Fui ignorada de una manera tan profesional que me dejó un poco de envidia a su manera de actuar. Lo observé fijamente imaginando que mis ojos eran la punta de algún arma y estaba a punto de hacerlo sufrir.
El muy maldito tenía la mandíbula bien definida, la nariz fina y un poco puntiaguda. De repente sus ojos marrones indiferentes me miraron y su ceja derecha subió un centímetro.
— ¿Terminaste?
—No te soporto—escupí.
—Suficiente.
La voz de Regin hizo cruzarme de brazos como una niña berrinchuda, pero rápida la deshice cuando vi que el amigo de Arion reprimía una risa.
Susurraban cosas que yo no entendía, pero al parecer Regin sí. El gélido ambiente se volvía cada vez más tenso, froté mi brazo para buscar calor y recorrí el lugar con la mirada. De repente me sentía incomoda, abrumada y observada.
Mis ojos se toparon con una cosa negra que emergía del agua y el escalofrío subió por mis piernas hasta la última punta de mi pelo. Esa criatura acuática era perturbadora, di un paso atrás. Sentía mi energía correr por mis brazos y arremolinarse entre mis dedos.
Volví a dar dos pasos hacia atrás chocando con algo tibio, sin embargo, no voltee a mirar. Esa cosa horrible en el agua estaba subiendo sobre el hielo congelado y podía sentir como escarbaba dentro de mis ojos.
— ¿Radella?
La voz de Regin sonaba tan lejana y cuando intente dar otro paso un par de manos se posaron sobre mis brazos a cada lado, deteniéndome.
— ¡Jodida mierda!
Eso fue lo último que uno de los chicos exclamó antes de que un chillido espeluznante nos hiciera cubrir nuestros oídos y echarnos al suelo para protegernos.
Mi corazón latía desenfrenado a la vez que el pitido estaba a punto de romperme los tímpanos. Una mano me cogió del codo tirando de mí, arrastrándome hasta el bosque. No entendía como carajos lograba avanzar sin caer a bruces entre las piedras.
Cuando logré enfocar la vista pude ver el cabello negro y la piel morena de las manos de quién me llevaba a rastras. Arion. Me torcí un tobillo, pero no caí, me sujeté de su mano.
Él volteo a verme antes de echarse a andar otra vez. En aquel ambiente frío su cálida mano resultaba reconfortante.
Llegamos a un claro, donde la nieve era escasa y algunos árboles sacudían sus ramas, desperezándose. Pronto tendrán dejar de invernar.
Las respiraciones de todos sonaban bruscas.
—Un chillido más y quedaba sordo, joder—maldijo entre dientes uno de los amigos de Arion.
—Te dije eran malditas—escupí hacia Regin.
Él solamente miraba mi mano y con eso caí en cuenta de lo que veía. Solté la tibia mano de Arion y me alejé de él varios pasos.
—Deberías de volver a tu casa—esa fue su respuesta. —Es peligroso quedarse por aquí.
No hacía falta aclarar ese punto, lo tenía muy claro.
—Tengo que hacerle llegar a Vientos su pedido.
Guardó silencio mientras meditaba una idea. Mis ojos me traicionaron y se conectaron con los ojos marrones de mi némesis. En ellos no había esa usual indiferencia, todo lo contrario, parecía cauto y preocupado.
Aspiré una bocanada de aire devolviendo mi atención a Regin. Estaba lista para replicar, pero Arion abrió la boca primero.
—Bayard puede llevarle a Vientos lo que necesita.
El pelirrojo enarco ambas cejas, sin embargo, no dijo nada.
—Hecho y tú vas a tu casa directo—me señalo el guardián.
Fruncí el ceño confundida ante tanta insistencia, creo que me perdí de algo y no me di cuenta.
— ¿Por qué insistes tanto?
Se aproximó hasta tenerme de frente y me atajo de los hombros para centrar mi atención. Su olor fresco a bosques y ríos me envolvió, y el frio metal de su armadura hizo que fijara toda mi atención en él.
—Cosas muy extrañas están sucediendo y es peligroso. Por favor, vete y no salgas a deambular sola por los lugares más inhóspitos de Cipseel.
No refuté sus palabras porque era algo que solía hacer muy a menudo. Decidí seguir sus palabras porque pude sentir el peligro a través de ellas. Por una vez en mi vida debería evitar los problemas y así evitarle malos ratos.
Asentí al momento en que me deshacía de su agarre. Caminé hasta el pelirrojo y le entregué la hierba que había venido a buscar para Vientos.
—Gracias.
Mi voz apenas audible hizo que me mirara con amabilidad. Di una mirada a los demás antes de alejarme camino al hogar de los Oscuros. El ambiente seguía tenso y asumí que era debido al clima, esa excusa me ponía más tranquila.
Ni siquiera llegué a avanzar cien metros cuando sentí que venía detrás de mí.
— ¿Nunca te despides, zanahoria?
Fingí la sonrisa más dulce y batí exageradamente mis pestañas a la vez que me volvía hacia él.
— ¿Quieres un beso, mi querido príncipe azul?
Bufó poniendo los ojos en blanco. Sacarlo de quicio se podría volver mi pasatiempo favorito, sonreí con malicia.
—Tus sueños de cama déjalo para ti misma.
N/A
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Gracias por leer.
Iscah.
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Editado: 15.06.2023