Un Mes después
Apenas había pasado un mes desde que Alison se había enterado de que se casaría, pero allí estaba, nuevamente estaba frente a su espejo preparándose para un nuevo día, solo que este día se llevaría a cabo su boda. Alison llevaba un vestido blanco, no era un vestido de novia, y ya lo había usado varias veces, pero era una vestido blanco y con él se casaría, no tenía más opciones, su cabello estaba trenzado de forma en la que se veía con volumen y fue decorado con algunas mariposas blancas para hacerla ver más delicada, además los guantes; negro de encaje con mariposas bordadas era lo que más llamaba la atención de ella, para Alison todo eso era una broma de mal gusto por lo que no se propondría a casarse completamente de blanco como le habían ordenado, después de todo esa boda no era algo demasiado importante para ella, era más bien un funeral disfrazado de fiesta.
–Ya está lista señorita–Alison se puso de pie y tomó el ramo de flores violetas que le había preparado para después junto a su única doncella bajó las escaleras de la casa, y caminó hasta la puerta donde se encontraba el conde de esa casa, para despedirla, o más bien para asegurarse de que no escaparía y si subiera al carruaje que la llevaría hasta su destino, la iglesia.
El conde que ese día dejaría de ser su suegro y se convertiría en una sombra de su pasado la esperaba en la puerta con una sonrisa satisfecha, estaba feliz por deshacerse de esa carga y Alison sabía eso ese último vez se había dedicado a dejarle claro cómo debía comportarse con el Duque, y qué cosas podía y cuales no decirle, además de dejarle claro que si quería seguir con vida debía ser una esposa sumisa y nunca, pero nunca debía desobedecer al duque o a sus hijos, ella era lo que menos valdría en la casa del Duque Bedford.
–Espero que recuerdes bien lo que te dije, calladita te ves más bonita–las palabras del Conde estuvieron acompañadas de unas palmaditas en el hombro de Alison que no miraba al hombre y solo mantenía una mirada seria hacia delante, no deseaba ver una última vez ese rostro que tanto le desagrada.
–Ya es hora–fue lo único que dijo para seguir con su camino, deseaba que toda esa tortura empezara y acaba cuanto antes.
–recuerda que, si te divorcias estarás en la calle, ya no eres más mi responsabilidad
–Le aseguro que, si eso pasa, usted sería el último ser al que yo acudiría, me voy.
Subiendo al carruaje que la llevaría hasta su destino, y Aisha; su doncella la acompaño, ella sería lo único que se llevara de esa casa, además de su ropa, ya que incluso sus recuerdos allí eran malos, no hubo ningún día en esa casa que se sintiera totalmente a gusto y eso era algo a lo que ya estaba acostumbrada ya que incluso cuando tenía su casa propia, junto a su fallecido esposo ella se sentía como una extraña atrapada en una jaula, era como si nadie estuviera para ella y solo Aisha la asistiera, además que las humillaciones de su fallecido esposo la hicieron menos favorable para sus antiguos empleados, ella en esa casa también era lo que menos valía.
–¿Está bien señorita?
La voz de su doncella hizo que Alison dejara de mirar por la ventana del carruaje y centrará su mirada en ella por lo que se sorprendió un poco:
–Deberías dejar de llamarme “Señorita” –dijo sin mucho ánimo, Alison, y su doncella asintió dudando un poco, pero obedeciendo a su señora.
El carruaje siguió su camino hasta llegar a una iglesia en las afuera del pueblo, y estando tan lejos, Alison no esperaba mucho, pero al salir, con ayuda de su doncella, se sintió un poco decepcionada a pesar de que ella no esperaba nada, y eso encontró nada, estaba desierto, y además de ella, Aisha, y el cochero que manejaba el carruaje no había nada más, y una vez ella empezó a adentrarse en la iglesia se quedó aún más sola ya que el carruaje se fue dejándolas allí a solas.
Al caminar escoltada de su doncella pudo ver dos personas habitando la que ella creía que era una iglesia desierta, pero no, allí estaban dos hombres, el cura, y quien Alison suponía que sería su futuro esposo; el Duque de Bedford.
–Bienvenida, señora Jackson–quien habló no fue el Duque, sino más bien el cura que al parecer los casaría
–empecemos–esa palabra fue lo primero que Alison escuchó del hombre con el que compartiría su vida o más bien parte de ella, ya no creía que pasaría el resto de su vida con ese hombre, ni con ningún otro.