Capítulo 5: El Cardenal que Susurraba a los Demonios
Las campanas de la catedral sonaban con solemnidad. Pero no por un rito sagrado… sino por una reunión de guerra.
En lo alto de la Torre del Juicio, donde los vitrales mostraban ángeles torturando a pecadores, el Cardenal Myros von Caldrich se arrodillaba ante un altar que no estaba consagrado al Dios del Estandarte… sino a algo mucho más antiguo.
Su túnica roja arrastraba sangre seca. Su anillo, hecho de hueso demoníaco, palpitaba como si tuviera vida.
—El Paladín ha despertado… y con él, el equilibrio comienza a tambalearse —susurró, su voz gruesa como la de un cuervo enfermo.
Frente a él, una grieta en el suelo comenzó a abrirse lentamente. Vapores negros emergían de ella como serpientes.
—Tu luz no es bienvenida aquí, Caelum. —El Cardenal escupió el nombre como si le quemara la lengua—. ¿Quién te permitió reencarnar… sin mi permiso?
De la grieta surgió una sombra: alargada, con cuernos y alas rotas. Era un demonio de clase alta, oculto tras un velo de oscuridad. Su voz era como miles de insectos zumbando al mismo tiempo.
—Cardenal… ¿invocarme otra vez? ¿Tan débil te has vuelto… humano?
Myros no tembló. Le ofreció su mano, y la criatura lamió la sangre de su anillo.
—Te ofrezco el alma de un verdadero portador de luz. Un paladín nacido fuera del ciclo, reencarnado sin marca de pecado. Su muerte… me dará poder para romper el sello del Sepulcro Eterno.
El demonio rió. Una risa que hizo temblar los muros sagrados.
—¿Y si falla tu ejército de cobardes? ¿Y si su luz purifica incluso a los tuyos?
El Cardenal levantó un dedo, como si estuviera regañando a un niño.
—Por eso no he enviado solo hombres. He enviado a la Piedra Negra, mi creación. Aquello que ni siquiera tú pudiste corromper del todo. El cruzado inmortal. El Santo sin alma.
La criatura se tensó. Incluso los demonios temían ese nombre.
—…¿Lo has liberado?
—Sí —susurró Myros, con una sonrisa torcida—. Caelum será aplastado no por el pecado… sino por el símbolo de su misma fe.
Detrás de él, una puerta se abrió con un crujido. Un hombre entró. Alto, imponente, cubierto por una armadura negra como la noche, con una cruz tallada a fuego sobre el pecho.
Sus ojos estaban vacíos. Sin iris. Sin humanidad.
—Orden número 17 —dijo el Cardenal—. Encuentra al hereje. Trae su cabeza… o su alma.
El cruzado oscuro asintió sin palabra alguna y se desvaneció en el aire como una sombra sólida.
Myros volvió al altar. Se cortó la palma y dejó que su sangre cayera sobre la grieta.
—Caelum… no eres un héroe. Eres una falla. Y en este mundo… no hay lugar para los errores.
Y entonces, desde el fondo del abismo, cientos de ojos comenzaron a abrirse… uno por uno.
La caza había comenzado.
#707 en Fantasía
#469 en Personajes sobrenaturales
rencarnacion, fantasia angeles y demonios, fantasia epica magia
Editado: 13.04.2025