La Maldición de Cipseel

Capítulo seis

Mierda. El lobo de pelaje marrón oscuro era mi querido amigo Arion y no estaba solo. Sus ojos me miraron con desafío haciendo que me removiera nerviosa en mi lugar. Con él estaban tres lobos más.

 

No sabía si existía el lenguaje lobuno, pero una orden silenciosa salió hacia la manada que estaba a mi lado. 

 

—Vámonos.

 

La voz seria de Borak no permitía evadir su orden. Ellos empezaron a seguir a la manada de Arion mientras yo me quedaba plantada como una estúpida en medio de aquel lugar. No sabía si esa orden también era para mí.

 

Moví mis manos mirando a mi alrededor sin saber qué hacer, hasta que unos pasos me hicieron levantar la vista por donde se habían ido. 

 

— ¿Piensas quedarte a que te devoren los monstruos?

 

—Eres irritante.

 

Ahí estaba él, esperándome. Aparentaba estar aburrido, pero a mí no me engañaba. Estaba tenso y alerta a todo a nuestro alrededor.

 

Pase junto a él con la barbilla en alto sin mirarle ni un segundo. Maldito Arion y su olor a menta y madera.

 

La razón porque Zakiel me decía enana era porque realmente yo era de baja estatura. Caminar al lado de Arion me volvía a confirmar que era pequeña. No sé qué carajos comen estas criaturas, pero vaya que crecen mucho. 

 

Él se pasó la mano por su cabello negro e inspiró buscando paciencia. Ya veía venir una buena reprimenda. 

 

— ¿Qué hacían ahí?

 

Sopese la respuesta que le iba a dar, solamente por ser cruel con él.

 

—Cosas que no te importan.

 

—Responde.

 

Lo miré indignada por la autoridad en su voz. Si creía que con eso iba a conseguir lo que quería estaba muy equivocado. Conmigo no funcionaba su voz autoritaria de macho alfa de la manada. 

 

—Deja. De. Meterte. En. Mis. Asuntos.

 

Molesta lo apunté con un dedo. Cuando iba a dar un paso lejos de él me sujetó por el codo. El contacto tibio de sus grandes manos me erizó la piel. 

 

—Se vuelven mis asuntos cuando incluyes a lobos en tus perversos planes, Zanahoria.

 

Mis ojos se abrieron con sorpresa ante el ridículo apodo. Mis instintos me hicieron bajar la vista hacia mi cabello caoba y luego volver a mirarlo con los ojos entrecerrados.

 

—Eres insufrible y no existen tales planes perversos.

 

Estiré con fuerza mi brazo tratando de zafar su agarre, pero me detuve en seco. Se tensó, al igual que yo, cuando sentimos todo ese poder llamando desde lo profundo del bosque. Mi intuición me pedía a gritos que saliera de allí, sin embargo, trate de dar un paso en esa dirección, pero el agarre en mi brazo me detuvo. 

 

—Definitivamente estás loca—molesto me hizo caminar hacia la salida de aquel lugar muerto.

 

Nos detuvimos en un claro qué colindaba entre el hogar de lobos y la casa de los oscuros. Sus amigos ya estaban convertidos en su forma humanoide cuando me crucé de brazos y me alejé unos metros de ellos, después de todo eran unos jodidos lobos. 

 

Un pelirrojo me observo divertido cuando vio que ponía distancia entre ellos. 

 

—Tienen prohibido ingresar a ese lugar—hablo dejando que la seriedad cubriera sus palabras.

 

—Solo fue una pequeña vuelta, Bayard.

 

La excusa de Cosmo entró por un oído, del tal Bayard, y salió por el otro.

 

—Las reglas existen por una razón—espetó Arion.

 

Les juro que quise mantenerme seria, pero suspiré fuerte mientras rodaba los ojos ante sus palabras. Odiaba esa palabra. Reglas. Esa maldita palabra era la que más oía y no soportaba. 

 

—No nos pasó nada.

 

Hice un ademan con las manos señalando a todos. Layla negó sutilmente como pidiendo que me callara. 

 

—Seguramente tú fuiste la que los persuadió para que ingresaran a ese lugar muerto—acusó Arion.

 

Maldito hijo de su madre. Otra cosa que odiaba es que para cualquiera los Oscuros éramos vil criaturas que solamente hacían el mal. Molesta centré mi atención en él. 

 

— ¿Qué si fue así? ¿Me harás daño?

 

—Creo que fue suficiente—cortó Layla, pero yo aún mantenía mi molestia dirigida hacia el morocho.

 

El pelirrojo le gruñó a la rubia a lo que Borak se interpuso entre ellos defendiendo a su compañera. 

 

—Vayan a casa. Ahora—ordenó Arion.

 

No sé cuál es el orden del poder entre lobos, pero ninguno de ellos objetó. Borak hizo una seña a su manada y estos fueron detrás de él. Una vez en su forma de lupis huyeron hacia el hogar de lobos. Cosmo me regaló una sonrisa y una disculpa antes de ir detrás de ellos. 

 

Arion asintió hacia los otros tres chicos que estaban con él. Tal vez sí tenían algún tipo de telepatía porque pronto se alejaron dejándonos solos. 

 

—Te gusta la autoridad—escupí cuando sus ojos molestos se fijaron en mí.

 

—Y a ti te encanta desobedecer. 

 

Me di la vuelta con la intención de volver a casa. Sin embargo, me volví una vez a mirar hacia aquel lugar donde minutos antes sentí ese poder tan grande. Los ojos marrones del lobo me estudiaron con curiosidad y desconfianza. 

 

—Tú fuiste la que los llevó ahí adentro.

 

Sentía la energía dentro de mí entrar en ebullición. 

 

—Puedes irte a la jodida mierda.

 

Respiré tratando de calmarme y empecé a alejarme de él porque no me iba a hacer responsable de mis actos si es que me quedaba un segundo más junto a él. Lo sentía respirarme en la nuca, su olor me invadía las fosas nasales por lo que me voltee frenando los pasos a lo que él casi choca contra mí. 

 

Molesta. Estaba muy molesta por sus ridículas acusaciones. La molestia hacia los licántropos dejé de lado porque la manada de Borak me agradó desde el primer instante, pero el hombre aquí me ponía a prueba. Él me estaba poniendo los nervios de punta y desatando mi desagrado una vez más.




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