10| Victoria
Escucho la alarma del celular y la apago, me estiro y fijo la mirada en el techo. Recuerdo que vi dos películas con Nate o una y media para ser exacta, sé que fue él quien me subió hasta la habitación, recuerdo haberlo visto. Nate es un chico bastante ¿atento? ¿amable? Es muy distinto a los chicos con los que tuve que convivir a diario en el colegio. Es distinto, o tal vez sea normal, tal vez sea un chico normal, un buen chico, uno que nació en una buena familia que tuvo sus desbalances con varias cosas pero que lo construyeron como persona.
Me levanto y desconectar el iphone del cargador y me encamino al baño, me doy una ducha y cuando salgo del baño paso frente a mi escritorio y reparo en un pedazo de papel con un número de celular y un “Nate” escrito debajo.
Me dejo su numero.
Mierda, me dejo su numero… ¿Ahora que hago? ¿Por qué me lo dejo? ¿Quiere que le escriba o solo buscaba ser amable?
Entro al armario y me aplico crema en el cuerpo y después un poco de aceite de almendras, me pongo un conjunto de ropa interior blanco, no esta haciendo frío por lo que saco uno de los shorts, uno gris oscuro con desgastados y me lo pongo, saco una blusa corta de tiras blanca, me la pongo y por ultimo saco unos botines negros con un poco de tacón, me los pongo y por ultimo cojo una cartera negra sencilla para cargar el celular y la extension de la tarjeta de Santiago que seguramente me entregara ahora.
Salgo del vestidor pero antes de salir de la habitación agrego a Nate en contactos. Si me dio su número sea porque quiso ser amable o porque quería hacerlo lo hizo porque considera que me puede servir, que lo puedo necesitar en algún momento.
Salgo de mi habitación y bajó las escaleras, me acerco a la cocina y me encuentro con Silvia preparando el desayuno.
—Buenos días señorita, ¿desea algo en especial para el desayuno?
—Buenos días Silvia. No gracias, desayunaré con mi madre. —digo mientras fuerzo una sonrisa. —¿Sebastián ya se fue?
—No señorita, está en su despacho.
—Gracias, iré a verlo.
Salgo de la cocina y me encaminó al despacho cuando llego toco a la puerta y esperó a que me diga que puedo pasar.
—Pase.
Abro la puerta y entro, está sentado frente al portatil que tiene sobre el escritorio y teclea algo, levanta la vista hacia mí y sonríe.
—¿Dormiste bien?
—Si, ehh voy a ir con mamá, la abuela y Sara a comprar algunas cosas, dijiste que podía ir con ellas los sábados —digo dubitativa.
—Ayer me dijiste que saldrías con ellas, no te preocupes Victoria. —Abre el pimer cajon de su escritorio y saca una tarjeta de color negro. —La cuenta no tendrá límite durante estos primeros días, quiero que compres tanto para ellas como para ti todo lo que necesiten mientras acordamos la suma que les daré mensualmente a ellas. No quiero que le des dinero en efectivo a Daniela, lo que necesiten para la comida, salud, ropa, cosas de la casa se lo das directamente a tu abuela. después de que haya terminado todo eso me devolverás esta tarjeta y te daré otra que no será una extensión de la mía. Semanalmente se te consignará una suma, que acordaremos según tus gastos semanales, como almuerzo en los días que te quedas en la escuela después de clase más adelante cuando obtengas el carnet lo que conllevan los gastos del auto. Más un excedente en cuanto a cuando quieras salir a dar una vuelta con tus amigas y esas cosas. Es una forma de que empieces a manejar el dinero por tu cuenta. Sabiendo en que debes gastar y en que no, o para qué debes esperar un poco para comprar.
—Me parece bien.
—No llegues tarde ¿OK? mañana que tengas más tiempo estableceremos toque de queda y normas.
—Perfecto, ¿Trabajaras desde aquí?
—Por el momento, pero posiblemente vaya más tarde a la oficina o venga Jessica.
—Yo estaré en el centro comercial.
—Escríbele a Jessica, ella puede decirte los mejores lugares para ir de compras.
—Lo haré, nos vemos luego.
Tomo la tarjeta y salgo del despacho cerrando la puerta tras de mí.
Cuando salgo de la casa un hombre me espera afuera, es un hombre alto, corpulento, y lleva puesto un traje negro. Hay una camioneta delante y otra detrás de la que él me espera a un lado de la puerta.
—Buenos días señorita. ¿A casa de su madre?
—Buenos días, ¿puedes llamarme Victoria? por favor. —me mira seria y fijamente lo que me hace descartar la posibilidad. —Si, a casa de mi madre.
Asiente con la cabeza y me abre la puerta, subo y me siento algo sola después de que cierra la puerta. Tiene la ventanilla que comunica el auto cerrada.
Veo un botón en el techo del auto y lo presiono rezando por que baje la ventanilla. mis súplicas son escuchadas y la ventanilla empieza a bajar.
—¿Puedo saber cuál es su nombre?
—Marcus señorita.
—Gracias Marcus. ¿Siempre será usted quien conduzca?
—Excepto los jueves y los domingos.
—Bueno saberlo. —digo en un susurro.
—¿Está bien señorita?
—¿Podrías no decir señorita en cada oración? Se siente demasiado superficial.
—Claro —dice y por el espejo retrovisor noto una mirada compasiva.
—¿Trabaja hace mucho para Sebastian?
—Diez años. Soy su jefe de seguridad. Como ya le dije no estoy presente los jueves, por eso no me la habían presentado.
—¿Puedo saber cuántos guardaespaldas llevó?
—Cinco contándome.
—¿Por qué?
—Por precaución.
—¿Me seguirán en todo momento?
—Si, pero le aseguro que al único que notará será a mi.
—¿Por qué?
—Considere que los otros son un pequeño anillo de seguridad, uno que estará a una distancia prudente en caso de que se presente algún inconveniente. En cambio yo seré su guardaespaldas personal, ¿quiere que le sea sincera?
—Por favor.
—Seré su sombra.
—Eso significa que lo tendré pegado a mi en todo momento ¿Verdad?