Fuego
Estaba sumido en un profundo y curioso sueño y aunque sabía que estaba dormido por alguna razón no podía despertar. En este sueño podía ver alrededor de mi un prado gigantesco y tan hermoso que no parecía real (y pues irónicamente no lo era) tenía flores de tamaños tan variados y coloridas que me daban ganas de arrancarlas y llevármelas al mundo real; entre las flores había una que llamaba mi atención, una especie de tulipán en cuyos pétalos se encontraban todos los colores del mundo en una sincronía perfectamente acomodada, cabe destacar que este tulipán en cuestión era considerablemente grande y no por nada la flor más grande de todo este sitio.
Al girarme para continuar avanzando en este extraño lugar note que a la distancia un arcoíris se concentraba en un sitio en particular, caminando hacia allí llegue a una cueva hacia el suelo, me metí en ella y tras caminar unos minutos llegue al final de la misma. Por el interior únicamente se veía las paredes de tierra y rocas que de alguna manera impedía que se colapsara y al centro de una habitación redondeada con bordes muy finos se encontraba una luz que desprendía destellos, algunos tenues otros más que encandilaban un poco, intenté acercarme un poco pero al hacerlo esta luz se hacía pequeña por lo que pensé que debía limitarme a mirarla a la distancia… Cuando este pensamiento llego a mi cabeza: “Solo mírala” todo se volvió oscuridad nuevamente y al abrir los ojos Hinie se encontraba abrazando mi cuerpo mirándome horrorizara; supongo que pensaba que había muerto.
- ¿Qué ha sucedido? – Preguntó aquel elfo que antes se negó a brindarme su poder.
- Creo que lo he logrado. – Afirme tocando la mano de Hinie, cosa que antes no podía.
- ¿Logrado? – Preguntó Hinie.
- Ahora podemos tocarnos… - Comenté sosteniendo su mano con firmeza.
- Jeh. – Rio el Elfo con descaro. – El hecho de que puedan tocarse dos seres que se aman no significa que la magia haya sido corrompida o burlada. – Respiro profundamente y continúo. – En este momento la magia les permite tocarse pues ha visto que sus sentimientos son reales, pero no será hasta que te vuelvas un ser mágico completo que su amor podrá florecer en verdad. Si intentan continuar ahora lo único que lograrán será que la magia los haga sufrir, pues las leyes las hace ella, no ustedes. – Volteo a mirarme fijamente y un poco molesto preguntó. - ¿Cómo hiciste para obtener el poder de un elfo plateado siendo que yo no te lo he dado?
- … - Me quedé en silencio un poco y después de pensar las palabras adecuadas respondí. – Resulto que no eres el único elfo plateado… Existe otro de poderes sobrenaturales difíciles de entender para todos nosotros que ha dicho que cree en mí, mis sentimientos y me ha dado su confianza.
- ¿Otro Elfo plateado? – Preguntó sorprendido.
- Una mujer. – Dije secamente.
- Imposible… - Dijo Hinie. – En la historia de los Elfos solo una mujer ha conseguido ese logro y ha sido la más poderosa de todos, pero murió hace tiempo… aunque nadie pudo encontrar su cuerpo, todos vieron como dio su vida para salvar un pueblo del catástrofe de las rocas de fuego.
- ¿Catástrofe de las rocas de fuego? – Les cuestioné pues es algo que jamás había escuchado.
- Los humanos tienen vidas cortas, no me sorprende que no lo hayas escuchado. – Comenzó a decir el Elfo. – Ese catástrofe ocurrió hace quizás 2000 años, del cielo comenzaron a caer rocas envueltas en fuego en varias partes del mundo causando devastación y sufrimiento, en mi pueblo aquella Elfa dio su vida por salvarnos pues una de esas rocas estaba por caer directo en la ciudadela, pero al ser muy hábil con la magia e igualmente con las armas no dudo un solo segundo en plantarle frente… la destruyo con elegancia pero ese acto le costó la vida, o al menos eso pensamos pues después de ese acto nadie la volvió a ver…
- Entiendo… - Agregué sin comprender la historia por completo, pues nunca la había escuchado.
- ¿Estas listo? – Preguntó el Elfo.
Yo no quise decir algo, sabía perfectamente a que se refería, la siguiente prueba seria por mucho una de las más difíciles de todas probablemente incluso más difícil que la última, los dragones son bestias realmente poderosas y es bien sabido que odian a los humanos más que al agua, y si se me ocurre decirle a Hinie lo que haré seguramente me querrá detener.
- Lo sé. – Dijo Hinie en un tono calmado. - Dragones, ¿cierto?
- Entonces estas al tanto del ritual… - Le pregunté.
- Ajá. – Dijo ella secamente y comenzó a levitar un poco moviendo sus alas lentamente, después extendió su mano y termino diciendo. – Vamos.
Nos despedimos de aquel elfo e Hinie comenzó a volar realmente rápido hacia la zona de los dragones, o al menos la zona donde más avistamientos ha habido; nadie sabe con certeza donde habitan pero todas las historias sobre batallas o vistas se conglomeran en una localización en concreto y es ahí a donde nos dirigíamos. Al llegar todo era básicamente montañas, algunas nevadas algunas más con un verdor realmente lindo, una de ellas poseía una cascada que dividía la montaña en dos y el agua bajaba desde la cima hasta el fondo de la misma desembocando en un rio que continuaba su camino hacia el mar, por alguna razón tanto hinie como yo nos vimos atraídos por esa montaña en particular y fuimos hacia allí, el frio era realmente elevado, tanto que pensamos en abrazarnos para minimizarlo, pero al ser ella un ser de magia y no un ser vivo como tal, pues no poseía calor corporal… por lo que el abrazo fue más un capricho que algo que necesitáramos o nos fuera a ayudar.
En la cima de la montaña se encontraba una pequeña era enorme y no había dudas: la suerte estaba de nuestro lado, este sitio no podía ser otra cosa que una excavación artificial creada por algo enorme y no hay algo más grande en este mundo que un dragón. Nos adentramos y apenas dar unos pasos una voz gruesa y cansada nos detuvo.
- ¿Quiénes son? – No podíamos ver de dónde provenía…
- Solo queremos hablar, no queremos pelear. – Dijimos, esperando que ese dragón antes de atacarnos nos permitiera dialogar, sabíamos que si se iniciaba una pelea seguramente moriríamos… o al menos yo, Hinie seguramente saldría ilesa o viva al menos.
- ¿Un humano? – Preguntó la voz. - ¿Y un hada juntos?, Creo que ya lo he visto todo. – La voz se hizo de pronto más fuerte y frente de nosotros un dragón gigantesco de ojos rojos nos miraba, en su estómago se veía como el fuego se comenzaba a calentar y antes de que algo sucediera ambos dijimos a la vez.
- ¡Espera! – Estábamos aterrados… - ¡Antes de que nos ataques escúchanos!
- ¿Escucharlos? – Dijo el dragón. – No es secreto que los dragones odiamos a tu especie. – Dirigiéndose a mí. – Y respecto a la tuya, podrán ser consideradas las más poderosas de las razas, pero nuestras escamas son más duras que sus alas, ¡jajaja! – El dragon a pesar de su voz y sus acciones no parecía ser del todo agresivo…
- Necesitamos de tu ayuda. – Dijo Hinie.
- ¿Y qué ayuda podrán necesitar un patético humano y una linda hada de un viejo como yo? – El dragon se echó en el suelo cerrando los ojos y limitándose a escucharnos.
- Necesitamos que nos otorgues fuego… - Dije con algo de vergüenza.
- ¿Quieres que los queme? – Abrió solo uno de sus ojos e hizo una mueca por la confusión.
- No… - Corregí. – Geinia me dijo que para reescribir las leyes es necesario el fuego de un dragon de escamas verdes….
- ¿Que? – Me interrumpió el dragon. - ¡Ustedes se aman! ¡jajaja! – Al terminar de habla comenzó a reír y se daba vueltas por toda la zona haciendo temblar la cueva de la risa histérica que tenía. - ¡Ya, en serio! – y continuaba riendo. – No sé qué clase de juego elaborado están creando, pero el fuego de dragon no es algo que un humano pueda tolerar, después de todo, los únicos capaces de resistirlo somos los mismos dragones, ni siquiera hada con toda su “pureza” – Diciendo esto último con mucho sarcasmo. – Podrían aguantar un poder como este.
- Lo sabemos… Pero lo necesitamos. – Dijimos Hinie y yo al unísono.
- Oooow. – Comentó de forma burlona el dragon. - ¡Se terminan las oraciones del otro!, ¡Que adorable! – El dragon se levantó del suelo y camino hacia el fondo de la cueva, tomo una roca y escupió fuego sobre ella, la roca se fundió en cuestión de segundos creando lava ardiente y posteriormente el dragon la toco con sus brazos delanteros y al hacerlo dijo una palabra que no pude entender; al hacerlo esa roca se unifico pero aun podía verse que estaba exageradamente ardiendo. – Cómela. – Dijo dirigiéndose a mí. – Veamos si es cierto que planeas “doblegar las leyes”