La Maldición de Cipseel

Capítulo cinco

Si Regin me toleraba, Zakiel ni siquiera me soportaba. Malditos guardianes y sus estrictas reglas. Podía escuchar la voz de Zakiel murmurando en mi cabeza: Las prohibiciones existen por una razón, Radella... o Mantente jodidamente lejos de eso, enana.

Obviamente era una enana a su lado. Ser un guardián le daba una estatura de unos dos metros.

El aire estaba muy tenso, pero ni Regin ni Zakiel percibían el ambiente raro. No sé en qué momento dejé de respirar solamente caí en cuenta cuando aspiré como una desesperada el aire luego de que se alejaran.

Si nos descubren tratando de entrar al bosque muerto, los muertos seriamos nosotros. Aflojé toda magia que nos había hecho pasar desapercibido y me giré hacia la manada.

— ¡Eso fue increíble!

Los ojos de Cosmo se dilataron llenos de euforia. Estaba fascinado y empezó a reírse a carcajadas. Definitivamente le faltaba varios tornillos.

—Gracias, pero debemos irnos—murmuré mirando hacia donde los guardianes habían desaparecido.

Ellos podrían aparecer en cualquier momento.

Borak hizo un ademan pidiendo que le siguiéramos, su chica iba pisándoles los talones y los demás se esparcían a su alrededor, como cuidándolo.

—Debemos estar atentos.

—¿Has visto alguno de los monstruos que dicen habitar aquí?

Me apresure para seguirle el paso mientras esperaba su respuesta.

Su rostro se volvió serio mientras pensaba.

—Dos o tres—susurró. —Algunas de esas bestias no han sido vistas en siglos, quizás hasta hayan sido puras invenciones.

—Invenciones o no, no quiero averiguarlo.

Ante la declaración de su compañera, Borak le tomó de la mano dándole un apretón y un beso en la cabeza. Puse los ojos en blancos.

—Cursi—expresamos al unísono con Cosmo.

El mismo me guiñó un ojo antes de seguir su camino. El sonar de nuestros pasos y respiraciones eran todo lo que oímos. Realmente el bosque estaba muerto, porque siquiera había un cantar de grillo o cualquier ave.

La nieve crujía con cada paso y la maleza seca parecía hielo. El frío allí era mucho más cortante que en cualquier otro lugar. Uno de los chicos gruñó hacía una línea de árboles secos y sentí el escalofrió subir por mi espina dorsal.

—Mierda.

Mucha mierda, esa energía no era nada buena. Volteamos todos hacía ése lugar, la energía en el ambiente me erizaba hasta los vellos que no tenía.

En toda mi corta vida, dos veces me crucé con esa misma energía. Una vez era una niña e iba acompañada de Zephyr y otro mentor, la otra fue cuando estaba sola y por primera vez me enfrente a un Gork.

Un maldito Gork venía surcando entre la naturaleza sin vida.

—Corran—susurró Borak enseñando los dientes.

Estaba por convertirse en su forma lobuna. Todos ellos estaban por hacerlo.

— ¡Corran!

Con ese grito sentí como una mano se deslizaba por mi brazo y tiraba de mí en dirección contraria. Giré la cabeza hacia la persona que me arrastraba y vi la cara asustada de Layla.

Empezamos una carrera contra reloj con la manada pisándonos los talones mientras yo buscaba en mi mente algún hechizo que pudiera ayudarnos. Maldije a Horus porque no quería prestarme su libro para enfrentamientos de monstruos debido a que según él yo estaba tan loca como para ir detrás de ellos.

Desacelere mis pasos y dejé que toda la energía fluyera por mi cuerpo.

—Voy a ganar tiempo—expliqué cuando me miraron confusos.

Vi la masa negra acercarse, este iba a cuatro patas. Esa cosa no tenía ojos porque olía el miedo y se alimentaba de ellos. Su boca era una cosa enorme llena de púas capaz de devorar todo y tenía un aliento asqueroso.

Invoqué una sombra. La sombra era un espectro negro con energía, como una niebla que podía tomar la forma que quisiera. Le susurré una orden antes de liberarlo, eso estaba prohibido debido a que podía salirse de control, pero debía arriesgarme.

Dejé a que se enfrentara al Gork mientras huía lejos con los lobos. No sabía que tanto nos alejamos simplemente dejé de sentir alguna energía rara y nos detuvimos en un claro. Estaba cansada, me ardían las piernas y los pulmones ¿Quién carajos me mandó a este lugar?

—Estuvo cerca, joder—susurró Cosmo entre jadeos.

Solamente él había vuelto a su forma humana. La curiosidad me pico cuando miré su ropa.

— ¿Cómo haces para volver a tener la misma ropa?

Soltó una carcajada ahogada por la falta de aire.

—No eres la única que usa magia.

Mi entrecejo se arrugó cuando la confusión me llenó. No podía ser cierto.

—No pueden... Hacer... Magia.

Afirmé apuntándolo.

—No lo hacemos—explicó Layla. —Una bruja hizo un hechizo para evitarnos momentos incómodos.

Oh. Eso quizás tenía un poco más de sentido. Me senté sobre una piedra calmando mi respiración con la vista en Cosmo, quien tenía una mano levantada, como un alumno en clase.

Asentí indicándole a que hablara.

— ¿Qué fue todo eso? ¿Lo mataste?

Negué y me levanté de la roca cuando sentí el frío colarse a través de mi ropa.

—No lo maté. Invoqué una sombra para que lo entretuviera y lo alejara de nosotros.

— ¿Una sombra?

Esta vez me giré hacia la rubia que me miraba confundida. Ellos dos si o si compartían lazos sanguíneos, cuando alternaba mis ojos en ambos terminaba hallando muchas similitudes.

—Es como un espectro, pero tiene energía. Algo así como vida propia.

— ¿No es peligroso?

Me encogí de hombros restándole importancia. Mientras nadie más se entere y yo logré capturarlo nuevamente no hay nada de qué temer.

La manada se puso de pie mirando detrás de mí y yo solo pude pensar que ya estábamos muertos. Tal vez el Gork acabó con la sombra y estaba ahí. Sin embargo, ellos no lucían con miedo, aunque si con cautela.

Me giré despacio y cuando mis ojos conectaron con lo que estaba enfrente inspiré todo lo que pude sosteniendo el aire dentro de mí.




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