La Luz Del Seraphiel

El Resplandor Del Angel Guardian

La plaza pública, sumida en el caos y la desesperación, se convirtió en el campo de batalla definitivo entre la luz y la oscuridad. Ian, rodeado por una multitud de humanos poseídos y demonios voraces, sentía la presión del momento. Azrael, su compañero celestial, estaba a su lado, sus ojos llenos de determinación y esperanza.

—No podemos rendirnos, Azrael, —dijo Ian, su voz resonando con fuerza—. Debemos salvar a estas personas e ir tras Daniel.

Azrael asintió, su aura de luz brillando intensamente. 
—Estoy contigo, Ian. Juntos, enfrentaremos esta oscuridad.

Los demonios avanzaban, sus formas oscuras y aterradoras amenazando con engullir a Ian. Con un grito de desafío, Ian levantó su espada de luz y la clavó con fuerza en el pavimento de la plaza. La espada, resonando con el poder de Azrael, emitió un resplandor cegador que se extendió por el suelo como rayos de sol en todas direcciones.

—¡Ahora! —exclamó Ian, su voz cargada de fervor.

Las luces se extendieron rápidamente, envolviendo a los humanos poseídos en un abrazo cálido y purificador. Los demonios dentro de ellos comenzaron a retorcerse y a gritar, arrancados de sus anfitriones por la fuerza de la luz. La plaza se llenó de un resplandor celestial, y cada rayo de luz era un canto de liberación y esperanza.

Los humanos, liberados de sus poseedores, cayeron al suelo inconscientes, sus cuerpos finalmente libres del tormento. Pero la luz no se detuvo allí. Continuó su avance, envolviendo a los demonios con su pureza devastadora, desintegrándolos en la nada misma. Cada grito demoníaco se desvaneció en el aire, dejando atrás un silencio que resonaba con la victoria de la luz.

Azrael, sintiendo el agotamiento apoderarse de él, mantuvo su presencia a través de Ian. Materializar las blancas alas de Azrael había requerido un poder inmenso, y cada movimiento se sentía como una carga. Pero la determinación de Ian y la fuerza de Azrael eran inquebrantables.

—Esto no ha terminado, —murmuró Azrael, su voz llena de esfuerzo—. Debemos seguir luchando. Debemos encontrar a Daniel y a Seraphiel.

Ian, sintiendo el peso del sacrificio de Azrael, extendió sus alas blancas con un último esfuerzo. La luz irradiaba desde su ser, un faro en medio de la oscuridad que había cubierto la ciudad. Cada pluma de las alas de Azrael brillaba como una estrella, iluminando la plaza con un resplandor divino.

Mientras la batalla continuaba, la llegada de la prensa y los periodistas añadió una nueva dimensión al conflicto. Las cámaras capturaban cada momento, cada destello de luz y cada grito de victoria. Los reporteros, asombrados por lo que veían, transmitían en vivo a través de las redes sociales, y las imágenes se volvieron virales rápidamente.

—Estamos aquí, en la plaza pública, donde un increíble enfrentamiento entre la luz y la oscuridad está teniendo lugar, —decía uno de los periodistas, su voz llena de emoción—. Un joven, conocido ahora como el Ángel Guardián, está luchando contra las fuerzas del mal para salvar a nuestra ciudad.

Las redes sociales se inundaron de videos y fotos de Ian, sus alas blancas extendidas y su espada de luz brillando en la noche. La gente alrededor del mundo observaba con asombro y admiración, compartiendo la historia del valiente joven que se enfrentaba a la oscuridad.

—El Ángel Guardián, —murmuraban, sus voces llenas de esperanza—. Es nuestra esperanza.

Ian, sintiendo el peso de las expectativas y la responsabilidad, mantuvo su postura firme. Sabía que, aunque había ganado una batalla, la guerra contra la oscuridad continuaba. Pero con Azrael a su lado, y la luz de Seraphiel guiando a Daniel, la esperanza brillaba más intensamente que nunca.

Azazel, observando desde las sombras, sintió una mezcla de ira y frustración. Su plan había sido frustrado, pero sabía que la batalla no había terminado. La esfera dorada en su mano seguía brillando con un poder siniestro, y sus ojos se fijaron en el Ángel Guardián con una promesa de venganza.

—Esto no ha terminado, —murmuró Azazel, su voz resonando con un eco de maldad — Volveré por ti, Ángel Guardián.

La plaza, aunque ahora en calma, era un recordatorio del sacrificio y la lucha. Ian, con las alas de Azrael brillando en su espalda, se convirtió en un símbolo de esperanza y valentía para todos los que lo vieron.

Y mientras el mundo observaba, la lucha entre la luz y la oscuridad continuaba, un recordatorio eterno de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una chispa de esperanza y redención.
 




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