La magia primigenia

22.- Un rescate necesario.

Ver como todo había cambiado en la Tierra, me dejó sin palabras, ahora todo parecía muerto, las plantas estaban marchitas, los lagos y mares estaban casi secos, los edificios destruidos parecían el albergue perfecto para criaturas de las sombras y demonios.

Llegamos a las costas de Noruega en y nos dirigíamos hacia Bruvik y una aldea, en ese lugar se encontraba la jaula.

Descendimos lo más cerca de la aldea, y buscamos un lugar para escondernos, lo cual no fue muy difícil, la vegetación muerta y la oscura noche nos permitió acercarnos lo suficiente para ver una pequeña isla, en ella una tenue luz dibujaba la silueta de una jaula que ya en ese punto me parecía estar hecha de hielo negro, como si el agua de la que se formara fuera petróleo.

Cerca de nuestra ubicación, se encontraba una iglesia o campanario, se podía notar que en sus momentos de gloria había tenido un color blando, pero ahora su pintura agrietada y curtida le daba una tonalidad amarillenta, su techo estaba destruido y la torre solo era un vestigio de su antigua gloria.

Decidimos que debíamos descansar y nos refugiamos dentro de lo que alguna vez fue un edificio.

Cerca de lo que debió ser el alba del día siguiente Tenebris sintió un movimiento cerca de donde nos encontrábamos, mis ojos se habían acostumbrado lo suficiente para ver en la oscura madrugada.

No podía dar crédito de lo que veía, la criatura que se dirigía hacia nosotros era espantosa, su cuerpo desnutrido, lleno de pelo color gris le daba la apariencia de zombi, sus brazos más largos de lo común terminaban en un par de pinzas y sus patas tenían forma de ancas de rana. Lo más espantoso era su rostro humanoide, sus ojos grandes de color rojo y su boca sin labios que dibujaba una sonrisa tan macabra en la que se podía ver unos colmillos afilados.

La criatura comenzó a correr hacía nosotros cuando se percató de que la vimos, se lanzó estirando sus brazos, pero Tenebris lo lanzó de un colazo al otro lado del edificio.

Fue cuando lo sentí, la necesidad de consumir una vida era como estar muriendo de inanición, volví a sentirme como en el castillo de Groenlandia, sentía cada pulsación mágica de la criatura y de repente perdí el control de mis acciones.

Lo que recuerdo son solo pequeños movimientos, no sé lo que pasó, pero cuando regresé en mí, la criatura estaba muerta. En mis manos su aspecto había cambiado, era como si el tiempo hubiera pasado de forma inmediata y lo hubiera transformado en vestigio de piel y huesos viejos, sus ojos ahora tenían una tonalidad rosada, y sus dientes se habían caído, dejando esa sonrisa macabra en una línea que ya no podía producir ningún miedo.

Busqué desesperadamente a Tenebris para que me dijera que había pasado, pero al encontrarla estaba mirando al cielo, buscando un rayo de luz, pero lo único que pudimos ver eran unas nubes grises que dejaban pasar muy poco de la luz del sol.

El ambiente había cambiado, ahora todo se veía más tétrico, como cuando uno se encuentra en un cementerio antes de llover. El viento soplaba elevando en pequeñas espirales las hojas muertas, no podía escuchar aun nada más que el rasguño de unas ramas movidas por el viento helado, sentí el miedo de Tenebris ante tal lugar y decidimos apresurarnos en nuestra misión de rescate.

Tenebris dio un salto corto para que lleguemos al pequeño islote en donde estaba la jaula, me bajé de mi dragona y caminé hacia ella.

Ya estando cerca de la jaula pude notar más detalles de ella, sus barrotes tenían un color gris muy oscuro, se podía distinguir en ellos unas runas extrañas que se escribían de tal forma que formarán una escritura en hélice, se podía distinguir muy poco de lo que estaba en el interior, su cerrojo era un gran candado en forma de uroboro, al intentar tocar el candado este siseó y se cerró más.

Utilicé cada magia mística que pude y ninguna funcionó, pero recordé que los alquimistas usan el urorobo como símbolo y de inmediato pensé en la magia cósmica. En cuanto convoqué la magia del tiempo que puede ser destructora, el candado se oxidó y la serpiente dejó de comerse a sí misma, la puerta se abrió con un chasquido, dentro había un hombre muy flaco de aspecto desnutrido, su cabello demasiado largo cubría la mitad izquierda de su rostro, su barba descuidada de color gris me recordaba a las telarañas de la que fue mi casa, me acerqué a él y lo guíe hacia la puerta, justo cuando llegamos al portal de la jaula el hombre se quedó inmóvil, al notar esto me di la vuelta para ver  porque lo hizo, su rostro de horror era indescriptible, pero me quedó algo muy claro, en ese lugar había algo que lo atormentaba, algo que seguramente esperaba por él.

Empujé al anciano justo a tiempo para esquivar el árbol que alguna criatura nos había lanzado, de la parte este del islote, llamé a Tenebris para que se nos acercara, pero ella tenía sus propios problemas, mi dragona se enfrentaba a una criatura espantosa, era una mezcla de araña con murciélago, sus ocho patas tenían atrapada a Tenebris, mientras volaba agitando sus espantosas alas, corrí a ayudarla, pero una voz me detuvo.




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