La Maestra Del Amor

Tapar el sol con un dedo

Me di por vencido, por más que intentara siempre iba a ser lo mismo.  Era hora de entender mi destino y que las constelaciones no estaban a mi favor.

Era mejor tomar la decisión de quedarme solo. Ya había intentado y no se me había dado. ¿Cuánto amor di que no recibí a cambio?

 Cuando no era yo el problemático, conflictivo o complicado era la otra persona.

Por más que intentara, no puede estar con alguien cuando todavía se ama a otra persona. Yo era terco y me negaba aceptarlo.

Seguía tratando de tapar el sol con un dedo, de mentirme a mí y a la vida que desde un comienzo, mi corazón le pertenecía a la maestra.

Llegaría cualquiera… y para la que llegara, el resultado siempre sería lo mismo. Las matemáticas son exactas y precisas. Nadie merece sufrir por amor, por eso, para no hacerle daño a nadie me quedaría solo.

A veces guardaba las esperanzas de escuchar que mi puerta recibía tres toques de nuevo. 

Soñaba con que mi maestra sanara su corazón y dejara su orgullo a un lado.

Añoraba con que se diera esa oportunidad de ser felices, de avanzar en esta historia que nunca tuvo su final.

Nunca podré olvidar ese día, el día que la conocí, el día que la amé, el día que le hice el amor… ese día, que fue mía.




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