La Mafia Del Amor

CAPITULO 2

II

 

Gloria interrumpió uno de sus acostumbrados recorridos por los pasillos de la prisión, cuando se detuvo con bastante curiosidad a observar al nuevo recluso; que según le habían contado estaba allí por error. Algo le hacía pensar que tal vez lo conocía de algún lugar, o quizá habían compartido un breve momento juntos en el pasado. Intentaba en su mente recuperar esa imagen, contemplándolo minuciosamente de pies a cabeza, pero continuaba con algo de inquietud, pues su recuerdo no se fijaba con precisión en su conciencia; además una especie de incertidumbre la acompañaba, al notar que su apariencia no correspondía al de un preso normal. Se apreciaba demasiado aseado y elegante, como para hacer parte de aquel turbulento mundo. Mientras continuaba absorta cavilando sobre el tema, la gruesa voz de un interno que se encontraba algo angustiado, por una leve molestia en su estómago la hizo regresar a sus cabales, para atender al sujeto, y abandonar por un rato la idea de indagar por la identidad de aquel hombre que inesperadamente se había topado con ella.

Después de entregar una píldora para el dolor al presidiario que se quejaba segundos atrás, trató de ubicar con su mirada nuevamente al individuo que había logrado perturbarla, pero ya no estaba allí, así que se olvidó momentáneamente del asunto, y decidió continuar con su monótono y extenuante tránsito por las celdas de cada pabellón.

El tipo que había logrado impactarla era Carlitos Oliveros, un sujeto con un pasado desconocido, lleno de incógnitas, y que repentinamente había arribado a la cárcel, sin que nadie se hubiera enterado de su ingreso al lugar. Casualmente y quizá como un rumor de corredor, lo único que se alcanzó a escuchar de él, era que lo unía una fuerte amistad con el director de la prisión; situación que finalmente nadie nunca pudo comprobar. Además, ninguno de los internos pudo establecer el origen de su procedencia o al menos el motivo de su presencia allí, quizá por eso, nunca se le hizo la famosa fiesta de bienvenida, conocida por todos los presos como, “la calle de honor”, que no era otra cosa sino la infame recepción que se les hacía por entrar a ese mundo del horror. El evento era de tal magnitud que muchos de los recién llegados no alcanzaban a ver la luz del segundo día en prisión, muriendo en esta macabra actividad. Por alguna razón desde un comienzo se le rindió pleitesía y era frecuente verlo caminar por los estrechos pasillos, acompañado de otros sujetos también internos, como si se tratara de sus escoltas, mientras los demás sorprendidos con la parafernalia, lo observaban desde las celdas donde permanecían encerrados. A decir verdad, todo aquello era anómalo e inverosímil, pero ninguno intentaba contradecir o refutar su comportamiento, simplemente replicaban lo que hacían los demás.

Cada día Gloria se sumergía en sus acostumbradas tareas: recorría cada pasillo del internado, y recetaba algunos medicamentos a los presos cuyas patologías se hacían evidentes. Era una actividad que repetía con tal sincronía, que para entonces ya casi conocía a toda la población carcelaria; los 6 pabellones y las 400 celdas que casi todo el tiempo estaban colmadas, hasta se podría pensar en algo de hacinamiento. Todos los rincones y vericuetos los tenia perfectamente dibujadas en su mente, por eso reconocía con facilidad hasta los inhóspitos espacios por donde ni siquiera la guardia penitencial tenía acceso, sin embargo, ella los recorría sin obstáculos, pero eso sí, con alguna prevención y distanciamiento, a pesar de que en sus 20 años de servicio jamás vio perturbada su integridad. Por eso toparse de nuevo con el mismo sujeto de la vez pasada, al día siguiente, en uno de los patios que no le correspondían, fue algo que la sorprendió, presentándose todo aquello una absoluta novedad. No era normal que los reclusos tuvieran acceso a toda la penitenciaria; pero este individuo era diferente, por alguna circunstancia si podía transitar a su antojo. A pesar de su curiosidad, la cobijaba cierto afán, por eso pasó por su lado sin detenerse siquiera a mirarlo, seguramente más adelante habría otra oportunidad.

Tras ese inesperado contacto al que Gloria no prestó mucha atención, sus quehaceres siguieron igual, dominadas por su rutinario y preconcebido itinerario. Era todo tan monótono, que sus labores se iniciaban desde muy temprano en la mañana; paseaba por las angostas circulaciones de cada pabellón, revisaba cada celda para asegurarse que los presos aun conservaran sus vidas, pues era normal que en un abrir y cerrar de ojos se perpetraran ataques sorpresa entre los mismos internos, y muchos de ellos morían casi sin que nadie se enterara. Luego pasaba a los otros patios hasta copar todo el tiempo de su turno. En la tarde repetía esa tarea con rigurosidad, pero en sentido contrario, es decir, desde los patios más peligrosos hasta los más benévolos, por decirlo así, solo al terminar el día permanecía algunos minutos en su oficina, respondiendo la correspondencia, y revisando la información médica de algunos de los pacientes, antes de solicitar remitirlos con algún especialista en el exterior del penal.

Para cuando se acercaba el fin de semana sus caminatas eran más distendidas, incluso se podía percibir algo de relajación hasta en los mismos reos, pues todos sabían que era el momento de las visitas; motivo suficiente para hacer olvidar por un segundo las penurias a las que estaban sometidos. Aunque su jornada semanal de trabajo estaba por concluir, ella se dispuso a hacer un último recorrido antes de partir para su casa. Ensimismada en sus propias necesidades, planeando lo que haría al salir, y con la mirada fija en el piso, no se percató de que casi choca con Carlitos Oliveros. En un movimiento rápido este la alcanzó a sujetar antes de caer al suelo, y ella bastante sorprendida no tuvo más que agradecer la oportuna reacción. Él la miró sin mucha prevención, y solo atinó a asentir como si solo se tratara de un hecho normal. No hubo casi ninguna palabra para compartir y Gloria algo apenada decidió marcharse para su hogar.



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En el texto hay: romance, drama, accion

Editado: 31.05.2022

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