La magia sí existe

La mesa embrujada

Nota para una mejor lectura: En el idioma japonés la "h", muda para nosotros, se lee con el sonido de "J" por lo que la pronunciación correcta de "Hisae" es "Jisae".

Marzo 1995

El primer día de clases en una escuela municipal, tenía emocionados a los mellizos Kai, pero al mismo tiempo los tenía asustados. No sólo porque era la primera vez en un colegio de enseñanza básica, sino porque éste estaba en un país totalmente nuevo para ellos y por no saber del todo el idioma temían no entender las instrucciones, de por sí solo podían hablarlo. La primera semana no hicieron muchos amigos; se asustaron con todo el ruido que había en el salón, aun estando la maestra en la sala.

“¿Por qué siguen jugando?” Preguntaba Hisae a su hermano, que por respuesta se encogía de hombros. También les parecía extraño e incómodo el uniforme. “No puedo correr y saltar bien con zapatos” Se quejaba Oni, y la niña miraba su jumper con la misma molestia, aunque su madre aseguraba que se quejaban por quejarse, y no les hizo mucho caso. Por otro lado, los estudiantes hablaban tan rápido en los recreos que no lograban entender mucho, solo comprendían que estaban intentando decir algo de la clase, de la colación o quizás ¿preguntando por la tarea? Bueno, en realidad no entendían nada.

Las vacaciones de verano fueron más fáciles, tratando con uno o dos niños por vez parece que hablan más lento… ¿o será porque ellos son extranjeros que les hablaban diferente?

Acostumbrados a su mutua compañía pasaban los recreos en el área verde del patio, donde dos árboles frondosos dan sombra a los columpios, allí ubicados, jugando con la arena, corriendo o en los mismos columpios.  Ese día, conversaban sobre el paseo que haría el curso, no tenían idea qué era exactamente lo que visitarían, su madre explicó que era una especie de parque en otra ciudad. Pero, sí les emocionaba salir a pasear con todo el curso, y quizás conocerían mejor a los niños.

 

—¡Saca tu escoba a ver si me alcanzas! —La burlesca voz de un chico más grande los hizo voltear a ambos.

En la cancha donde suelen jugar a la pelota, entre la jungla de niños y niñas, un pequeño preadolescente estaba corriendo con un trozo de madera en las manos, siendo perseguido por una chiquilla de tez blanca y cabello largo.

—Devuélvemela, que es mía. —gime saltando para intentar alcanzarla, pero éste la lanza a su amigo más corpulento, pero de igual tamaño.

—Ahora es mía. La usaré para jugar con mí perro. —Ríe, el niño.

 

Oni no le presta mayor atención y vuelve a darse vuelo en el columpio, pero éste se detiene abruptamente al ser sostenido por Hisae que lo mira con el ceño fruncido.

¿Qué?

Deberíamos ayudarla. —Reprocha la melliza.

No lo sé. No la conocemos.

Sí la conocemos, está en nuestra clase.

La pequeña la recordaba bien, es una de las niñas que le han hablado en los primeros días, la llevó a rastras durante el recreo para mostrarle donde se encontraban los baños, el kiosco y otras cosas, pero todo el tiempo gritaba… como si en lugar de ser extranjera fuese sorda.

Tomó a Oni del brazo y caminó a paso firme hasta la contienda, donde los chicos se lanzaban el objeto deseado entre ellos, haciendo que la niña se paseara, aunque, en lugar de eso decidió darle unas patadas en las canillas a uno de los chicos.

—¡Devuélvemela Seba! —Dice, al tiempo que éste vuelve a lanzar la rama negra de la disputa.

Pero, antes de que su compañero la ataje, una manzana se impacta en su cuerpo. Hisae había utilizado la fruta que llevaba de colación.

—¡Auch! —Exclama el joven, sobándose.

La dueña del codiciado trozo de árbol se tira al suelo en busca de la rama, pero fue el chico robusto quien la obtuvo primero.

—No te metas, china. —Advierte el tal Seba, con una postura imponente ante la niña y su hermano.

—Parece que los niñitos quieren ayudar a Clarabella—Ríe el otro chico.

—Me llamo Clara, tonto. Clara. —Empuñando sus manos reclama, con el ceño fruncido y lanzándose a la espalda de Cristian— Devuélveme mi varita.

El pequeño empieza a dar vueltas en círculos intentando quitarse a la pequeña que jala sus cabellos de encima, pero Hisae comienza a saltar para alcanzar la rama haciendo que no pueda zafarse de ninguna. Seba quiere acercarse a nuestra protagonista, pero su hermano se interpone con una pose de batalla exigiendo que no se acerque a la niña.

—No me digas, ¿estudias artes marciales con los Tres Ninja Kids? ¡JIA! ¡Shu! ¡Kua! —Se burla, imitando las posiciones que ha visto en televisión.

Oni mira al cielo por lo absurdo del chico y luego sonríe realmente malévolo.

—No soy ninja, pero sé perear —Dice, sin perder su postura.

—¡Ya tengo! —Grita Hisae.

De inmediato la pequeña Clara salta al piso, y Seba corre para alcanzarla pasando junto al niño, quien se agacha y provoca una zancadilla que lo hace caer.



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En el texto hay: amigos, brujas, fantasmas y presencias

Editado: 25.09.2022

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