Lo que pensé era la ciudad de los enanos, resultó ser solo su plaza, asombrado por su arquitectura, me detenía a cada momento para admirar. La plaza era circular y ubicados en la circunferencia de esta estaban los puestos de los mercaderes y en el punto norte de la circunferencia se encontraba un castillo que parecía estar construido de oro y plata, tenía cuatro pilares que se veían de distinto tamaño a primera vista, pero al acomodar la visión noté que realmente el castillo también era circular como la plaza, de tal manera que al ver desde arriba pareciera que el suelo de la plaza y la base del castillo formaran una luna creciente.
Entonces notamos un disturbio en el lado noreste de la plaza, un grupo de enanos formaban un círculo irregular y se escuchaban gritos de gozo y algarabía como en un juego de fútbol.
Al acercarnos note una figura de un hombre más grande que los enanos, robusto y con músculos definidos de cabello corto, color negro, de ojos profundos azules. El rey de los enanos se acercó y detuvo la algarabía al decir.
-Rey Midas como espera que lo tenga en mi cuidado viendo su comportamiento.
Me quedé sorprendido, no podía imaginar que fuera el rey Midas del que hablan en los mitos griegos.
Creo que mi sorpresa fue obvia puesto que me miró y riendo de forma burlona dijo.
-Sabes lo duro que fue convertir este castillo en oro.
El círculo irregular que formaban los enanos se disolvió en un instante y solo quedaron el rey Midas y un enano de barba roja y nariz robusta, casi la imagen de papá Noel, sin embargo, sus rasgos de enano y su melena y barba roja también le daban una imagen de pirata sanguinario.
Vi como el rey de los enanos movía la cabeza en forma negativa mientras decía en forma de pregunta.
- ¿Me podrían decir por qué estáis peleando? Tu señor del clan sur podrías tener la amabilidad de explicar que ha hecho nuestro invitado.
El enano de melena roja comenzó a reír, pero la pregunta de Motsognir fue contestada inmediatamente por el rey Midas.
-Discúlpanos rey, solo nos divertíamos con una riña para saber quién era más fuerte.
La voz del rey dorado sonó burlona y su expresión era de ironía, luego se transformó en una expresión seria y me miró y dijo con voz sonora.
El enano que me recordaba a un san Nicolás pirata me miró y noté que sus ojos eran negros como el carbón y sus cejas pobladas, frunció el ceño como intentando recordar y mirándome dijo.
-Señor de los cuatro clanes, disculpe, pero no recuerdo que se informara de un invitado más.
El rey enano dibujo una sonrisa lastimera en su rostro, me vio y dijo.
Este muchacho es Nico, no informé porque es un invitado especial.
Miró a Midas y con una mirada de pena le dijo.
-Es el hijo del elfo.
Midas me miró y comenzó a reír, se acercó y puso su mano en mi hombro, recordé que la leyenda decía que lo que el rey tocara se convertía en oro y me asusté por un momento luego se agacho y me dijo casi en el oído.
-No te preocupes solo sucede cuando lo deseo, no es como el mito indica, permíteme te explico.
Pero no terminó lo que quería decir porque el enano que parecía pirata carraspeó, cuando baje la mirada para verlo me sonrió y me abrazó con tanta fuerza que pensé me partiría en dos. No dijo nada solo miró a Nino y le sonrió, pero esta vez su sonrisa era fría como un lamento.
Caminamos al palacio mientras sonaban unas campanas, al parecer se estaba festejando algo en la ciudad.
Mi confusión era más grande porque mientras nos acercábamos al castillo se nos unieron dos enanos, el primero era un poco más alto que los demás, tenía una cicatriz en el rostro que pasaba por su ojo derecho, su nariz era respingada y altiva, su cabello largo que hacía juego con su bigote de color negro carbón, su ojo izquierdo tenía un color café oscuro mientras que su ojo derecho era completamente blanco, vestía una armadura de hierro negro, en la pechera llevaba dos figuras. Eran un martillo de doble cabeza y un yunque, sus hombreras eran de un mental distinto que al tocar con la luz del sol brillaban como arcoíris.
El otro enano que se nos acercó era más pequeño y robusto, su aspecto era más juvenil que el del resto, su rostro no tenía vello facial y su boca parecía tener siempre una sonrisa, en la ceja derecha tenía una argolla que relucía como plata, sus ojos eran de color miel con una mirada profunda y divertida, su cabello era largo y de color castaño claro casi rubio, vestía una camisa hecha de cuero y unos pantalones que parecían ser jeans de color azul gastado y unas botas de color café. Parecía que estaba con una estrella de rock de los 90, lo cual me daba gracia.
Llegamos a la puerta del castillo dorado y pude notar que era de madera oscura con grabados de escenas, parecía que contaba la historia de una batalla. En ella reconocí a mis acompañantes enanos y a Midas, para mi sorpresa una imagen era muy parecida a mi papá, busqué a Nino y noté que había regresado a su forma gatuna, al verme solo ronroneó, aunque me dio más la impresión de que estaba sonriendo en forma de burla a mi sorpresa.