Daniel, inconsciente y en las garras de Azazel, fue transportado a un lugar donde la oscuridad parecía tener vida propia. Seraphiel, su luz disminuida pero aún presente, luchaba por mantenerse conectado con Daniel. El viaje a través del abismo fue una serie de pesadillas y ecos de desesperación, un preámbulo de lo que estaba por venir.
Cuando Daniel finalmente despertó, se encontró en una caverna vasta y opresiva, sus paredes recubiertas de sombras líquidas que parecían susurrar secretos oscuros. El aire estaba cargado de maldad y el silencio era ensordecedor. Seraphiel, sintiendo la debilidad de su protegido, habló suavemente.
Daniel, estamos en un lugar peligroso. Debemos ser fuertes.
Daniel se incorporó lentamente, su cuerpo aún dolorido por el ataque traicionero de Azazel. Las alas de Seraphiel, aunque más débiles, aún brillaban con un resplandor tenue, una señal de esperanza en medio de la desesperación.
— ¿Dónde estamos? — preguntó Daniel, su voz resonando en la vastedad de la caverna.
— Estamos en uno de los dominios de Azazel — respondió Seraphiel — Aquí, la oscuridad es fuerte, pero nuestra luz puede prevalecer.
Azazel apareció ante ellos, su presencia imponente y aterradora. La esfera dorada brillaba en su mano, irradiando un poder maligno. Su sonrisa era una mezcla de triunfo y crueldad.
—Bienvenido, Daniel, —dijo Azazel, su voz resonando con una malicia gélida —. Este es el lugar donde tu luz se apagará para siempre.
Daniel, a pesar del miedo que sentía, se levantó con determinación.
—No me rendiré, Azazel. Seraphiel y yo lucharemos hasta el final.
Azazel se rió, un sonido que resonó en toda la caverna.
—Tu valentía es admirable, pero inútil. Aquí, mi poder es absoluto.
Con un gesto, Azazel invocó a varios demonios, cada uno más temible que el anterior. Sus ojos brillaban con una sed de destrucción y su presencia llenaba el aire con una sensación de muerte inminente.
—Prepárate para enfrentarte a tu destino, —dijo Azazel, señalando a los demonios para que atacaran.
Los demonios se lanzaron hacia Daniel con una furia descontrolada. Pero Daniel, sintiendo la fuerza de Seraphiel a su lado, desplegó sus alas blancas y se lanzó a la batalla. Cada golpe de sus alas era un rayo de luz que cortaba a través de la oscuridad, un desafío directo a los demonios que lo atacaban.
—No te dejaremos ganar, —gritó Daniel, su voz llena de una determinación inquebrantable.
Seraphiel, sintiendo el poder fluir a través de Daniel, lo guió en cada movimiento. Juntos, lucharon con una gracia y ferocidad que desafiaban las probabilidades. Cada demonio que se enfrentaba a ellos caía bajo el resplandor de su luz, desintegrándose en un torbellino de sombras.
Pero la batalla era dura, y los demonios parecían interminables. Daniel, a pesar de su valentía, comenzó a sentir el peso del agotamiento. Azazel, observando con una sonrisa sádica, decidió intervenir una vez más.
—Eres valiente, pero estás solo, —dijo Azazel, su voz un susurro que llenaba la caverna —. Seraphiel no puede salvarte de tu destino.
Con un movimiento rápido, Azazel atacó a Daniel por la espalda una vez más. El dolor fue intenso y repentino, y Daniel cayó al suelo, su visión desvaneciéndose mientras la oscuridad lo envolvía.
Seraphiel, sintiendo el dolor de Daniel, luchó por mantener su conexión.
—No te rindas, Daniel. Estoy contigo.
Pero la voz de Seraphiel se desvaneció mientras Daniel caía en la inconsciencia, capturado por Azazel. El demonio lo levantó con facilidad, sus ojos brillando con un triunfo oscuro.
—Ahora eres mío, —susurró Azazel, llevándose a Daniel más profundo en las entrañas de su dominio.
En el Abismo
Ian, después de liberar a los humanos poseídos y exterminar a los demonios en la plaza pública, descendió rápidamente con las alas de Azrael. La desesperación y la conexión con Azrael lo impulsaban a encontrar a Daniel y salvarlo. Pero la escena que encontró fue devastadora.
La caverna, vasto y opresiva, se extendía ante él, y en su centro, Azazel sostenía a Daniel. La desesperación de Ian se hizo una con la de Azrael, y juntos, sus voces se alzaron en un grito de angustia y determinación.
—¡Daniel! ¡Seraphiel! —gritaron, sus voces resonando con una intensidad que parecía sacudir los mismos cimientos del abismo.
La batalla continuaba, pero la determinación de Ian y Azrael era más fuerte que nunca. Sabían que no podían dejar a Daniel en manos de Azazel, y estaban dispuestos a hacer cualquier sacrificio para salvarlo.
Azazel, satisfecho con su captura, miró a Ian con una sonrisa de burla.
—Vengan si se atreven. La oscuridad siempre prevalecerá.
Ian, sintiendo la fuerza de Azrael fluir a través de él, se preparó para el enfrentamiento. La luz de sus alas brillaba intensamente, un faro de esperanza en medio de la oscuridad.
—No te saldrás con la tuya, Azazel, —dijo Ian, su voz llena de una determinación feroz—. Lucharemos por Daniel, por Seraphiel, y por la luz.
La caverna, ahora un campo de batalla entre la luz y la oscuridad, resonaba con el eco de la lucha. Y aunque el desafío era inmenso, la chispa de esperanza y redención brillaba más intensamente que nunca.
El Final de la Oscuridad
La batalla entre Ian y Azazel estaba lejos de terminar, pero la determinación y el amor de Ian por su amigo eran fuerzas que la oscuridad no podía apagar. Con Azrael a su lado, Ian sabía que no importa cuán profunda sea la oscuridad, la luz siempre encontrará una forma de brillar.
Y así, en el constante equilibrio entre luz y sombra, la batalla por el alma de Daniel continuaba. Un recordatorio eterno de que incluso en los momentos más oscuros, siempre hay una chispa de esperanza y redención.