La Mafia Del Amor

CAPITULO 1

I

 

Tomasa salió despavorida al percibir el aroma de algo que le interesaba, desapareciendo del alcance de mis ojos como si fuera un rayo. Usualmente rauda escapaba, para regresar al instante, pero esta vez todo parecía anormal. Minutos antes, caminaba ensimismado por el solariego parque que estaba próximo a mi apartamento; acostumbraba a pasear a mi pequeña perra Tomasa, justo al caer las sombras de la tarde. Como sabía de su impetuosidad y carácter vivaz, la mantenía asida a mis manos con un llamativo cordel que parecía más bien una trenza de hilos dorados, convirtiendo ese detalle en algo que los demás paseantes de mascotas no olvidaban con facilidad, y logrando que su presencia sobre el prado no pasara desapercibida. Tomasa era un animal tan intenso que, si llegaba a ver algo que le interesara, lograba zafarse de sus ataduras de cualquier forma. A veces me hacía pasar por malos ratos, en especial cuando por algún descuido mío se me escapaba, pero una vez la recuperaba con un movimiento de cola me conquistaba. No había duda de que esa sencilla caminata al atardecer, se había convertido en mi mayor momento de relajación.

Aquel día, dando lentos pasos, intentamos sofocar la modorra del sofocante calor de la tarde. Por fortuna, la extensa zona verde que solíamos cubrir casi en una hora, se encontraba totalmente despejada, así que nos movimos sin dificultad hacia los escasos árboles que adornaban el sitio, con el fin de encontrar algo de sombra. La quietud que imperaba me pareció algo curiosa, pues este paraje lo visitaban con bastante asiduidad cientos de personas. No obstante, era notable la soledad presente, pero a pesar de ello, continuamos caminando sobre la ruta usual, sorteando el canicular sol, y una que otra pilatuna de Tomasa. Con ese extremo clima que empezaba a adormecerme, decidí extraer de una mochila que siempre llevaba conmigo, una botella de agua para refrescarme un poco, pero sin advertirlo, esa pequeña desconcentración, le permitió a Tomasa zafarse, y salir huyendo velozmente. Ella era muy rápida, y logró desaparecer con facilidad de mi vista, tomando un rumbo desconocido, algo que no me sorprendió, pero si llegó a alarmarme, pues a las escasas personas que encontré esparcidas por el lugar, ninguna de ellas se me hizo familiar, como para indagar por mi mascota.

Transcurrieron varios minutos en una paciente búsqueda, pues desde un comienzo sabía que en cualquier momento intentaría escapar, pero también comprendía en cualquier instante aparecería alegre y saltando, tal como solía ocurrir. Curiosamente esta vez el tiempo se alargó tanto, que para cuando me percaté de los minutos transcurridos, los primeros haces de luz, de algunas lámparas regadas al azar por el parque, ya hacían su aparición, mientras los rayos del sol iban desapareciendo con lentitud, ocultando su otrora brillantez. Algunos espacios oscuros, ya estaban siendo gobernados por las sombras de la incipiente noche, tornando la visibilidad bastante escasa; lo que finalmente me produjo algo de inquietud, indicándome que debía solicitar ayuda pronto, si quería encontrar a Tomasa o tal vez la perdería para siempre. Deshice mis pasos, regresé al sitio habitual por donde ingresaba, e intenté ubicar algún rostro conocido para que me acompañara a reiniciar su búsqueda. Pero después de unos de zozobra, felizmente no hubo necesidad, mi mascota se encontraba postrada a los pies de una señora que estaba sentada en una de las incomodas bancas del lugar, dejándose acariciar dócilmente, como si la conociera de tiempo atrás. Cuando me acerqué para agradecerle por haberla retenido, me sorprendió la blancura de su vestido, su largo y lacio cabello negro y un aire de bondad que era difícil de encontrar en otro ser humano. Cuando la saludé con cierta timidez no pude evitar pensar que tal vez la había llegado a conocer de alguna parte, pero al escuchar el sonoro ladrido de Tomasa dándome la bienvenida, esa percepción se disipó.

Una semana después inicié el mismo recorrido por el parque, y casualmente todas las circunstancias vividas antes se volvieron a repetir. La señora de nuevo se encontraba sentada en la misma silla, luciendo un impecable traje blanco, que me recordó los antiguos trajes de enfermera. Me miró fijamente, y con un sutil ademan me pidió que la acompañara. No obstante, intenté levantarme y alejarme de aquel lugar, pues ya se me hacía tarde, pero la mujer al enterarse de mi torpe movimiento, me sujetó con fuerza de mi brazo, y halándome, me sentó de nuevo en la incómoda banca. Casi sin preverlo me envolví en una historia que empezó a contarme con tantos detalles, que no hubo forma de ausentarme ya de su lado, y sin proponérmelo me llevó a sumergirme en su relato.

Empezó a referirme como algunos años atrás Gloria, como se llamaba la mujer, corría con desespero por los estrechos pasillos de la cárcel municipal, tratando de evacuar a uno de los presos para intentar brindarle algún auxilio, pues había sufrido una mortal herida, en uno de los patios más peligrosos de la pavorosa prisión de la ciudad. Solían presentarse reyertas al interior con tanta frecuencia, que se había convertido en una utopía pensar que se podría salir con vida del penal; el hilo entre la vida y la muerte era cada vez más delgado. Tal como había sucedido en muchas ocasiones anteriormente, el detonante pasaba por hechos tan inverosímiles que al final de cuentas parecía que una simple tontería terminaba desembocando en una total tragedia. Esta vez el origen del altercado obedecía a la desaparición de una pastilla para el dolor que la misma Gloria, que se desempeñaba como enfermera del lugar había prescripto. El interno con algo de desdén la tomó inicialmente en sus manos, pero luego consideró, sin justificación alguna que no la requería, dejándola abandonada sobre uno de los barrotes de su celda. Pero cuando su dolor se acrecentó fue a buscarla al sitio donde la había depositado, pero ya no la halló. Al aparecer inmerso en una laguna mental, se la había obsequiado a un interno sin darse ni cuenta. Cuando vio las píldoras en manos de otro recluso, e intentó recuperar lo que consideraba suyo, lo hizo agresivamente, encendiendo de inmediato los ánimos su compañero. De tal manera que ya no fue posible controlar la situación, registrándose finalmente un puñado de heridas con arma corto punzante y un sinnúmero de contusiones.



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En el texto hay: romance, drama, accion

Editado: 31.05.2022

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