La magia primigenia

9.- Un lugar muy frío

El lugar donde aparecí era tan frío que mis pensamientos se congelaban, con la ayuda de un árbol pude salir de la nieve que me llegaba a las rodillas. En mi país nunca cae nieve lo que hizo que la sensación de caminar sobre ella fuera muy extraña.

Logré caminar doce pasos antes de que mis extremidades se comenzaran a entumecer, haciendo mi paso más lento hasta el punto de dejar de moverme, el frío me estaba quitando la respiración como si me asfixiara por mi propio peso, solo deseaba un abrigo que me calentara mientras encontraba mi destino, sentí como mi cuerpo comenzó a calentarse. Al ver mis brazos pude notar un escudo de energía color rojizo, como si fuera una capa roja, lo cual me hizo acordar a un cuento alemán. Procuré caminar rápido hasta llegar a una hondonada rodeada de enormes pinos que no dejaban llegar mucho la luz del sol, en el centro del terreno hondo había una cabaña, estaba hecha de troncos, como las que uno espera encontrar en parques forestales, estos troncos estaban entrelazados en las esquinas, y el techo hecho de heno o paja, en el lado izquierdo de la cabaña podía notarse una chimenea que botaba humo, y las ventanas de esta brillaban con una luz muy cálida.

Bajé a preguntar a las personas que vivían ahí, toqué la puerta y después de unos segundos salió una señora de aspecto regordete, su piel era blanca como la misma nieve que nos rodeaba y su cabello de un plateado opaco, su mirada de ojos azules era acogedora, eso junto a sus mejillas de color rosado me hacían pensar en quien debía estar con san Nicolás.

Ella sonrió y me habló, pero no pude entender que me decía, me hizo con la mano una señal para que pasara a su casa.

Al momento de entrar en esa cabaña todo cambió, la chimenea no estaba prendida, las paredes ya no eran de tronco, se formó una oscuridad que solo me permitía distinguir que estaba dentro de una cueva, inmediatamente miré hacia atrás y pude ver como la anciana cambiaba de apariencia, de dulce anciana a una criatura que solo podría verse en las pesadillas, sus ojos azules se transformaron en dos  puntos rojos como si fueran carbón al rojo vivo, su cuerpo y rostro se convirtieron en humo que tomaba forma humanoide gracias a una capucha de color negro con borde café donde se podía distinguir una escritura muy extraña, lo único que parecía físico en esa criatura eran sus brazos que terminaban en unas garras gigantescas, comenzó a flotar frente a mí y con una voz que parecía que salía de un túnel, gruesa y profunda me decía algo que no entendí.

Entendí que esa criatura era mi misión y decidí hablar con ella.

-No sé qué eres…

En ese momento la criatura me interrumpió con una risa macabra como si una hiena estuviera dentro de esa cueva.

-Un turista, llevo esperando uno por dos siglos, castigado a estar en esta tierra olvida solo consumiendo almas de alimañas que pueda encontrar. -Su risa sonó peor por el eco que se formó e hizo que me estremeciera. -Disfrutaré consumiendo tu esencia, ya que desde que esos chupadores de vida nos redujeron a unos pocos y nos obligaron a estar en estas zonas abandonadas no he comido bien.

Inmediatamente invoqué mis armas y me lancé contra la criatura y asesté una estocada solo para ver como ésta pasaba su cuerpo como si nada, una risa igual a las anteriores resonó.

-Un maguito, o querido niño has venido sin saber que la magia de un mago no funciona con nuestra especie y por tu arrogante decisión morirás.

La criatura se lanzó tan rápido que no pude esquivarla, me tomó del cuello y me elevó del suelo.

-Eres un regalo mago, te has perdido seguramente y caíste en mis manos, esto me hace tan feliz.

Sentía como me asfixiaba y no sabía qué hacer, antes de caer inconsciente, la criatura me lanzó a una de las paredes, después de golpear la pared con un sonido sordo caí al suelo.

Al levantarme intenté correr, pero mis piernas no respondían, mi corazón latía como si no estuviera dentro de mi pecho y mis pensamientos comenzaban a pasar muy rápido con ideas que no sabía si eran posibles.

De todas las ideas que pasaban por mi cabeza una fue la que más me pareció, así que intenté hacerla, concentrando cada parte de mi cuerpo e intentando convertirlo en parte de las sombras que se formaban en las partes rugosas de la pared debido a la poca luz que entraba por la boca de la cueva, no sabía si había funcionado, pues no sentía ningún cambio en mi cuerpo, pero para mí fortuna la criatura al intentar encontrarme se sorprendió.

-Donde te metiste joven mago, entiende que no importa dónde te escondas consumiré tu alma.

Se dio la vuelta dándome la espalda y salté sobre ella, mi cuerpo podía tocarla, sentía como mi fuerza aumentaba así que la tomé de un brazo y salté de ella al suelo tirando con ese movimiento a la criatura a una de las paredes.

Sus ojos se hicieron más grandes, como si se sorprendieran, pude notar que intentaba huir, pero la tomé de la capucha larga y la halé hacia mí, deseé un arma que pudiera destruir a ese ser macabro y vi en mi mente como se diseñaba un arma, era una hoz de mango negro como la noche más oscura y de una hoja tan brillante que no podría verse de forma directa sin quedar ciego.




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