La opresiva oscuridad envolvía a Iván mientras se encontraba al borde del viejo puente que unía las dos orillas de su existencia. Debajo, el río reflejaba las luces de la ciudad, pero ni siquiera ese brillo podía disipar las sombras que se escondían en su corazón. Cada decisión que había tomado se presentaba ante él como un eco del pasado que no le daba descanso. ¿Cuántas veces se había preguntado si había hecho bien al entrar en este mundo? ¿Valía la pena renunciar a una vida normal por el poder y el reconocimiento?
Al recordar su primer día en esta nueva realidad, Iván sentía cómo el miedo y la adrenalina se entrelazaban en sus venas. Tras el enfrentamiento con la policía, cuando sus amigos se convirtieron en su único apoyo, comprendió que cada uno de ellos también tenía sus propios sueños y miedos. No eran solo compañeros de armas; se habían convertido en parte de su nueva familia, que lo sostenía en los momentos de crisis. Pero ahora, en el puente, Iván entendía que por ese apoyo tendría que pagar un precio.
En la oscuridad de sus pensamientos surgían imágenes: los rostros de los amigos que habían arriesgado sus vidas por él, sus miradas llenas de esperanza y miedo. ¿Podría convertirse en aquello que ellos esperaban? ¿Encontraría su camino en un mundo donde cada elección tenía un costo? Estas preguntas se volvían cada vez más insistentes mientras trataba de definir quién quería ser.
Cerca, las farolas proyectaban una luz pálida sobre la acera donde jóvenes reían y bailaban, ajenos a los peligros que los acechaban. El corazón de Iván se apretaba de envidia. ¿Por qué ellos podían vivir sin preocupaciones? ¿Por qué él, con todas sus ambiciones y deseos, había terminado en este mundo aterrador? Sus pensamientos regresaban a los momentos en que se sentía despreocupado, cuando solo soñaba con el futuro.
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Pero ahora, en los brazos de la oscuridad, comprendía que sus elecciones determinaban no solo su destino, sino también el de quienes lo rodeaban. Empezaba a darse cuenta de que, al formar parte de la mafia, perdía no solo su libertad, sino también parte de sí mismo. La elección entre el bien y el mal dejaba de ser una cuestión filosófica y se convertía en una realidad con la que debía enfrentarse cada día.
Recordó las palabras de uno de sus nuevos amigos: "Cada uno de nosotros es la suma de sus decisiones. Puedes cambiar tu vida, pero tendrás que pagar el precio." Esas palabras resonaban ahora en su mente como una alarma inquietante. ¿Estaba dispuesto a pagar ese precio? ¿A sacrificarlo todo por alcanzar un objetivo que podría resultar una ilusión?
En ese momento, mientras se encontraba al borde del puente, Iván sintió el frío viento en su rostro, recordándole la realidad que enfrentaba. Sabía que debía tomar una decisión. ¿Seguiría siendo fiel a sí mismo o se entregaría a las tentaciones de la oscuridad? Esa pregunta se convirtió en su lucha interna, que atravesaba cada día de su vida.
Finalmente, Iván comprendió que su camino no podía ser sencillo. Debía encontrar la manera de combinar sus sueños con la realidad en la que vivía. La decisión que tomara definiría no solo su destino, sino también el de su nueva familia. ¿Podría encontrar la luz en la oscuridad o permanecería olvidado en la sombra de sus propias decisiones?
Esa conciencia se convirtió en su primer paso hacia el autoconocimiento. Iván sabía que cada elección que hiciera tendría su precio, y debía estar preparado para pagarlo. Su camino apenas comenzaba, y aunque la oscuridad lo rodeaba, sentía que, en algún lugar adelante, había una luz esperando por él.