Alas negras
Hinie en todo ese momento no dijo una palabra, ella pensó que eran pruebas que debía pasar por mí mismo, y tenía razón. Después de todo quien debe convertirse en algo más soy yo. El calor extremo de la roca no me permitía acercarme lo mas mínimo y si lo intentaba con impulsos de idiotez (pues no podría llamarlos de otro modo) lo único que conseguía es que mi cuerpo sufriera las consecuencias, más que nada en mis antebrazos que estaban muy quemados por el intenso calor y que era con las partes de mi cuerpo que me cubría para proteger mi rostro.
- ¡jajaja! – Reía histéricamente el dragón mirando cómo me era imposible lograrlo. - ¡Esto nunca deja de aburrirme!
- … - Hinie se molestó un poco por la risa del dragón y agua se comenzó a condensar en el sitio aun y cuando el calor de la piedra había evaporado todo.
- ¿oh? – Dijo cínicamente aquella bestia. - ¿Quieres probar mi temperamento? – Agregó hacia Hinie.
- ¡Déjala! – Me hice hacia atrás y me interpuse entre ellos sosteniendo mi arma. – No quiero pelear… - Comencé a decir. – Pero si vuelves a amenazarla o intentar herirla…
- ¿Qué harás? – Dijo la bestia incorporándose y revelando una vez más su enorme tamaño. - ¿Me matarás? – Preguntó caminando lentamente hacia mí. - ¿me clavaras ese lindo cuchillo?, ¡jajaja! – Volvió a reír. - ¡Los dragones somos seres superiores! – Al decir esto último y riendo con su cuerpo hacia arriba bajo de golpe hacia el suelo impactado con sus garras intentando hacerme desestabilizar, pero sin conseguirlo. Mi porte era firme y mi posición inamovible. – Interesante. – Agregó algo sorprendido. – Quizás no seas una pérdida de tiempo después de todo.
- No necesito ser defendida. – Comentó Hinie detrás de nosotros, camino hacia donde yo estaba y me empujo levemente a un lado quedando ella frente del dragón.
- Nuestras escamas nos hacen inmunes a tu magia, ¿lo sabes? – Preguntó la criatura bajando la cabeza y quedando a la altura de la de Hinie.
- Como si eso me importara. – Replicó ella. – No toleraré que un ser como tú se burle de alguien como él, así que desiste o muere.
Poco a poco las alas de Hinie se comenzaron a tornar de un color oscuro, su vestido por igual comenzó a cambiar de color y aquellos hermosos ojos que una vez me enamoraron ahora se veían pequeños y de un color rojo sangre; había escuchado que las hadas molestas son seres completamente aterradores… Y estaba comenzando a ver que si había un cambio en ellas cuando su coraje las empezaba a superar.
- Hinie espera. – Dije volviéndome a colocar entre ellos, pero ahora de frente a Hinie sosteniéndole sus manos. Al hacerlo era como si su cuerpo estuviera hirviendo, quité las manos rápidamente por el dolor y me quejé, pero Hinie solo me miraba con esos nuevos ojos de odio. – Regresa… - Dije entristecido pues la chica linda y amable parecía no estar por ahí. – Tranquila, sus burlas no me afectan… Déjalo pasar, ¿sí?
Hinie hizo una mueca y salió de la cueva mirando por última vez al dragón quien se mantuvo en silencio pero con esa estúpida sonrisa en su rostro.
- Hiciste bien, pequeño. – Dijo con su voz cínica. – La hubiera matado si no se hubiera salido de aquí.
- No la salve a ella, te salve a ti. – Respondí con molestia y pase a su lado para regresar a donde estaba la roca de fuego.
- ¿A mí? – Contestó y después se echó al suelo revolcándose de la risa. - ¡Que graciosos son los humanos!, En verdad piensan que son capaces de derrotar a una bestia como yo, ¡mírame! ¡Soy un poderoso dragón! Tu solo un bicho acompañado por otro con alas. No sería la primera vez que asesino a una hada, aunque me duele aceptar que si la primera que asesinaría a un humano, mis hermanos dicen que sus huesos crujen de una forma hermosa. ¿probamos?
- Puedes intentarlo. – Alegué de forma elegante y sin siquiera mirarlo. – De hecho te incito a hacerlo, de esa forma nuestra presa se estaría abalanzando sobre nosotros por sí misma, y ¡vaya que tengo hambre!
- Me agradas, huesos crujientes. - Habló el dragón yendo a la parte del final de la cueva y echándose ahí mientras reía ahora de una forma más calmada.
- No podría importarme menos. – Le contesté, voltee a mirarlo y simplemente sonreí a la vez que soltaba mi arma.
No sabía si este tipo estaba jugando con nosotros o si simplemente estaba completamente loco… Pero tampoco quise darle demasiada importancia, aún tenía que tomar aquella gran bola de fuego y hacer lo que este lunático me dijo: comerla.
Pensé que la única forma de hacerlo era acercándome a ella ignorando mi dolor y una vez cerca tomarla y morderla pero da igual que tan fácil sonara en mi cabeza en el acto la situación era completamente opuesta, al estar a un metro de distancia la roca emitía un calor tan exagerado que mis antebrazos me dolían como nunca antes e incluso podía oler mi propia carne cocinándose, las quemaduras me hicieron retroceder y mi dolor casi me obligo a desistir, pero luego recordé algo importante, no soy un simple humano, ya no. Recordando la poca magia que tenía en mi cuerpo intente hacer lo que antes Hinie logró, condensar el agua evaporada y que estaba seguro que aún estaba por la zona, pero no podía ser tan simple, por más que me concentraba no podía sentir ni un poco de agua por algún lado, me senté en el suelo, cerré los ojos y puse todo de mi para centrar mi pensamiento en agua… nada pasó.
- ¡Maldita sea! – Grité y esta ocasión el dragón no hizo más que observar, ya no rio ya no me ofendió, solo calló y miró.
Repetí el proceso pero tal cual había sucedido antes no pude sentir más que nada, ni por el exterior ni por el interior, era como si no hubiera agua por ningún lado, aunque si Hinie lo pudo lograr es porque algo debe de haber… Solo que me falta poder, algo completamente comprensible, la magia de un ser como las hadas es nada con lo muy poco que tengo ahora en mi cuerpo.
- ¡Un momento! – Grité una vez más.