La magia primigenia

24.- Un nuevo comienzo.

La parca había dejado a todos pensando, y el hecho de escuchar otra vez la palabra primigenio no me dejaba en paz.

Salí hacia el bosque para pensar en todo lo que sabía sobre la magia, muchas preguntas venían a mi cabeza.

¿Qué es un primigenio?, ¿Por qué Kukulkán le tenía que dar nombre?, ¿Cómo terminará todo?

Pero sentí algo en mis pies, y de inmediato miré hacia ellos. Era humo verde que subía por mis piernas como si fuera una serpiente, la niebla esmeralda llegó muy rápido a mi rostro y me cegó, una suave voz que siseaba repetía.

-Te encontré, ahora mi amo irá por ti y desssstruirá todo para poder sssser libre.

Todo regresó a la normalidad, el bosque estaba oscuro y no podía ver mucho más allá de unos pocos metros, pero escuchaba la voz de Ana llamándome, de inmediato fui hacia ella para contarle lo ocurrido, pero cuando llegué hasta ella todo comenzó a temblar.

Los árboles a nuestro alrededor se comenzaron a caer, la tierra se agrietaba y todo se convirtió en un campo de destrucción.

Un grito que vino desde el campamento nos hizo correr más deprisa.

Ana y yo no podíamos creer lo que veíamos, el campamento estaba lleno de criaturas de pesadillas, verlas me hizo recordar a un escritor de terror llamado Lovecraft, las criaturas que veía en el lugar eran muy parecidas a las que él describía.

Volvimos a escuchar el grito que nos llevó al campamento y me paralicé al ver a una pequeña niña de unos 7 años, que se defendía de una criatura horripilante. La criatura era una especie de árbol marchito, sus brazos demasiado delgados y largos terminaban en unas zarpas de tres afiladas estacas, su rostro se encontraba en su pecho, eran dos ojos oscuros que parecían succionar el alma de sus víctimas, la niña intentaba desesperadamente ahuyentarla con fuego pero éste era inútil, comencé a correr hacia la niña pero Ana ya había reaccionado y llegó primero, invocó las espadas de luz y oscuridad, y destrozó a la criatura en un instante, me miró y entendí que debía correr hacia la carpa donde se encontraban todos.

Corrí lo más rápido que pude para llegar, en ella estaba Midas enfrentándose a una Gorgona que lo atacaba con sus garras, también estaba el golem con la apariencia de mi madre, casi destruida pero aun peleando con un pequeño gremlin, busqué invocar la guadaña, pero solo vi como todo se detenía a mi alrededor y una voz sonaba en mi cabeza.

-No puedes hacer nada en ese lugar querido nieto, debes encontrarme, solo de esa forma podremos salvar a todos.

La voz de Cronos me hizo entender que debía irme del campamento, llamé a Tenebris para volar a donde Odín me había dicho que estaba mi abuelo.

Tenebris comenzó a volar y vi a Ana como peleaba con una horda de demonios que parecían no ser más que juguetes para practicar, le grité que me iba a encontrar a mi abuelo y ella asintió con la cabeza.

Cuando ya me encontraba fuera del campamento recordé que no sabía a dónde ir, pero recordaba que estaban donde todo comenzó, de esa forma decidí ir hacia lo que era Mesopotamia.

Recorríamos el atlántico cuando vimos una isla gigantesca, que era una ciudad de oro y plata, en medio de la ciudad había una torre de unos 3000 metros, parecía hecha enteramente de diamante y los rayos del sol le daban un aspecto espectral y hermoso.

Tenebris y yo nos dirigimos de inmediato hacia esa torre.

El techo de la torre era enorme, de un diámetro de unos 500 m.

Busqué una entrada que me lleve al centro de la torre y la encontré en el centro de la misma, una puerta de cristal de unos 20 metros de largo por unos 10 metros de ancho, corrimos directo a ella y entramos, Tenebris se sentía cómodo descendiendo por las paredes, pero yo tenía miedo de que me aplastara si pisaba mal, cada piso de la torre tenía una habitación que parecía un mundo nuevo, había una llena de árboles, como si fuera un bosque que esperara ser llenado de animales, en otra pude ver el centro de un volcán lleno de lava y piedras al rojo vivo, una habitación era un lugar submarino donde podías notar un castillo hecho de coral en su centro.

Cuando llegamos al centro de la torre sentía que habían pasado años, pero no era así, el tiempo no transcurría en ella, la habitación era una sala de tronos, todos ellos formaban un círculo perfecto, sobre ellos habían estandartes con escudos, arriba de un trono de color blanco como el mármol estaba sentado Kukulkán, miraba fijamente al centro del círculo donde se encontraba una hermosa llama que no decidía de qué color ponerse, iba del celeste al verde, luego al morado, después al rojo y luego amarillo, era como ver los colores del arcoíris.

Comencé a caminar despacio para salir de la habitación donde Tenebris me esperaba, pero en ese momento sonó la voz que temía.

-Hola hermano, el último de los primigenios.




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