Hay personas diferentes; personas que rozan lo enfermizo, William Clay es una de ellas.
DÍA 1
Él se acomoda el uniforme robado, nadie parece notarlo, eso lo tranquiliza, toca la puerta de la casa marrón y enseguida sale una mujer, es joven y bella, emana ternura y candidez, William ha sido cautivado por ella, lleva tiempo observándola y pronto consumará su amor, solo que ella no lo sabe, como tampoco sabe que en cuanto abra la puerta un paño empapado en cloroformo, la dejará inconsciente.
DÍA 23
El cuerpo grande se cierne sobre ella, debe medir por lo menos metro setenta, las manos toscas le estrujan los pechos y su estómago se revuelve cuando una lengua se pasea por su cuello, intentando en vano excitarla, escucha el bufido de frustración del otro quien de pronto le toca con más cuidado, Ann entra en pánico cuando William le baja las bragas que era lo único que hasta el momento la cubría, se remueve sobre el colchón sin poder hacer mucho con sus manos atadas y suelta un gritillo cuando dos dedos se meten en su interior haciendo círculos.
William no puede aguantar más, lleva mucho tiempo deseándola y necesita tenerla ya, empieza a entrar lento; pero siente la estrechez de Ann y el simple hecho de pensar en que es su primero le da un subidón que no puede controlar, entonces entra de una sola embestida, se sume tanto en su propio placer que no la oye llorar, no ve la sangre salir, solo se detiene cuando culmina y tiembla de puro gozo, solo ahí ve que la pobre ha quedado inconsiente.
Día 200
Está en un sótano, lo sabe porque escucha el ajetreo sobre ella, se levanta despacio, aún le duelen los moretones de la noche anterior, saca el alambre que esconde debajo del colchón y lo pasa por la cerradura, lo mueve intentando abrír la puerta, de pronto se detiene y aguza el oído, escucha una voz desconocida, es una, tal vez dos personas, espera que no sea su imaginación; mueve el alambre más rápido ya casi lo logra, escucha el clic de cerradura y corre por el pasillo cuesta a arriba por los escalones, William abre la puerta en ese instante, intenta detenerla; pero ella le da un golpe en la nariz, grita por ayuda, a quien sea que la escuche, pide que la saquen. Sin embargo llega a la puerta principal para ver un BMW de color granate alejarse de la residencia, ya no hay escapatoria, William está tras ella y se ve molesto, le ve acercarse y luego todo se pone oscuro.
DÍA 366
Ann Barrow probablemente no saldrá de allí jamás, cierra los ojos para evitar pensar en las correas que le oprimen el tórax, los cierra y se imagina un día de lluvia de esos que tanto le gustaban, de pronto ya no está cautiva, tiene ocho años y está en su habitación, su padre le cuenta “Alicia en el país de las Maravillas”; pero escucha pasos cerca de la puerta y la voz de su padre se vuelve lejana, ya no lo oye hablar de conejos blancos, de sombrereros locos, ni gatos risueños, entonces su fantasía se evapora. Él abre la puerta mientras ella respira agitada y en el momento en que le sonríe siente que le odia con todas sus fuerzas.
William la ve, atada a aquella cama y siente que el corazón se le parte, lo sabe, sabe que sufre, la ha oído llorar cada noche después de hacerla suya, la ha oído gritar y pedir que la libere; pero se niega, prefiere creer que si ella continúa ahí, tal vez algún día lo amará como él lo hace. Intenta acariciarle la cabeza; pero ella se remueve en protesta, su tacto le repugna.
-Déjame ir- suplica
-No puedo… no quiero
-¿Por qué me haces esto?- solloza - ¿Qué quieres de mí?
-Deseo que me ames. ¿Es que no lo ves?- dice desesperado, porque la necesita, ella es perfecta para él-
-Yo jamás voy a amarte. ¡Te odio!... – dice apretando los dientes
- Deja de hablar- le ordena tranquilo
Ella no lo escucha, está histérica, harta de estar encerrada, solo quiere irse a casa y olvidar todo
- ¡Te odio William Clay!- grita y es el acabose, él está fuera de sí y aprieta alrededor de su cuello, le grita que se calle pero ella persiste y él aprieta con más fuerza, mientras el suministro de aire se corta.
Ann se siente ligera, consiente de todo a su alrededor, sus pulmones duelen, sabe que va a morir, cierra los ojos y vuelve a oír a su padre <Hubo una vez una niña llamada Alicia, que cayó en la madriguera de un conejo…>
Todo ha terminado, el cuerpo yace inerte sobre la cama, parece dormida, William la ve y llora desolado, se ha ido para siempre.
“-La madriguera era oscura y estrecha, parecía no tener fin; pero Alicia lo halló y encontró algo más.
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Editado: 19.06.2018