La magia primigenia

20.- Se hace realidad una gran pesadilla

Claryti podía sentir la ubicación de Ana, y para mi fortuna también podía sentir si se encontraba bien.

-Debemos ir al norte, a una isla de hielo. - la voz del dragón era fuerte. - siento que está en ese lugar.

Nos dirigimos lo más rápido posible, hacia el norte, mientras volábamos, pensaba en por qué Nix nos habría traicionado, entendía un poco, porque los magos y vampiros se había asociado, pero Nix no tenía interés, juré que si la volvía a ver me pagaría la traición y el secuestro de Ana.

Después de un tiempo volando llegamos a las costas de Groenlandia, y pasamos un pueblo de casas pintorescas de muchos colores. Seguimos en la misma dirección adentrándonos cada vez más hasta que llegamos a una cordillera.

Claryti nos guio hasta que nos topamos con unos animales voladores. Su aspecto era muy similar a los pterodáctilos, con alas alargadas, que en medio tenían unas pequeñas garras. Su color verde vómito producía una ilusión óptica de derretimiento. Su cola alargada terminaba en un aguijón de color amarillo. No tenían patas. Y su cabeza carecía de ojos. Su boca alargada llena de dientes muy afilados dejaba salir un sonido muy agudo como el chirrido de un metal rompiéndose. En la parte superior del cráneo le sobresalía una especie de cuerno que estaba cubierto por la piel. Uno de estos monstruos se lanzó hacia Claryti, pero este se defendió con sus garras y tomando su cola con la boca.

Mi visión hacia la pelea de Claryti fue interrumpida por la sacudida de Tenebris que desviaba el ataque de una de esas criaturas. Usé mi magia para invocarles unas armaduras de magia a cada dragón y para que Tenebris tuviera libertad de movimiento me lancé hacia una cueva que había cerca.

Invocando pequeñas ráfagas de viento suavice mi caída hacia ese lugar. Cuando llegué al suelo vi hacia el cielo para encontrarme con una escena de pelea, muy parecida a las de las aves que uno llega a ver en un documental. Entré en la cueva con una fe ciega de que los dragones ganarían la batalla.

Dentro de la cueva se encontraba un castillo que estaba sujeto por cadenas gigantes, bajo del castillo había un lago de lava. El castillo era el mismo con el que había soñado algunas veces, sus paredes de piedra blanca se tornaban rosadas por el color rojo que emanaba la lava. Sus torres principales terminaban en punta y tenían unas pequeñas ventanas de observación. De la puerta salía un puente que llegaba hasta donde me encontraba parado. El puente estaba hecho de piedras flotantes que se movían como si fueran una banda mecánica.

Salté a la primera piedra que solo se balanceo un poco al soportar mi peso y comenzó a avanzar hacia la puerta del castillo. Intentando agacharme y sin usar nada de magia.

Al entrar al castillo pude sentir una corriente helada que venía de alguna parte, seguí muy sigilosamente hasta llegar a una puerta muy grande de color negro. Pude entrar con facilidad puesto que se encontraba un poco abierta. Dentro de la habitación me encontré en un altillo que pertenecía a una sala de teatro, de inmediato me escondí detrás de un gran pilar. Abajo en el salón de teatro, justo en el escenario se encontraba encadenado el antiguo director de la isla mágica, su forma de dragón que alguna vez fue imponente ahora solo era un escuálido lagarto alado de color cobre, sus ojos llenos de dolor suplicaban a una persona que se encontraba frente a él que lo soltara, pero esta persona ni lo miraba.

Luego entró un hombre pálido con el cajón de las cuatro espadas y detrás de él pude ver como dos jóvenes igual de pálidos tiraban de Ana que aún se encontraba dormida. Mi enojo comenzó poco a poco a crecer, pero en el momento en que había decidido lanzarme a rescatar a Ana el hombre pálido habló.

-Es hora, no podemos seguir esperando.

El hombre que se encontraba frente al exdirector comenzó a hablar mientras se daba la vuelta, y pude ver sorprendido que se trataba de Odín, el mago a quien le faltaba un ojo.

 -Coloca las espadas en el orden que te explique.

Se dio la vuelta otra vez y con un movimiento rápido sacó una espada de hoja brillante del aire y se la clavó en el pecho del Dragón que soltó un alarido ahogado, luego de eso todo me pareció una pesadilla que estaba pasando. Odín se acercó al dragón inmóvil y arranco el corazón de este. El corazón del dragón que aun latía brillaba como un pequeño astro en el firmamento. Odín que admiraba el corazón latiente del dragón lo soltó en el suelo.

Cuando el corazón dejó de palpitar y su brillo cesó pude ver como las cuatro espadas estaban flotando a su alrededor. En medio de las espadas de forma circular se abría un portal en forma de espiral. Comencé a reaccionar al darme cuenta de que Odín decía.

-Príncipe dejemos esta sala y que la ofrenda le indique que estamos de su parte, diles a tus ciervos que les expliquen todo.

Salieron de la habitación dejando a los jóvenes en ella.




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