No podía olvidar esa mirada tierna, esos ojos llenos de brillo y alegría, y esa sonrisa que me volvía loco.
Sabía que sonreía embobado mientras ella se acercaba a mí con sigilo. Su único saludo: un beso. Pero, no cualquier beso, sino uno de esos besos que te elevan al cielo en unos segundos.
Me abrazó. Yo la tomé por la cintura. No la quería soltar. Ella estaba aquí. Sentía que necesitaba un pellizco, algo que me hiciera entender que esto era realidad.
Esa noche podría jurar que hice el amor con un ángel. Le entregue mi alma y mi corazón. Lo que menos pensaba que pasara en mi vida llegó sin avisar. Estaba muy feliz. Era mi maestra.
Mi maestra, esa mujer que me enseño el valor del amor. La única mujer a la que todavía seguía amando. Siempre esperé su regreso.
Había pasado mucho tiempo desde que nuestra relación se había terminado. Como soy no soy mal estudiante, ya había aprendido la lección.
El tiempo me había enseñado a valorar su amor. Tanta ausencia me había hecho entrar en razón, a reconocer los errores que había cometido y que no debía volver a repetir.
¡Mi maestra había llegado otra vez! Esta vez, por ningún motivo podía dejarla ir.
Así estuvimos mucho tiempo, no sé si fueron años o meses pues la vida ya era amena, entretenida, divertida… estaba viviendo y disfrutando de este amor bonito.
Tan bonito como las mañanas de la primavera, como la primera flor que brota después de que se va el otoño.
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el primer amor, love, el primer amor pueder ser el unico y verdadero
Editado: 15.06.2018