La magia primigenia

8.- Estoy en peligro de muerte.

La habitación era tan blanca que parecía tener brillo propio, no se podía distinguir el final de aquel cuarto, en un punto de la habitación que a mí me parecía el centro podía ver una esfera que tenía el tamaño de una pelota de tenis, la esfera parecía no poder decidir qué color debía tener ya que cambiaba de amarillo a azul después a café y por último a rojo luego de un tiempo muy corto regresaba al amarillo y volvía a cambiar los colores, era una secuencia que me llamó tanto la atención que no pude resistir acercarme a ella y aunque me informaron que no toque nada, estiré mi mano hacia la esfera indecisa y justo cuando estaba por tocarla con mis dedos el cuarto se llenó de algunas voces que decían al unísono.

  • ¿Quién está en esta habitación? - Podía notar que eran cuatro voces, dos de hombre y dos de mujer –No perdonaremos a ningún intruso que quiera robar nuestros secretos.

En ese instante, del suelo se levantó una criatura que tenía un tamaño de dos hombres, uno encima del otro, su piel era gris como las rocas, su cara era tosca como si lo hubieran esculpido de forma apresurada, sus ojos tenían una mirada de asesino, de su boca sobresalían dos colmillos inferiores gigantes, solo vestía con un pantalón que le llegaba hasta las rodillas y en su mano cargaba un mazo que podía notarse estaba hecho de huesos.

El monstruo levantó el brazo en el que cargaba el mazo y lo lanzó hacia mí, instintivamente me lancé hacia el lado derecho, el golpe del mazo en el suelo fue tan fuerte que la habitación tembló, al intentar ver donde estaba la bestia que me había atacado pude notar a otra criatura en lo alto que se acercaba a gran velocidad, podía distinguir sus garras acercándose, la criatura que era una mezcla de buitre y mujer estaba muy cerca por lo que al tratar de esquivarla logró rasguñar mi antebrazo izquierdo, al intentar moverme para poder escapar noté como mi pierna derecha era atrapada por algo, miré hacia mi pierna y pude ver una lengua gigante que me sujetaba, el miedo se apoderó de mi al ver que una rana gigante de color azul claro con manchas negras me halaba hacia sus fauces, de forma inconsciente tomé la lengua en mis manos y le di una sacudida como cuando sacuden una alfombra en las caricaturas, asombrado vi como la lengua de la rana me soltaba y ella salía disparada por culpa del efecto látigo que se formó con mi sacudida.

De inmediato quise huir pero frente a mi camino había una cobra roja de más de dos metros que volaba gracias a unas alas, la cobra se lanzó hacia mí y me enrolló hasta que su cabeza estaba a la altura de la mía, abrió su boca, cerré los ojos y deseé que todo se moviera lento, que todo se quedara quieto, después de lo que me parecía unas cuantos minutos abrí los ojos y vi como ninguna de las criaturas se movía, me deshice del apretón de la cobra alada y comencé a correr hacia donde estaba la puerta pero sin aviso una voz en mi cabeza, una voz que ya conocía me dijo.

-No puedes huir debes pelear- la voz era del ser que había aparecido en mis sueños. –Si no peleas morirás.

Paré mi marcha de inmediato y entendí que estar en ese cuarto sin pelear sin demostrar mi valía era estar en peligro de muerte, di media vuelta y de mi boca nacieron las palabras.

-Espadas y armadura.

De mis manos salieron unas espadas una de color rojo como el fuego y otra de color azul transparente como el agua, y mi cuerpo se cubrió de una armadura que parecía de piedra y aire. Tomé valor y corrí hacia la rana gigante que estaba incorporándose después de la caída, para mi sorpresa llegué tan rápido que pude notar en sus ojos saltones y babosos la sorpresa de mi rapidez. De inmediato le clavé las dos espadas, una en su ojo derecho y la otra en su abdomen, la rana comenzó a derretirse formando un pequeño charco de agua verdosa como si se tratara de un pantano. Sentí el golpe de algo muy pesado en mi espalda y salí volando, caí de rodillas para notar que la criatura gris de rostro mal diseñado corría hacia mí, lanzó su mazo con mucha fuerza y por poco no logro esquivarlo, cuando el monstruo llegó junto a mí me resbalé por medio de sus piernas y le corté la pantorrilla derecha. Este cayó al suelo con su rodilla izquierda y en ese momento clavé la espada de rojo intenso en la parte más baja de su espalda. La criatura comenzó a desmoronarse haciendo que el suelo se volviera de tierra y se llenara de césped, arboles, y flores. En ese instante la arpía soltó un alarido que me obligó a soltar las espadas y taparme los oídos, solo pude sentir como me tomaba con sus garras y me levantaba del suelo, vi como su ala izquierda estaba cerca de mi mano derecha y la sujeté con fuerza, invoqué una de las espadas y corté a esa criatura en la mitad.

Mi caída había dejado grietas en el suelo y mis pies se sentían un poco adoloridos pero sabía que no podía parar, busqué al último monstruo pero no estaba por ninguna parte, la habitación había cambiado ya no era completamente blanca ahora parecía un paraíso lleno de flores hermosas, arboles con frutos brillantes y hojas muy verdes, un césped que parecía recién rociado con una tenue nube de lluvia y un cielo tan celeste y despejado que parecía anunciar todo lo bueno del mundo, pero su belleza se opacaba con el frio invernal que hacía. Vi algo moverse entre unos arbustos y alisté mis armas, me lancé hacia el arbusto, pero no encontré nada, pensaba que ya estaba fuera de peligro hasta que vi a la serpiente alada bajo el agua, me miraba desde el fondo, enloquecí por la situación en que me encontraba y grité.




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