La magia primigenia

18.- Un escape y una historia que contar

Gabriel se lanzó hacia mí, en mi mente pude escuchar como las cuatro voces de los elementos me decían que usara un escudo de tierra y una armadura de aire.

Mi cuerpo se comenzó a cubrir con unos pequeños torbellinos, y al mismo tiempo un gran muro de tierra se levantaba para protegerme. Pude ver como levantó vuelo con dificultad para no estrellarse con el macizo muro de tierra que estaba frente a mí.

La mirada de Gabriel era de odio completo.

-Ahora debes morir. Su voz sonaba como el pito de un silbato.

Se volvió a lanzar en mi dirección para asestarme un golpe mortal con las espadas curvas que cargaba en sus garras, pero esta vez chocaron con mi espada de fuego. Los movimientos de Gabriel eran muy rápidos, cada estocada que daba se acercaba a hacerme un corte mortal.

En un giro de su cuerpo logró cortar mi brazo izquierdo, el dolor que provocó sentir el filo de la hoja sobre mi piel me hizo perder el equilibrio y caer, fue cuando escuché a las cuatro voces junto a la mía decir que ya no debía ocultarme.

Mi cuerpo reaccionó a la petición de mi mente y poco a poco fui sintiendo como cambiaba mi aspecto. Por lo que pude ver en la mirada de Gabriel, él también lo notó.

Sus movimientos comenzaron a errar y eso me permitió tomar el control de la batalla por unos segundos en los que pude herir una de sus alas. Podía escuchar los pasos de los centauros que llegaban a galope y tuve toda la certeza de que se me culparía de todo lo sucedido.

Invoqué la fuerza del tiempo y lo detuve para poder salir corriendo hacia un portal, para mi fortuna encontré uno cerca recién activado, pero mi magia comenzó a fallar y el mareo comenzó a forzarme para que dejara de usar la magia cósmica. Llegué hasta el portal y lo pude atravesar para caer al final desmayado en medio de una ciudad que no conocía.

Me encontraba en el castillo que con anterioridad había soñado, comencé a escuchar unas pisadas lejanas y veía como una sombra se acercaba poco a poco a donde me encontraba. Corrí a esconderme detrás de un pilar, pero fue muy tarde, la persona que se acercaba a mí ya podía verme, intenté invocar mi magia para defenderme, pero no pude, algo me lo impedía.

El Joven con el cual había soñado en una ocasión siguió andando, pasando mi cuerpo como si yo fuera un simple fantasma.

De inmediato lo seguí por el pasillo hasta una habitación muy bien iluminada por unas antorchas. En el medio del cuarto se encontraba una mesa rectangular y en ella se encontraban dos jóvenes más ya sentados y en la cabecera había un hombre muy pálido.    

-Mi señor, usted cree que debemos confiar en esos magos asquerosos. - la mirada del hombre se dirigió hacia el joven que hizo esa pregunta y solo movió la cabeza en un gesto de afirmación dando a entender que podía seguir hablando. - Nuestra rivalidad es eterna…

Al ver que llegaba el otro joven se calló, se acercó a la mesa para sentarse en la otra cabecera secundaria.

-Mi señor, el mago quiere verlo, dice que ya es hora de comenzar con los preparativos, los tres grandes deben despertar.

Todo comenzó a cambiar como cuando uno ve a través de un catalejo. Poco a poco se fue transformando hasta verme rodeado de unas piedras enormes. En mi mente pude escuchar STONEHENGE, y luego todo quedó en blanco.

Desperté en medio de unas calles pedradas, mientras unos hombres me rodeaban para no despertarme, tal vez por miedo a que les vaya a robar.

Me levanté y comencé a caminar para ver si podía reconocer alguna cosa de la cuidad que me indicara donde me encontraba.

Ya había caminado más o menos unos tres minutos cuando pude observar a lo lejos una torre enorme que en la parte más alta tenía un gran reloj.

Supuse me encontraba en Londres, la mañana era fría y la cubría una neblina no muy densa, decidí caminar unos cuantos metros más para poder pedir indicaciones. Mi inglés no era muy bueno así que debía esforzarme para hacerme entender. Encontré a una mujer de edad avanzada sentada en una banca a la entrada de un gran parque.

Me acerqué a ella con cautela, solo para preguntarle cómo podía llegar a un museo, pero la señora no logró entenderme. Se me ocurrió preguntar por Stonehenge. La señora me miró y me guio por una calle, que gracias a una señalización supe su nombre.

Caminando por Birdcage Walk de forma recta hasta la esquina del parque la señora me indico que caminara en la misma dirección hasta el Big Ben.

Caminé por algún tiempo hasta que llegué a la base de un edificio muy parecido a un castillo, el lugar estaba lleno de turistas y policías. Entendí por qué la señora me había enviado a ese lugar, era muy probable encontrarme con alguien que hablara español.

Para mi fortuna la primera persona a la que le pregunté cómo llegar a Stonehenge, era mexicano.

-No te preocupes carnal yo te llevo con mi grupo.

El joven mexicano me encaminó hacia un grupo de jóvenes que tomaban fotos y les hacían bromas a unos guardias de uniforme rojo y sombrero enorme.




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