La lycoris que nació esa tarde de diciembre

DESTINO

Sus miradas se cruzaron en medio de un incómodo silencio. Sonia intentó formular palabra alguna y se levantó para sacar dinero de su bolsillo y dejarlo en la mesa, contó rápidamente lo que costaba el postre y tomó el teléfono que había dejado sobre la mesa para irse.

 

Estaba actuando como alguien torpe pero no podía concentrarse si estaba pendiente de los movimientos de esa persona que no se terminaba de ir o terminaba por hablar y decir que mierda quería.

 

—Eh…Lo siento. Me dijeron que esta mesa estaba libre y me acerqué.

La voz de ese sujeto era amable, aunque su mirada era fría y daba cierto escalofrío. Fue allí cuando recién notó que tenía un teléfono en la mano, entonces aquellas palabras que escuchó no eran para ellas y sintió como si el alma le volviera al cuerpo.

Tomó una gran bocanada de aire y volvió a sentarse, incluso había dejado de pensar.

—No te preocupes…Es que mi acompañante se fue, tal vez se equivocaron.

El sujeto de cabellera negra y ojos del mismo color sonrió, y terminó por sentarse frente a ella, dejando su abrigo a un lado de la mesa y tomó la carta que había dejado Damián, empezó a revisar esta y llamó al mesero.

—Pues a ambos nos dejaron plantados así que, podemos acompañarnos… Porque realmente me estoy muriendo de hambre.

 

Sonia no pudo evitar soltar una carcajada ante ese comentario y asintió, ciertamente no le molestaba tener compañía, tal vez le haría mejor conversar con alguien y evitaría que siguiera viéndose miserable ante los demás, o al menos eso creía.

 

Su pedido llegó y lo comió en silencio, ni siquiera levantó la mirada hacia su acompañante. Ciertamente sentía que había exagerado al actuar de esa manera, la charla con el maldito de Damián la había dejado nerviosa y paranoica ante cualquier cosa.

Además, era probable que el idiota ese tuviera ideas infundadas por la insoportable de la madre de Alessia, esa mujer la odiaba desde el momento en que la vio y se había encargado de destruir su vida por pedazos, para que al final se volviera en lo que era.

 

—Qué mujer tan vulgar…

 

Chasqueó su lengua y apretó sus puños antes de apuñalar lo que quedaba del flan.

Estaba tan inmersa en sus pensamientos que solo el chasquido de unos dedos frente a sus ojos la hizo soltar la cuchara y dio un brinco en su sitio.

 

—¿Qué pasa…?

Preguntó con cierta molestia, pero la sonrisa de ese sujeto hizo que se relajara un poco.

—Parecías muy enojada con el flan, me preocupé.

—No estoy enojada… Solo estaba divagando.

—Parece que eres de esas personas que piensan mucho las cosas, una persona analítica, tal vez.

Frunció apenas el ceño, desconcertada por su comentario, pero solo asintió, ¿qué más daba darle la razón a un desconocido?

—Si, ¿por qué darle la razón a un desconocido?

—¿De qué hablas…?

—No sé, seguramente alguien pensaría eso. En todo caso, ¿crees en el destino?

Ella se cruzó de brazos con cierta incomodidad y solo negó.

—Eso que llaman destino son solo las consecuencias de nuestras propias decisiones… Solo eso.

—La mayoría de las cosas que ocurren están destinadas a pasar y lo que ocurre se llama destino. Entonces, ¿No crees que es posible cambiar parte de esas cosas? Un solo acontecimiento puede cambiar toda la historia, una palabra puede cambiar el sentido de lo que se quiere expresar… Y tú, ¿qué quieres expresar?

Una sonrisa en el rostro de aquel hombro hizo que empezara a dudar sobre la presencia de ese tipo allí, tal vez era parte del plan de Damián, pero si a eso quería jugar no estaba del todo mal seguirle la conversación.

—Que tengo miedo, estoy desesperada…Como cualquier otro estudiante universitario. No sé que buscas al final de esta conversación…Mírame bien, soy la muestra clara de alguien que vive angustiado día a día.

—Creo que el problema es otro. Tienes una mirada desesperada, puedo sentirlo. Pero te seré sincero, vives a destiempo. Sabes lo que ocurrirá en cinco o seis meses, tienes tus pensamientos allá, pero te olvidaste de vivir el día a día. Mira a tu alrededor, pasan más cosas de las que tus ojos pueden ver; si tan solo dieras un paso a la vez, podrías llegar hasta navidad.

—No entiendo a qué te refieres.

—Tienes la oportunidad de vivir el “qué hubiera pasado si”, toma diferentes decisiones, experimenta y puede que encuentres lo que está mal antes de diciembre.

El hombre levantó la mano para llamar al mesero y pedir la cuenta, aprovechó ese pequeño momento en que sus palabras desubicaron a Sonia. Ese sujeto parecía conocer todo lo que estaba pasando en su vida, ¿acaso le estaba tratando de decir algo?

El sujeto pagó ambas cuentas aun cuando él no había probado su platillo y solo de levantó para irse.

—¿Quién eres…? — ella preguntó al tomarle de la manga del abrigo— ¿Cómo dices eso con tanta facilidad…? ¿Qué es lo que sabes?

—¿Yo…? Es gracioso que lo preguntes ya que tu sabes perfectamente la respuesta.

Él le tomó de la barbilla y dejó un beso en su frente antes de hacer que lo soltara. Ella se levantó para ir tras él, pero una mesera se chocó con ella, haciendo tambalear el contenido de los vasos que llevaba.

Volvió su mirada al pasillo entre las mesas que llevaban a la entrada y ese sujeto ya no estaba. Salió abruptamente y miró en ambas direcciones, pero no había nadie que se le pareciera.

 

Llevó sus manos a las mejillas, dándose leves palmaditas en estas para reaccionar, era imposible que alguien desapareciera tan rápido, además a esas horas esa zona estaba casi desolada. Corrió al balcón cerca de las escaleras eléctricas y se asomó para ver si tal vez ya había bajado, simplemente se esfumó.

Retrocedió un par de pasos y respiró profundo. Tal vez ese tipo solo era un charlatán y sus “predicciones” solo eran casualidades. Tenebrosas casualidades.




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