La lycoris que nació esa tarde de diciembre

EXCUSAS

Ni siquiera sabía cómo logró convencer a su cuñada luego de ese ataque de histeria, incluso mentirle a su hermano. Aunque para ellos fue más como una secuela del susto, estar en el hospital luego de casi morir y enterarte de eso debió ser un acontecimiento traumante, más bien, enterarte que no era la primera vez que moría.

 

Por vergüenza, ya no se sentía capaz de pasar más tiempo con ellos, aunque también quería regresar a la casa. El fin de semana que se cumplió su semana de reposo les agradeció y volvió.

Luego de tantas atenciones y mimos, se sentía sola. No lo había visto antes, pero se sentía tan sola, fría y tan grande la casa, más de lo que recordaba.

 

Tomó una ducha y solo se recostó en la cama, quería olvidarse de esa sensación que la estaba carcomiendo desde hace días.

Si había muerto más de una vez podría estar metida en una especie de bucle temporal del que no sabía absolutamente nada y no había pedido.

 

—… ¿crees en el destino?

 

Esa pregunta cruzó por su mente tan deliberadamente que todos sus otros pensamientos se dispersaron.

 

—Ese hombre… ¿lo sabía?

 

Recordó al hombre con el que se encontró en el restaurante. Ese sujeto hablaba como si supiera cosas que ella mismo ignoraba. En esa charla, claramente estaba hablando de lo acontecido en diciembre, sabía que lo que estaba haciendo ella y como se estaba estresando por eso.

 

Entonces, no era tan descabellado que pensara que el hombre era el mismo que apareció en su sueño antes de que todo ese caos se formara. La contextura era la misma, no había duda alguna, la voz podría ser, pero al final, todo podría producto de su imaginación. El medicamento que había estado tomando como si fuera caramelos podía producir alucinaciones.

 

«Ojalá todo fuera una alucinación…» pensó, se sentía tan débil y cansada. Su vida anterior era una mierda completa, pero al menos, era tranquila.

Hubiera preferido morir en la ambulancia antes de tener que enfrentar a sus compañeros y al profesor. El de bioclimática era como una piedra en el trasero, lo odiaba tanto, pero lo amaba por como explicaba su clase, aunque tenía un mal presentimiento de volver.

Presentó el historial clínico en la secretaría de la universidad y solo tendría que esperar hasta que se lo aprobaran. Incluso la secretaria le miró confundida por lo que decía, no entendía como eran relevante decir “afección cardiaca por sobredosis de medicamentos”. Cualquiera que leyera ese documento y tuviera cuatro dedos de frente podría leer entre líneas.

 

Volvió luego de algunas horas y tomó el papel con el sello y la firma, ahora solo tendría que ir con el monstruo de bioclimática y justamente a esa hora debía entrar. Se encontró con Kevin en el pasillo y solo se saludaron con un gesto de manos, era más común eso a pesar de llevarse tan bien.

Se sentaron en la primera fila, todos los aparatos electrónicos debían estar apagados a menos que el profesor dijera la contrario. Ese hombre prepotente entró como siempre y empezó a tomar lista, aunque su aula de clases no es que estuviera llena, solo eran 15 estudiantes que se habían atrevido a probar suerte con ese hombre.

Estaba lista para alzar su mano cuando le nombraran, pero se lo saltó. Esperó pacientemente y al final, decidió hablar.

 

—Arquitecto, Castellanos está presente.

Su voz temblaba, nunca había sido tan directa con ese hombre y más por su mirada fría y esa sonrisa burlona.

—Vaya, luego de tanto decide presentarse. Ya había notificado que la quitaran de la lista, creí que se había cansado de estudiar y se había ido de vacaciones.

Toda la tranquilidad que había canalizado se fue a la mierda. Forzó la sonrisa más hipócrita que tenía y estiró sus manos sobre la mesa. No debía mandarlo a la mierda, pero se estaba volviendo en algo muy difícil.

—Me hubiera encantado irme de vacaciones, lo confieso. Pero mi ausencia se debe a algo más aburrido pero el decanato ya está notificado.

—¿Su vagancia fue justificada? Vaya, el descaro es grande.

Él se reía y algunos de sus compañeros le siguieron el juego, esos malditos nunca fueron amables y no se sorprendía de la reacción.

Abrí la maleta y saqué la solicitud firmada con el certificado médico y lo dejé en la esquina de la mesa.

—Lamentablemente, mi vagancia aun no tiene justificación, sin embargo, solo me justificaron el infarto y la sobredosis de medicamentos. Hasta incluye una reanimación en la ambulancia.

La sonrisa del profesor se desvaneció al igual que las risas de sus compañeros que se volvieron en murmullos incómodos, pero cualquier cosa era mejor que las risas.

—…Ya veo—dijo finalmente ese sujeto—. Trata de ponerte al día.

Corrigió la asistencia en su hoja y continuó la clase como si nada hubiera pasado, y ella sentía que en cualquier momento le daría un infarto. Nunca había confrontado a un profesor, se sentía tan asustada que solo terminó recostándose sobre el escritorio mientras tomaba a nota.

 

En un momento, sintió unas palmadas en su cabeza. Sabía que era Kevin tratando de reconfortarla. Se giró apenas hacia él y le sonrió ampliamente, realmente él hacía que el día a día no se sintiera tan mal.

 

Cuando la clase acabó se levantó, tomó sus cosas y salió. Se quedó afuera esperando a Kevin mientras sus compañeros le veían, pero no se atrevían a decirle algo, seguramente porque esperaban una respuesta grosera de parte de Sonia, y no estaban equivocados.

Cuando Kevin salió caminaron por el pasillo en silencio, ninguno se atrevió a decir algo hasta que sintieron que era seguro, en el mismo pasillo vacío, se sentaron y por fin pudo tomar una gran bocanada de aire antes de pasar sus manos por su cabello y despeinarse.

 

—Acabo de firmar mi sentencia de muerte académica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.