La lycoris que nació esa tarde de diciembre

SORPRESA

Dos días después, la casa, que de por sí no era tan grande, se llenó. Ni siquiera entendía cómo podía entrar tantas personas y como la sala se transformó en un vestidor completo. Tal vez a Alessia se le habían pasado por alto avisarle que ese día harían una sesión de fotos previa a la boda.

Habían llegado tres vestidos, el del día de la boda, el de Sonia y el vestido para la sesión de fotos. Era completamente distinto, seguía siendo de encaje, pero el corte era más delicado, como uno de esos vestidos tradicionales que salían en la tele.

Empezaron como a las ocho de la mañana y terminaron casi al medio día, al menos ese día no tuvo que cocinar para tanta gente, Damián había mandado un servicio de buffet para todo el personal.

Lo importante es que desde la esquina del sofá podía controlar absolutamente todo. Veía gente subir y bajar, entrar y salir. No le molestaba, más bien, era un poco divertido ver tanto ajetreo al menos eso le daba una idea de lo que pasaría el día de la boda, era un buen ejercicio de paciencia.

 

Cuando todos terminaron, Alessia se veía como un ángel caído del cielo. Estaba consciente que las novias se veían radiantes, pero no entendía la magnitud de esa sensación.

Decidió acompañar a su hermana, era una buena oportunidad de cuidarla y de ver como hacían la sesión de fotos. Aunque Alessia estaba feliz no podía dejar de disculparse una y otra vez por no avisarle a tiempo, pero bastó decirle que lo más lindo de la invasión era verle radiante y feliz.

Se tomaron de las manos, a veces tomarse de las manos con ciertas personas era suficiente para transmitir lo que sentían. Era como el asunto de las almas gemelas, aunque Sonia sentía que su alma gemela ya se había ido lejos.

 

Se sorprendió cuando el auto salía de la ciudad, era como una innata alerta de peligro que se había activado en ella.

—¿Dónde vamos…?—se acercó a ella, susurrando— ¿No vamos para el hotel…?

Ella soltó una suave carcajada y acarició un poco el cabello de su hermana.

—Te asustaste, ¿eh?

—Pues obvio… Pero siendo sincera, ¿Dónde vamos?

—Tranquila… Vamos al parque histórico. Es que en esa lugar fue nuestra primera cita y…nos trae gratos recuerdos—sonrió avergonzada—. En ese tiempo, acordamos en que nuestra sesión de fotos matrimonial sería allí.

—Ustedes tienen gustos raros… Con razón se llevan bien.

A Sonia no le agradaba ese lugar, era la época húmeda lluviosa del año y seguramente habría mosquitos, a pesar de eso empezó a rascarse. No le agradaba la idea de ir, pero solo serían un par de horas.

—Trata de sobrevivir… Solo eran unas horas.

—Solo por ti… ¿Va? Y… ¿toda esa gente estará allí…?

—Algo así… Cariño, será divertido. Será en el jardín de las orquídeas…No habrá tanta cosa. Cada que dices eso solo viene el caos.

—No digas nada de eso…

Cuando llegaron, tal vez porque era domingo había más personas de las que había previsto. Aunque era evidente que por ser alguien de poder político y económico considerable, el lugar de la sesión estaría apartado de los demás.

Donde el auto se estacionó, había una alfombra que la llevaba a una hacienda de la época colonial que estaba dentro del parque. Básicamente, todo eso era demasiado exagerado. Solo vio como los asistentes que tenía Alessia la ayudaron a bajarse y la llevaron al interior de la hacienda que ahora era un museo.

Se bajó poco después y la siguió, era evidente que los medios de farándula ya sabían que estarían allí. No podía negar que era una muy buena estrategia de marketing para las personas que estaban interesadas en su relación, eso era como dos millones cada uno.

Allí, retocaron su maquillaje y acomodaron el vestido, su peinado seguía intacto a pesar del viaje de casi hora y media, pero al final todo parecía estar perfecto. Sonia no quería incomodar y se fue a una de las sillas de la sala de espera del museo. Por suerte, en su bolso tenía los auriculares y los datos de navegación que venían en el teléfono aun existían.

Mientras se armaba un caos allá afuera, ella disfrutaría del aire acondicionado y escucharía música. Su lista de reproducción era lo suficientemente amplia como para pasar un par de horas o más, lo incómodo sería la silla porque en algún momento tendría de pararse.

 

Con los auriculares, volvió a encerrarse en su pequeño mundo.

Entonces, ¿desde hace cuánto no escuchaba música? Ni siquiera se había percatado que sus artistas favoritas habían estrenado álbumes o sencillos nuevos, ni siquiera recordaba que le gustaba. Tal vez solo escuchaba por inercia, pero ella, definitivamente ya no era la misma.

 

En ninguna de las ocasiones, fue la misma.

Cada vez tenía más miedo y fingía ser valiente. Todo era una mentira que logró sostener muy bien. Había planeado que hacer hasta el día de la boda, pero luego, ¿qué pasaría? Luego todo sería como páginas blancas que ella misma tendría que llenar, aunque no quería, era cansado pensar en eso.

 

Sus ojos se estaban cerrados lentamente, había subido una de las piernas a la silla y, casi en posición fetal, se quedó dormida. La música se desvaneció en sus propios oídos y al final, solo era silencio.

Y el silencio, se rompió por una dulce voz.

Sonia sabía quien era. Kahé la llamaba.

Dudó en abrir sus ojos, aunque al final, cedió. Lo vio sentada junto a él. Quería hablarle, pero no sabía que decirle, a pesar de que estaba llena de dudas por todo lo que había visto y escuchado. Ese Kahé se veía distinto al que conocía en la vida real.

Se levantó con cuidado, quedó junto a él y tomó su mano, apretó un poco esta antes de reírse levemente. Su piel estaba fría, su rostro se veía un poco pálido.

—¿Estás enfermo…?—preguntó levemente—. Kahé…

—He querido verte y tocarte—interrumpió—. Ha sido cansado…pero cuando estás despierta pareces mucho más feliz.




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