Solo un día faltaba para que el mes prometido fuera a terminarse; justo como mi maestro prometió me enseño todo cuanto sabio y tal cual dijimos al inicio del todo, mañana se definiría quien de los dos tenía la razón…
Negarlo, seria aceptar que no puedo cambiar lo que soy, y lo que las leyes piden que sea, y aceptarlo sería afirmar que debe morir para que lo que quiero pueda suceder, de una u otra manera en ambas respuestas el que perdía era yo. Decidí simplemente quedarme callado e irme de la habitación y la casa misma, por el resto de la noche solo quería estar con mi propia compañía y ver si así podía perdonarme a mí mismo por lo que sucedería, porque si de algo estaba seguro es que el día de mañana: ganaría yo.
No pude conciliar el sueño, me quede recostado afuera de la casa y ocasionalmente volteaba hacia atrás para mirarla, en la parte superior de la vivienda se podía ver la luz de una vela que alumbraba la habitación de mi maestro: “seguramente tampoco puede dormir”, pensaba. Me levante y camine por los alrededores; cuando recién comenzamos el entrenamiento el maestro me llevo a un riachuelo que estaba algunos minutos al sur de nuestra ubicación actual, en este sitio en particular la paz que se sentía era básicamente absoluta, el silencio estaba realmente presente y los únicos sonidos que podías escuchar eran los de tu mismo cuerpo; aquí se me enseño lo más importante que mi maestro consideraba: paciencia, es un sitio perfecto para meditar y por cómo estaba en este momento creo que no necesitaba algo diferente. Me recosté contracorriente en el riachuelo que no me tapaba por completo y llegaba hasta mi pecho, cerré los ojos y deje que mis pensamientos fluyeran justo como el rio escuchando los latidos de mi corazón, sintiendo mi respiración, oyendo como el aire entraba y salía de mis pulmones. Mis pensamientos estaban por completo enfocados a una sola persona la cual estoy seguro ni siquiera necesito mencionar pues aseguro que saben de quien se trata, en esas imágenes podía verla libre por el mundo volando con velocidad hacia un sitio desconocido, en su rostro se veía una hermosa sonrisa y en sus ojos se observaban lagrimas cayendo, aunque desconozco si de dicha o de tristeza… la imagen era algo confusa si he de ser sincero.
Mis pensamientos me absorbieron por completo y de pronto en mi rostro sentí calor, abrí los ojos y pude ver que el sol ya se encontraba saliendo, sentí una presencia en mi espalda y al girar mi cabeza vi a mi maestro con su armadura puesta y sosteniendo su arma hacia abajo ligeramente encajada en el suelo.
A pesar de las ordenes de mi cerebro, mi cuerpo hizo caso omiso y se levantó por cuenta propia, tomo mi arma, hizo una reverencia y mis labios hablaron por si solos justo como mi cuerpo. “Fue un honor.” Dijeron mientras mis ojos lagrimeantes no apartaban la vista de su objetivo; mi maestro sonrió por primera vez desde que llegue y se dispuso a atacarme, con su espada dio un tajo en vertical hacia abajo lo cual pude ver claramente, y de un único movimiento clave mi espada en su armadura justo por el corazón.
El peso de mi maestro se hizo más presente, sus músculos dejaban de ejercer fuerza poco a poco hasta que ese enorme sujeto de ceño permanentemente fruncido dejo de hablar y respirar… Mi arma lloraba al igual que yo mismo, pero aun con ello sentí que incluso ella me estaba agradecido, había hecho algo que quería y no lo que hubiera odiado, no quito una vida, la salvo; mi arma ha salvado a mi maestro de sí mismo, sus pensamientos y seguramente le ha otorgado la absolución…
Editado: 26.03.2021