Capítulo único

Sentado en mi sillón negro de cuero, me quedé mirando a tal preciosidad que estaba dulcemente tumbada en mi cama, mientras me fumaba un cigarrillo y bebía una copa de whisky. Rememoré la mañana en la que Mike, el joven Seth de tan solo diecisiete años y yo secuestramos a la hija del mayor mafioso de Italia, Isabella Swan. -Tal belleza no se podía enseñar a todos - pensé mientras me levantaba a apartarle un mechón de su sedoso pelo caoba y ponérselo tras la oreja cariñosamente. No lo quería admitir, pero esa chica me traía loco desde que la vi por primera vez en una salida con sus amigas. Me había obsesionado demasiado con ella, y ahora su padre quería matarme.

- Sr. Cullen, hemos encontrado al fin el escondite de Charlie. ¿Quiere que informe a los demás y planeemos el ataque? - interrumpió mis pensamientos uno de mis mejores amigos, después de dar unos suaves toques en la puerta.

- Puff… Emmett, te he dicho una y mil veces que puedes llamarme Edward, eres mi mejor amigo. -le dije mientras le ofrecía una copa de whisky, la cuál negó con una suave movimiento de mano.

- Mira Edward, no sé como puedes estar tan tranquilo sabiendo que de un momento para otro la mafia de Charlie nos puede asaltar por secuestrar a su hijita. -me dijo medio nervioso y moviéndose de un lado para otro como un león enjaulado.

- Emmett, amigo mío, no te preocupes, lo tengo todo bajo control. No tienes por que estar nervioso. - miré a Bella quién seguía durmiendo pacíficamente. Él asintió y salió de la habitación.

Cansado de esta situación de nerviosismo por parte de unos y cobardía por parte de otros, apuré el líquido del vaso de un solo trago y saqué de mis pantalones mi pistola negra mirando mis iniciales E. C en el mango.

Me sacó de mi ensoñación el ruido de las sábanas blancas de satén, pero no me di la vuelta. El perfume fresco de fresias llenó mis fosas nasales. Dejando el arma en la pequeña mesa de roble para no asustarla, me di la vuelta encontrándome a una chica de veinte años, con el pelo enmarañado, en pijama, encogida de hombros y mirándome con ¿amor? Imposible, ella no podía sentir eso cuando yo la había secuestrado, humillado y tratado mal los primeros días. No quería seguir haciéndole daño, no quería que pensara que no la amo. Solamente quería una vida a su lado. Al lado de mi amada. Volviendo de mi profundo debate interno, le sonreí y le di un casto beso en los labios, para luego mirar el bosque por la ventana.

Pasaron unas semanas, Bella se estaba vistiendo cuando entró Emily, la ama de llaves a dejar el desayuno en la mesa. Unos días atrás me cansé de todo y le confesé a Bella que la amaba, a lo cuál ella me dijo que también sentía lo mismo por mi.

De repente, en la planta baja se escucharon unos gritos de Emily, y a continuación una serie de disparos que resonaban alrededor de la casa. Me asomé por la ventana y vi que estábamos acorralados. Habían muchos tipos trajeados y con diferentes armas. Entre ellos, pude distinguir a Charlie, ya que su gordura y su traje de tres tallas mas pequeño no pasa desapercibido. Cogí del brazo a Bella y saqué la única arma que llevaba encima.

Bajamos, y eso ya era un desastre. Las ventanas estaban cubiertas por las mesas y las puertas de acceso a la casa, con los sofás de cuero negro.

En una esquina, pude identificar a Emmett recargando su arma, una AK-47, mientras los demás seguían disparando. Le dije a Bella que se pusiera tras un pilar que había en el salón de la mansión, para refugiarse. Por un agujero que había en la ventana logré eliminar a tres guardaespaldas, a los que identifiqué como Doménico, O'cConer y Damon Salvatore, ex-policías de California por pasar armas a mafias y bandas de todo el condado de Washington.

Me distraje un minuto, ya que Emmett había recibido una balazo un poco más abajo del hombro izquierdo. Mandé a Bella a por paños de cocina y agua caliente. Cuando vino con ellos, me dijo que la ama de llaves y Seth habían muerto. Este tiroteo nos pilló desprevenidos. Pasaron más de siete meses del secuestro y nos confiamos pensando que Charlie se habría rendido. Mala idea. En la casa solo quedábamos Jasper, Javier el jardinero, Stefan, Rachel la cocinera, Jacob el encargado de la piscina, Emmett que estaba herido, Bella y yo. Todos los demás habían muerto. Nunca me perdonaré el haber empujado a mis compañeros a la muerte. Yo no quería esto. Éramos cinco contra siete, ya que Javier, sorprendentemente, acababa de aniquilar a otro.

No sabía que hacer. Todo estaba lleno de cristales, jarrones y cuadros rotos, las cortinas bañadas en sangre, y lo pero de todo es que nos estábamos quedando sin balas. En un intento de proteger a Javier, Stefan y él fueron disparados por Charlie, ocasionado dos muertes de un tiro. Por otro lado, Bella estaba muy asustada ayudando a Jasper a curar la herida de Emmett quién iba empeorando por segundos.

De un momento a otro todo se quedó en un rotundo y escalofriante silencio. Miré a mi alrededor y los resultados fueron penosos. Sólo quedábamos Jasper, Rachel, Jacob, Emmett, mi amor y yo.

- Cariño, no queda nadie fuera. -me dijo Bella asomándose un poco por la ventana. Para asegurarme, cogí la ametralladora de Daniel y salí sigilosamente de la casa con el corazón parado y la sangre hirviendo. Efectivamente, no quedaba nadie vivo.

Mi mejor amigo cada vez estaba peor y no podíamos llamar a una ambulancia ni llevarlo al pueblo, ya que el más cercano está a media hora de aquí y es muy probable que no aguante ese trayecto.

-Edward.- me llamó costosamente mi mejor amigo tendido en el suelo debajo de una sábana blanca llena de sangre.

-Dime amigo. -me arrodillé a su lado para que no tuviera que esforzarse en alzar la voz.

- Siento mucho todo esto. Tenía que haberlo visto venir, tenía que tener a los chicos preparados para tal cosa, tenía que haber estado vigilando todos y cada uno de los pasos que daba el desgraciado ese. -me dijo quejándose por la herida cuando intentó moverse.