La lycoris que nació esa tarde de diciembre

DESPIERTA

Su cuerpo se sentía tan pensado, era como si algo estuviera aprisionándolo. Creía haberse movido pero la realidad era muy distinta. Estaba aprisionada entre el asiento del copiloto y el trasero, intentó ver sus manos, pero costaba tanto levantarlas, incluso cuando estaban atadas y descansaban sobre su abdomen.

Abrió su boca y tomó una gran bocanada de aire antes de volver a su inútil intento de moverse.  Las luminarias golpeaban con fuerza a sus ojos, eran como destellos irritantes que aparecían cada diez segundos o menos. Por la forma en que se sacudía el auto creía que iba muy rápido pero fuera de eso, no podía ver nada más. Era tan cansado ver las luces que solo cerró sus ojos. Era como encerrarse en una caja oscura donde solo podía escuchar la voz de quien manejaba, estaba la radio o el teléfono en altavoz, no estaba del todo segura pero esa voz era tan familiar pero no lograba descifrar quien era.

 

Ciertamente el verano tenía noches frías pero esa noche hacía más frío de lo normal, era como estar en una habitación bajo cero, o tal vez solo estaba exagerando, pero su cuerpo definitivamente estaba fibrilando.

Por momentos su panorama se volvía completamente negro, era difícil mantener la consciencia, pero no lograba conectar nada de lo que estaba pasando, ni lo que pasó antes de despertar.

 

El auto ya no estaba en movimiento, las voces no se oían, pero solo había una luz golpeando su rostro insistentemente. Acercó su brazo para cubrirse, parecía que habían movido uno de los asientos delanteros dándole algo más de libertad. Intentó reincorporarse y subir hasta el asiento, la suavidad de estos se sentía tan bien que, por un momento, no quería moverse.

Su visión aún se ponía borrosa, pero logró distinguir varios contenedores. Fue como si algo se reactivara en ella y se dirigió hacia la puerta contraria  para salir. Forcejeó con esta, parecía trabada con algo aun cuando no tenía puesto el seguro. Retrocedió un poco y empezó a patear la puerta y el vidrio de esta, pero todo seguía igual, tal vez no tenía la fuerza suficiente para romperlo.

El seguro se quitó, reconocía ese sonido sin dudarlo y abrió la puerta de inmediato, pero sintió un halón de su cabello que la hizo gritar aun cuando no tenía fuerzas para ello. Llevó sus manos a las de aquella persona para que se detuviera, pero parecía ejercer más fuerza sobre su agarre.

La arrastró afuera del auto, intentó levantarse, pero sus rodillas y codos pagaron por aquel intento. Sentía como si le estuvieran arrancando la piel, sus gritos solo eran quejidos y lamentos porque no podía pronunciar palabra alguna sin embargo estos se silenciaron cuando logró visualizar a alguien parado junto al auto, simplemente viendo como la arrastraban al interior de ese contenedor.

—K…ah…é

Extendió su mano hacía aquella figura y por un momento, parecía que había reaccionado ante su llamado. Sin embargo, la ilusión se desvaneció junto a aquella figura cuando cerraron la puerta.

Su desesperación se detuvo cuando su cuerpo golpeó el suelo con fuerza, tal vez porque su cuerpo no puso ninguna resistencia por mantenerse de pie.

Arrastró su cuerpo hacia la puerta, pero sus dedos fueron pisados con tanta fuerza que parecía que los estaba rompiendo, con su otra mano golpeaba la pierna de esa persona antes de recibir una patada en el rostro.

Cayó bocarriba, su respiración era lenta. Era evidente que estaba cansada, ni siquiera el miedo que sentía era comparable con el dolor que estaba experimentando.

Vio nuevamente esos zapatos brillosos, ahora manchados de sangre. Escuchó como esa persona había empezado a caminar por el lugar y por momentos parecía alejarse. Recordó esos zapatos brillantes, el nudo ridículo de sus cordones y ese traje rayado. Recordó su encuentro en la parada, los golpes y la sangre.

 

Abrió su boca para pronunciar ese maldito nombre, pero se arrepintió. Era como llamar a la muerte y aunque sabía que iba a morir, necesitaba buscar la forma de que en algún momento alguien sospechara de él.

Si se iba a morir, lo haría luchando hasta el final.

«Desgraciado»

Pensó con tanto odio que se mordió el labio con fuerza hasta saborear su propia sangre, quería enfocar el dolor en otra parte de su cuerpo y era forma de mantenerse despierta.

Empezó a toser ante ese sabor metálico mientras intentaba sentarse y mirar el lugar. No había luz natural y los pocos focos iluminaban partes muy específicas. Podría ser un contenedor de cuatro o cinco metros de ancho, de largo tal vez unos diez, así que posiblemente podrían estar en el puerto, al sur de la ciudad.

Si eran como las ocho de la noche, el tráfico en el camino debió ser pesado por lo que el viaje en el auto debió durar al menos, dos horas.

Llevó sus manos a su cabeza para ver la sangre que estaba perdiendo, tal vez el cabello evitó que se desangrara en el camino o ya había perdido una cantidad considerable en el auto. Había estado inconsciente casi dos horas si es que no era más tiempo.

 

Intentó reincorporarse, pero volvió al suelo. Miró en dirección a la puerta, había una pequeña luz cerca de esta.

«¿Quién es Kahé…?»

Un momento de lucidez llegó a ella, la persona a la que llamó antes de que las puertas se cerraran, ¿se llamaba así? Era imposible. Podría jurar que ese sujeto era el charlatán y el tipo de su pesadilla.

Si el tipo era real podría sacarla.

Miró nuevamente hacia la oscuridad del final y se levantó, lazando su cuerpo hacia adelante y empezó a golpear la puerta con fuerza, debía guardar fuerzas para gritar, pero no lograba controlarse por la desesperación.

—¡Sáquenme!

Gritó con fuerza, seguido de golpes contra la pesada puerta de metal. Se giró apenas para ver que Damián no estuviera allí, pero una bolsa negra cubrió su cabeza y golpe en el abdomen le hizo perder el aliento. Cayó de rodillas, sabía que le estaba diciendo algo, pero no lograba entender, había un chirrido en su oído que no podía quitarse por mas que sacudiera su cabeza.




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