de Asmodeo, su violeta mirada brillaban en la oscuridad en contraste con los ojos rojos del resto de demonios. Daniel estaba rodeado. Las probabilidades eran abrumadoras y la desesperación comenzó a arraigarse en su corazón.

Asmodeo levantó una mano y los demonios se lanzaron sobre Daniel. El joven luchó con todo su poder, canalizando la luz poderosa de Seraphiel en cada golpe y cada defensa. Sin embargo estaba herido, cansado y superado en número. Cada ataque de los demonios era como un torrente insesante de dolor y oscuridad, desgarrando su cuerpo y su espíritu.

Daniel sintió que sus fuerzas lo abandonaban. La sangre corría por su frente y sus brazos , sus piernas se doblaban bajo el peso de la fatiga. Los demonios no cesaban, sus ataques eran implacables. Finalmente un golpe desvastador arrojó a Daniel contra una columna al suelo incapaz de moverse.

— Este es el fin humano — dijo Asmodeo acercándose lentamente — Seraphiel ha perdido una vez más.

Daniel quiso levantarse pero su cuerpo no le respondía. La oscuridad lo rodeaba, sus sentidos comenzaban a desvanecerse. En sus últimos momentos vió a Asmodeo y pudo distinguir la victoria reflejándose en sus ojos.

— Seraphiel — murmuró Daniel con la voz quebrada.
— Estoy aquí Daniel — contestó el ángel con voz llena de dolor y desesperación.

La oscuridad finalmente lo reclamó, Daniel perdió la conciencia, su cuerpo inerte en el suelo del pasillo. Pero para Seraphiel la verdadera pesadilla apenas comenzaba.

Asmodeo se inclinó sobre el cuerpo de Daniel, susurrando palabras antiguas y poderosas. De repente Seraphiel sintió un tirón, como si su escencia misma fuese arrancada del cuerpo de Daniel. Fue atrapado en una cápsula oscura, una prisión de sombras que comenzaba a cerrarse alrededor de él.

Dentro de esa cápsula el dolor era indescriptible. Cada pulso de energía oscura era como una llama ardiente quemando todo su ser. Seraphiel gritó pero no había nadie que escuchara su agonía. La prisión se estrechaba cada vez más, comprimiendo su luz interior. Sofocandola poco a poco.

La oscuridad se movía como una marea viviente. Atacando con oleadas de tortura. Seraphiel sentía como mil cuchillos de sombras perforasen su esencia. Cada uno arrancando una parte de su ser angelical. El dolor era tan intenso que apenas podía pensar, apenas podía existir.

— Esto es solo el comienzo Seraphiel — la voz de Asmodeo resonaba en la prisión oscura —  Sufrirás por tu insolencia.

Cada palabra de Asmodeo era un golpe adicional, una nueva ola de tormento que se abatía sobre él. Seraphiel intentaba mantener su luz, su esperanza, pero cada segundo en esa prisión le robaba un poco más de su fuerza. Era un castigo interminable, una tortura que parecía no tener fin.

Los recuerdos de su tiempo con Daniel pasaban como relámpagos en la tormenta. La amistad, la lucha, las pequeñas victorias, todo se desvanecía en el dolor. Todo se disolvía en la oscuridad.

Seraphiel intentaba resistir, intentaba mantener su fe. Pero el dolor y la oscuridad eran demasiado intensos. Sus gritos de agonía resonaban en la prisión como ecos De sufrimientos que nadie era capaz de escuchar. La esperanza se desvanecía y con ella la luz de Seraphiel comenzaba a extinguirse.

Asmodeo observaba desde fuera, una sonrisa cruel en su rostro. Había ganado, ahora el ángel pagaría el precio de su desafío. Seraphiel estaba atrapado, indefenso y la tortura continuaría hasta que no quedará nada de su luz.

La prisión se cerró completamente y la oscuridad lo reclamó. El dolor era todo lo que existía, una agonia eterna que consumía a Seraphiel. En esa agonía de sufrimiento una chispa de luz se negaba a extinguirse, aferrándose a la esperanza de ser libre otra vez.

Seraphiel continuaba con su lucha pero mientras esto suceda cada segundo sería un sufrimiento tormentoso para el ángel, un tormento inimaginable. Porque mientras Seraphiel siguiera aferrandose a la luz, la lucha no estaba perdida.




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