Nunca podré olvidar a mi maestra.
El toque de la puerta que la hacía única, tres veces, sonó por toda la casa. Me sacó de mis ensoñaciones y del mundo en mi cabeza donde la vida era buena y podía tenerla.
Esta vez me negaba abrir. La vez anterior, cuando abrí la puerta, al pasar de las estaciones me dejo un vacío.
Quien estuviera fuera volvió a insistir. Esta vez más fuerte. Entendí que si no atendía al llamado a la puerta, seguiría tocando.
Tomé una gran bocanada de aire, jalé del perchero mi abrigo y aquí vamos de nuevo. Abrí sin ver por la mirilla. Allí estaba ella.
Parada frente a mí, en su grueso abrigo azul pavo que resaltaba de las hojas secas del jardín. Esta vez su mirada no era la misma. Esta vez no había una sonrisa, ni un abrazo. No había ni sombra de quien me había enamorado.
Mucho menos un ángel que me desnudara el alma.
Dejó correr una lágrima por su mejilla. No la sequé. Estaba inmóvil. Detrás de esa lágrima también solté una mía. Su mirada hablaba por sí sola.
Ella sabía que las noticias no eran buenas. El frasco de ilusiones que había alimentado todas las noches, se estaba rajando por completo. Esta vez sí era definitivo. Oí el vidrio estallar.
Me vio y salió corriendo. Sin pronunciar una palabra. A veces, las palabras sobran… hoy las palabras no fueron necesarias.
Su mirada me lo dijo todo. Su nota hacía dos años había sido un ´hasta pronto´. Hoy era el adiós. Sólo había venido a despedirse y a verme por última vez.
Mi corazón no murió un poco más ese día. Tampoco revivió. No se congeló. Entendió, que cuando amas profundamente, debes dejar ir para que la otra persona encuentre su verdadera felicidad.
La vi desaparecer calle abajo mientras una tibia ráfaga de viento hizo levantar y danzar a las hojas secas desperdigadas por el jardín.
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el primer amor, love, el primer amor pueder ser el unico y verdadero
Editado: 15.06.2018