La lycoris que nació esa tarde de diciembre

QUERIDA HERMANA

Sonia asesinó a su hermana. Esa fue la noticia que se esparció rápidamente entre los conocidos de la occisa, y no se podía esperar menos luego de que todos los vecinos del conjunto residencial salieran de sus casas para ver cómo se llevaban a la única sospechosa hasta el auto y partieran hacia la unidad de fragancia en medio de los murmullos e insultos de aquellos testigos.

¿Motivos? Según los vecinos tenía muchos, después de todo, Sonia vivió a la sombra de su hermana menor.

 

Sonia era el tipo de personas que se ponía los auriculares aun cuando no estaba escuchando música y huía de los trabajos en grupo con una expresión desagradable y un lenguaje hiriente. Entonces, ella se había convertido en uno de esos maleantes de los que alguna vez se quejó por televisión. En ese momento parecía fuera de si, como si aún no lograra asimilar lo que sucedió esa tarde, no era para menos. Alessia, su hermana menor, murió esa tarde.

 

La tenue luz central de la habitación le permitió ver sus manos llenas de sangre entre sus largos y desalineados cabellos quemados por el decolorado y el tinte barato que usaba. Giró sus manos desconcertado para percatarse que incluso bajo sus uñas había rastro de esa mancha roja. Su ropa corrió con la misma suerte, pero a pesar de esa imagen desoladora, no lograba unir las piezas. Por un momento, llegó a pensar que estaba herida y se tocó el abdomen y terminó por soltar el aire que contuvo por el miedo. Por su mente lo único que paso fue saber quién era el dueño de esa sangre y porque la tenía ella.

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Por primera vez, luego de algunas horas, empezó a mirar a los lados, buscando una respuesta a todas las interrogantes que cruzaban por su cabeza, aunque su mirada se quedó fija en el vidrio frente a ella. Entreabrió su boca para pronunciar palabra alguna pero el sonido de la chapa de la única puerta en la sala le hizo girar apenas la cabeza.

Dos agentes entraron y uno de ellos, una mujer, se sentó frente a ella y dejó una carpeta entre ellas antes de abrirla y girarla para que pudiera ver la información que allí se encontraba.

 

—Sonia, ¿por qué no nos cuentas lo que pasó? ¿Le fuiste a suplicar una vez más que dejara al hombre que amabas? ¿Fuiste a cumplir tu amenaza, la del día del compromiso?

 

Los ojos de Sonia parecían querer salirse de sus órbitas cuando vio la foto de su hermana, su pequeña hermana. Acercó sus manos, esposadas para tomarla y acercarla a ella.

En ese momento imágenes dispersas acapararon su mente, las palabras parecían haberse atorado en su garganta entre sonidos de ahogo y su visión se nubló ante las lágrimas que empezaron a fluir.

 

—No… Ella no…—sus labios lograron escupir esas palabras antes de bajar la mirada—. Ella…

 

—Ella está muerta ahora—respondió la agente—. Alessia Castellanos fue asesinada con el arma blanca que encontramos en sus manos, sabe, seré muy franca con usted.

 

 

La agente hizo una breve pausa mientras tomaba la fotografía y mostraba otras que guardaba en la carpeta. Repartió el grupo de fotografías sobre la mesa, era una breve reconstrucción de la escena del crimen.

Sintió un dolor en el pecho como si aire le faltaba, empezó a llorar en silencio como lo venía haciendo desde hace años, aunque sus manos temblorosas empujaron la mesa, no quería ver esas fotografías, aunque el policía que estaba con la agente la tomo bruscamente de la coleta improvisada que se había hecho y la forzó a mirar las fotos. La agente le hizo una seña para que la soltara, tal vez porque la expresión de Sonia parecía de horror o de vergüenza ante  lo que supuestamente había hecho, aunque la policía solo veía claros signos de culpabilidad.

 

La sala de su casa parecía una escena de terror al estilo gore, un improvisado río de sangre que iba desde el cuerpo hasta la rejilla de la puerta principal. Un camino hecho por pisadas de la suela de sus zapatos y el cuchillo junto al cuerpo. Y el cuerpo, era como un auténtico cernidero humano. A simple vista se podían contar quince puñaladas, pero la autopsia estaba en proceso así que fácilmente el número podría aumentar.

 

 

—¿Tanto era el odio que sentías por tu hermana? —la agente comenzó con su interrogatorio—. Entonces, Alessia debió hacer hacerte algo muy malo para que quisieras acabar con ella.

 

—¡No la odiaba! Yo… Era normal que las hermanas tuvieran diferencias… Ella tenía su vida…Éramos muy diferentes…

 

—Ella tenía la vida que tu deseabas. 

 

—¡No es así! Nosotros no tenemos ni punto de comparación… La quería, ella es lo único que me queda… que me quedaba de mi padre.

 

—Mira, te daré el privilegio de dudar de las circunstancias. Aunque, siendo sincera, todo apunta a ti, lo único que podría salvarte es que haya otras huellas en el cuchillo, pero… ¿Realmente habrá otras huellas? Has estado sentada allí durante cinco horas y en ese tiempo hubo una fila de personas que vino a testificar en tu contra. Convénceme que todas esas personas e incluso tu madre conspiraron para hundirte en la cárcel. Todos ellos trajeron pruebas de ataques, de insultos e incluso sabotaje de tu parte… Ya faltaba un día para el matrimonio de Alessia y… Damián Sarmiento, seguramente estabas desesperada— aun cuando dijo que la comprendía parecía más que se estaba burlando, esa media sonrisa llena de desprecio antes de cruzarse de brazos—. Realmente, ¿eres inocente?

 

—Ella tenía todo lo que alguna vez desee, lo confieso—se hizo un nudo en su garganta al tratar de contener las lágrimas—. Yo llegué a su casa para decirle que no iría a su boda… Fui después de clases… Estoy perdiendo materias por asistencia así que no podía faltar más e incluso tenía dinero extra para el taxi. Yo entre a la casa luego de tocar el timbre un par de veces y las cortinas estaban cerradas así que no podía ver adentro. La puerta estaba sin seguro y entré… Y ella estaba allí…En el piso…




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