La lycoris que nació esa tarde de diciembre

SIEMPRE FUE ELLA

Es la historia de un imperio muy lejano, rodeado de montañas donde el invierno duraba más de la mitad de un año. En ese imperio, vivía un emperador que gobernó desde los doce años con frialdad. Sin embargo, un día se enamoró de la hija del duque de Saint Albans. El corazón del emperador fue cediendo poco a poco ante la dulzura de esa muchacha. El nombre de ese emperador era Kadmiel.

Él estaba comprometido desde que fue coronado, su madre había mantenido oculto el nombre de su futura esposa, pero saber que ni siquiera podía elegir a quien amar mantuvo encendido una llama de odio en su corazón. Se juró a sí mismo no amarle y no tener descendientes con una mujer tan ambiciosa que se había dejado vender por su familia.

Él ya amaba a alguien, y ese alguien era la persona que mas odiaba.

Era el cumpleaños dieciocho del emperador y a la vez, formalizaría su compromiso y en pocos meses, se casaría.

Ante la mirada expectante de todos, el duque de Saint Albans presentó a su hija Noelle como la futura emperatriz.

Los ojos que una vez vieron a Noelle con amor, ahora la miraban con odio.

Kadmiel estaba convencido que todos estos años fueron un engaño total. Si el duque era tan amigable con su madre significaba que era un plan que se enamoran para que la estocada final no fuera tan dolorosa. Sin embargo, todo resultó peor de lo que se esperaba.

Noelle escribió muchas cartas para Kadmiel disculpándose por el compromiso, pero no hubo respuesta alguna, incluso cuando ella fue llevada al palacio imperial para la preparación de la boda él rechazó su presencia.

 

El día del matrimonio, llovió como no había llovido en años. Era como si el mismo cielo llorara lo que ellos no podían llorar.

Días después, la madre del emperador murió por una enfermedad que llevaba años atormentándola. Cuando el funeral acabó el duque de Saint Albans y su hijo mayor dispusieron del palacio como quisieron, manipulaban a una deprimida y ausente Noelle para conseguir lo que deseaban.

Noelle solo quería el amor de su padre y de su esposo, pero ninguno estaba destinado para ella.

Todos conocían la tristeza de la emperatriz, era algo que ni siquiera podía disimular. Ni siquiera compartían el desayuno, ella no tenía permitido ir al palacio del emperador ni presentarse en eventos púbicos o fiestas, solo era la muñeca que seguía guardada en un baúl. Aunque al emperador, nunca le faltaron acompañantes.

En el aniversario de su matrimonio, el emperador paseaba con mujeres frente a la emperatriz sin descaro alguno. Todos murmuraban y compadecían a la emperatriz, pero al final nada podía hacerse.

La emperatriz recibió una única orden: «Espera fuera de mi habitación toda la noche»

Noelle no era capaz de negarse porque en el fondo de su corazón, solo esperaba recuperar un poco del amor que alguna vez tuvo de Kadmiel.

Fue ingenua.

Soportó los gemidos y el cariño que su esposo le daba a una mujer en su habitación, fue testigo de una de las muchas infidelidades del hombre que amaba. No tenía fuerzas para irse ni para soportar esa humillación, ese dolor era como si arrancaran su corazón por trozos.

«¿Por qué?», pensó ella. Pero nunca hubo respuesta para sus propias dudas.

 

El emperador sabía muy bien como destrozar el corazón de la mujer que lo amaba. Antes no celebró el cumpleaños de la emperatriz y todos los sirvientes no lograron contener su sorpresa, pero sabían que nada bueno podía venir de él.

Una gran fiesta donde la nobleza estuvo invitada, el padre de la emperatriz y su hijo servían de anfitriones y creían que por fin habían conseguido el poder del imperio.

El emperador presentó el regalo que había preparado para la emperatriz, presentó ante todos a Lady Izaro, una mujer hermosa sin lugar a duda. Su cabellera tan blanca como la nieve del imperio impresionó a todos, sobre todo al saber que era hija de la última dama sagrada del imperio vecino, una mujer que tenía el “don de dios”. Eran como el día y la noche, Izaro llena de vida y la emperatriz, de dolor.

Los invitados no pudieron evitar compararla con la emperatriz, ciertamente la belleza de Lady Izaro no era de este mundo y era normal que el emperador se haya fijado en ella, y lo que todos sospechaban, se cumplió. La convirtió en su concubina y pronto le daría el título de reina.

Ni siquiera la emperatriz fue capaz de contener las lágrimas, pero nadie las notó a excepción de Izaro.

 

Lo que pudo ser una hermosa fiesta se convirtió en un caos. El padre de Noelle armó un escándalo que a la larga desencadenó el fatal destino de su familia.

Ese hombre usó a su hijo para envenenar a Izaro y al emperador, pero sus planes fueron saboteados por Noelle. Kadmiel cegado por la ira y por la salud de su reina, ordenó que el duque y sus hijos fueran encarcelados.

La muerte era su destino, sin embargo, Noelle cargó con todo el peso de los pecados de su familia. La ira del emperador aumentó, era algo que no lograba explicar, pero quería desquitarse con ella. Para Kadmiel, fue una declaración de guerra.

Liberó al duque y a su hijo luego de varios días, luego de eso huyeron del lugar. Ahora Noelle estaba a merced del emperador que no dudó en cobrar venganza y consumó ese matrimonio violentamente, lo hizo hasta cansarse y luego mandó a la emperatriz a su palacio, encerrándola en su habitación.

Pasó meses encerrada hasta que Lady Izaro decidió visitarla a escondidas. Para ella, que solo quería ser amiga de la emperatriz, le dolió el alma al verla en ese estado, sumergida en una profunda tristeza y llevando en su interior al heredero del imperio.

«Lo lamento, su alteza» suplicó Izaro, de rodillas ante la emperatriz.

Pudo esperar golpes o insultos, sin embargo, una mano amiga se acercó a ella para que se levantara.

«Pronto serás la emperatriz, te pido que hagas inmensamente feliz a su alteza. Él más que nadie merece ser feliz y amado», las palabras de la emperatriz la confundieron. Ella debía odiarla e incluso hubiera aceptado insultos o humillaciones, sin embargo, ella era amable aun cuando su mirada era de inmensa tristeza y dolor.




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