La oscuridad que envolvía la ciudad fue testigo de una corrupción despiadada que se infiltraba en sus rincones más profundos. Iván, observando cómo la violencia se había vuelto cotidiana, sentía cómo la ansiedad llenaba su corazón. Veía cómo las personas comunes, que solo deseaban vivir honestamente, quedaban atrapadas en un sistema donde la justicia no era más que una ilusión. Los policías, encargados de proteger a los ciudadanos, se habían convertido en parte de este juego corrupto, subordinados a la mafia que imponía sus propias reglas.
Cada día, Iván presenciaba cómo los indefensos se convertían en víctimas de la violencia. En los cafés donde solía pasar el tiempo, se comentaban noticias sobre personas desaparecidas, asesinatos sin resolver. Sus nuevos amigos, con quienes compartía sus miedos y esperanzas, se volvían cada vez más cínicos. Se reían de las tragedias que ocurrían a su alrededor, pero Iván percibía un sabor amargo en esas risas. Sabía que su vida no era un juego, sino una lucha por sobrevivir en un mundo donde cada paso podía ser fatal.
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Con cada día que pasaba, Iván comprendía que sus acciones, aunque parecieran un intento de luchar contra el sistema, en realidad solo empeoraban la situación. Cuando decidió unirse a sus nuevos amigos en negocios ilícitos, la idea de justicia parecía cercana. Pero la realidad era otra. Cada crimen, cada paso en la oscuridad, confirmaba que el sistema era invencible, y él era apenas una pequeña pieza de una gran máquina que destruía todo a su paso.
Los delincuentes callejeros que alguna vez le parecieron enemigos, ahora se habían convertido en aliados. Iván entendía que su amistad con ellos se basaba en el miedo compartido y la desesperanza. Compartían sus historias, y aunque estas narraciones estaban llenas de violencia y traición, también le abrían nuevos horizontes. Pero, ¿podría esa amistad soportar el peso de la corrupción que los rodeaba? Iván comenzaba a dudarlo.
Una noche, al regresar a casa, su mente se llenó de imágenes de la violencia que había presenciado. Las calles que antes le resultaban familiares se habían convertido en un laberinto de miedo. Se detuvo en la esquina donde solía encontrarse con sus amigos. Pero aquella noche todo estaba en silencio, demasiado silencio. Su corazón se aceleró. ¿Acaso sus amigos se habían convertido en víctimas del sistema que él intentaba cambiar?
Iván sentía cómo la desesperanza lo envolvía. Comprendió que luchar contra la corrupción era como intentar detener una inundación con las manos. El sistema era demasiado fuerte, demasiado arraigado en la sociedad. Quería encontrar una manera de cambiarlo todo, pero sus acciones solo confirmaban que él mismo se había vuelto parte del problema. Cuanto más intentaba actuar, más sentía que sus esfuerzos eran en vano.
Esta lucha entre el deseo de cambiar el mundo y la conciencia de que él mismo era parte de este juego cruel lo perseguía. Cada día traía nuevos desafíos, nuevas víctimas, y Iván sentía que su lugar en este mundo estaba predeterminado. Estaba acorralado, y cada decisión que tomaba se volvía más pesada. ¿Podría encontrar una salida, o quedaría atrapado en un sistema que destruye todo a su paso?
Este momento se convirtió en un punto de inflexión para Iván. Comprendió que no podía quedarse de brazos cruzados, pero al mismo tiempo sentía que cualquier acción suya podía causar una destrucción aún mayor. ¿Cómo podría salir de este ciclo de violencia y corrupción? ¿Podría luchar por la justicia sin perderse a sí mismo en el proceso? La pregunta permanecía abierta, y Iván sabía que su camino apenas comenzaba.