La magia primigenia

17.- Las peores tareas

A primera hora del día me fue a buscar un guardián centauro, me guio hasta el castillo del nuevo director.

La habitación estaba llena por el consejo de magos y el director. Pude notar que faltaban dos magos en el lugar, comenzaron con un interrogatorio respecto a Ana. Querían saber dónde la vi por última vez, si llevaba algo escondido, pero poco a poco el interrogatorio cambio hacia mí, preguntándome como había escapado de Ana.

Cuando el nuevo director se había posicionado en el cargo, se tomó la decisión de cambiar a los espíritus elementales a un lugar fuera de la isla, y fue entonces cuando notaron la desaparición de estos. Cómo fui el último en ver a los elementos activos, me hicieron preguntas respecto a ellos, pero cada vez que preguntaban algo otro mago contestaba.

Había pasado casi medio día desde que comenzaron el interrogatorio y decidieron que debía comenzar con mis tareas, Bóreas hizo llamar a Glutark. El trol doméstico. La piel verdosa estaba llena de barro, le daba la apariencia de ser una especie de serpiente humana. Era de musculatura definida y tenía una altura de dos metros. Su rostro de nariz alargada y ojos pequeños desentonaba gracias a unos labios carnosos y un par de colmillos que le sobresalían de la mandíbula inferior.

-Mando a llamar señor. - Dijo el trol. - ¿Cuál es su orden?

El director me miró sin ocultar el desprecio que sentía y con una mano le indicó que me sacara del lugar.

Fuera del castillo Glutark me indicó que ese día tocaba limpiar los establos, pero cerca de ellos no se podía usar magia, porque las monturas se asustaban fácilmente. Lo seguí por un camino que me llevó en dirección sur este de la isla y tan solo unos minutos después llegamos a unos establos de dimensiones extraordinarias, en altura no media más de tres metros y de ancho unos 5 metros, pero su largo era de más de 50 metros.

El establo tenía una gran parte bajo un lago, sus paredes estaban hechas de piedra y su techo era de paja, dentro se podía encontrar, pegasos, caballos alados de colores claros. Sus alas se plegaban de forma elegante para poder moverse con tranquilidad, su cola era más larga de lo común y su crin corta le daba el aspecto elegante que en los mitos se podía interpretar. También había unicornios. En los mitos se acostumbraba a describir al unicornio de color blanco, pero estos tenían colores oscuros, su crin era alargada y su cola era corta, el cuerno parecía hecho de mármol de una sola pieza. Los hipocampos eran caballos que en vez de pelaje tenían escamas de color plata, sus patas delanteras eran normales hasta que llegaban a donde se suponía debían estar los cascos, pero estos equinos marinos llevan un par de aletas que hacían juego con su cola de pez y su crin que parecía una aleta dorsal. Pero la montura que más impacto fue el caballo de crin de fuego, su pelaje de color rojizo le daba un aspecto de ser una criatura indomable.

Liberamos a cada una de las monturas, y comenzamos con el trabajo de limpieza. Poco a poco comenzamos a recolectar un gran montón de estiércol de bestias equinas de diferentes formas. Al terminar de lavar las caballerizas Glutark me informó que era momento de preparar el abono para el bosque mágico de la isla, y me enseñó como hacerlo. Para cuando terminé de hacer mi tarea fui directo a mi habitación, para recostarme en la cama y pensar un poco en lo que sucedió ese día.

Adormilado comencé a divagar sobre por qué se me había designado esas tareas de las cuales se podía encargar Glutark. El trol había sido más hablador de lo que yo esperaba, me hablaba de todo lo que él pensaba y lo que había sucedido en la semana de libertad, me contó que el consejo había proclamado a Bóreas como director porque el gran dragón, como él lo llamaba, se había esfumado. Me informó que la gran biblioteca había sido cerrada y que los templos competían por el favoritismo del director helado.

Mi curiosidad se acrecentó cuando pensé en que podrían estar escondiendo en la biblioteca, y como se me había dicho que mis tareas eran dentro del gran campamento de magia, tomé la decisión de buscar la manera de ingresar en ella.

No sé en qué momento me quedé dormido, y tampoco cuanto dormí, pero la sensación de haber dormido nada me persiguió al levantarme de la cama y alistarme para mi siguiente tarea. Fuera de la gran cueva me esperaba Glutark con una gran sonrisa.

-Hoy es día de cazar sapos.

Su alegría me recordaba a la de un niño cuando tiene un juguete nuevo, lo seguí hasta un lado del lago donde se encontraba la casa de Agua, para mi sorpresa todos los magos de ese tipo tenían tares fuera de la isla, Glutark me dijo en son de broma que yo era el nuevo sirviente del director helado, aunque era broma para él yo creía que era muy cierto.

Cuando Glutark me dijo que hoy era día de cazar sapos nunca imaginé que se refería a un sapo de cuatro metros más o menos, su piel excretaba de un lodo fétido que espantaba todo a su alrededor.

Mi tarea consistía en expulsar al gigantesco sapo lodoso de la isla, y limpiar el lago.




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