La lycoris que nació esa tarde de diciembre

¿ES UNA PROMESA?

¿Cómo había podido decirle eso sin pensarlo previamente? Aquello dejó desconcertado a su hermano, pero lo relacionó rápidamente a la horrible experiencia que acababa de experimentar. No podía evitar sentir culpa ante el cuerpo tembloroso de su hermana.

Acarició el cabello y la espalda de su hermana, parecía un pequeño cachorro que siempre había pedido a gritos un poco de atención, una señal de que no estaba sola en el mundo de que no importara lo que sucediera, siempre podría correr a sus brazos.

El problema es que nunca se habían dicho lo que sentían y ahora solo se sentía como si un gran vacío los separara.

 

—No permitiré que vuelvas a morir.

Murmuró su hermano luego de un largo silencio.

—No lo entiendes… Cada vez se vuelve más doloroso. Cada vez que pasa me aferro más a la vida, a que quiero seguir viviendo…

Ella mismo quedó desconcertada ante sus palabras y se separó de su hermano.

 

¿Cada vez que moría? Una horrible sensación la invadió, era como si no fuera la primera vez que estaba en la cama de un hospital, esa sensación nauseabunda de estarse pudriendo le provocó arcadas que no pudo controlar incluso si cubrió su boca.

Su hermano llamó a la enfermera, la palidez volvía a su piel y la desesperación por querer arrancarse la intravenosa la alteró, parecía tan difícil sacarse la cinta que sostenía la aguja.

 

Podía saborear el vomito en su boca, sus mejillas estaban infladas y se estaba ahogando en sus propios fluidos. Cuando se vio libre de la aguja se bajó de la cama y corrió al baño como si su vida dependiera de ello, azotó la puerta tras de si y vomitó todo lo que pudo, incluso el sabor amargo la hacía vomitar hasta el punto de lastimar su garganta.

Restos de sangre quedaron en el váter que cerró una vez pudo respirar bien, apoyó su cabeza sobre el váter y cerró sus ojos. Su respiración estaba débil, apenas podía mantenerse despierta por el cansancio que sentía. Eso significaba que realmente había sido grave lo que sucedió. No imaginaba que consumir antialérgicos resultaría tan grave, no habían sido muchos o tal vez no habían sido muchas cajas

 

«Incluso si hubiera querido suicidarme no hubiera funcionado»

 

Abrió apenas sus ojos y jaló la cadena del váter antes de levantarse y lavarse la boca, tomó la toalla y se secó el rostro antes de salir y solo dirigirse a la cama. Se recostó con cuidado sin ser capaz de mirar a su hermano y solo se puso en posición fetal.

 

—Estoy bien…

Mencionó con un hilo de voz y solo sonrió para si misma. Se estaba volviendo en una mentirosa experta.

—Dicen que es normal por el lavado gástrico, solo debes hidratarte y tratar de comer sólidos, aunque en comidas ligeras.

—Le das recomendaciones de alimentación a una estudiante de arquitectura que apenas y puede con su vida. El chiste se cuenta solo.

—Ya me imaginaba que no estabas comiendo bien por eso irás a mi casa.

—Ya vivo en tu casa…

Ella se giró apenas antes de sacarle la lengua.

—Conmigo y mi esposa. Ya tenemos las cosas listas, pedí un permiso médico para tu recuperación así que no tienes que preocuparte de nada.

Aquello hizo que su corazón latiera mas aprisa, no era una taquicardia, solo era felicidad. Así se sentía ser feliz por un día.

—Me voy a atrasar.

—Pues te ayudo en lo que quieras, pero vas a descansar, luego iremos por algo de ropa, el resto lo tienes en mi casa, puedes pasarte tus minivacaciones viendo series.

—¿No deberías irte a trabajar…? Sigues siendo parte de la clase obrera.

 

Recibió un golpe de su hermano y frunció el ceño, pero entendía que así era como él se expresaba cuando no sabía que decir.

De todas maneras, el alta hospitalaria la recibiría recién en la tarde así que pasaría el día en el hospital. Se quedó sola luego de que su hermano se fue a trabajar, pero a pesar de estar en el hospital y de esas sensaciones horribles que sentía, se sentía a salvo.

El desayuno y el almuerzo realmente fue desabrido, hasta podría causarle más nauseas, pero el postre estaba delicioso, aunque solo era gelatina de fresa.

Cuando vio a su cuñada la abrazó con todas sus fuerzas, era como si las fuerzas le fueran devueltas y no era para menos, ella podría alegrar el día mas gris con una sonrisa. Se sentía afortunada por ser querida por alguien así.

 

Ellas tenían casi la misma contextura por lo que su cuñada no dudó en prestarle ropa para poder salir y luego pasar a recoger sus cosas.

En el bolso había un vestido negro de mangas largas que posiblemente le llegaría a las rodillas y unos zapatos bajos del mismo color. Realmente le encantó el vestido y se fue de inmediato al baño para ducharse, fue como quitarse diez años de encima. Incluso podría sentirse joven y bonita por un momento.

Se puso el vestido, aunque no había depilado sus piernas, no se avergonzaba de ello, mas bien le parecía gracioso y con tranquilidad se sentó en la cama para cepillar su cabello, pero su cuñada insistió en hacerlo.

Era extraño, nadie había cepillado su cabello desde que su mamá enfermó. Empuñó sus manos y cerró sus ojos. Ella había cepillado su cabello varias a su madre cuando estaba internada, era como si fuera una muñeca, inmóvil. Percibió el recuerdo del perfume de su madre.

 

—La cuenta del hospital…debe ser alta, ¿verdad? —Su voz se volvió tímida y se giró a su cuñada antes de tomar su mano—. No me odies…

La sonrisa de su cuñada era tan dulce que no pudo evitar llorar.

—No te preocupes por eso, lo más importante es tu salud… Además, la familia siempre estará sin importar las circunstancias.

—¿Es…una promesa?

—Lo es…

 

Tenía la necesidad de escuchar que en el peor de los escenarios ellos estarían para defenderla, que podría llamarlos a pedirles ayuda, aunque claro, un intento de suicidio era nada en comparación ante la humillación de tener a una asesina en la familia.




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