La Maldición de Cipseel

Capítulo Diez

Nuestras pisadas crujían bajo la escasa nieve sin derretir. No sabía qué hacía Arion acompañándome o qué quería ganar con ello, pero lo averiguaría. Yo nunca me quedaba con las dudas. Por enésima vez con disimulo lo mire de reojo, él iba concentrado en donde ponía el pie y de vez en cuando alzaba la cabeza para mirar a los costados o en frente.

 

— ¿Me dirás que haces?

 

Carraspee cuando con confusión puso los ojos sobre mí. Sus ojos marrones parecían súper claros en el día.

 

— ¿Caminar?

 

Rodee los ojos exasperada.

 

—Eso ya lo sé, lobito—esbozó una sonrisa burlona cuando oyó mi apodo. — ¿Por qué me acompañas?

 

—Porque es peligroso, cabeza de zanahoria.

 

Su voz sonaba aburrida, pero el parecía estar atento con todo en su alrededor. Una risa sarcástica se me escapó y él fijo sus ojos en mí con una ceja enarcada.

 

— ¿Desde cuándo te importa lo que le pase a un Oscuro?

 

En las primeras interacciones que tuvimos él había dejado en claro que aborrecía nuestra existencia no le encontraba sentido a lo que decía.

 

—No me preocupan, la verdad, me dan igual—se encogió de hombros metiendo las manos en el gran abrigo que llevaba. —Regin me pidió que te acompañe, tu amiguito no quiere que nada te pase.

 

La palabra amiguito salió con una pizca de burla, pero lo ignoré. Obviamente que le doy igual si es un maldito licántropo.

 

—Son insoportables—gruñí molesta. —Puedo defenderme sola, no necesito un niñero y menos un lobo.

 

—A mí no es que me cause tanta gracia tampoco esto.

 

—Puedes irte, no le diré que me abandonaste a la suerte en el bosque.

 

—Claro—quería darle un golpe al oír el sarcasmo en su voz. — Para que luego hagas una estupidez y me echen la culpa a mí.

 

Esto era injusto. Yo no era tan estúpida como el insinuaba y que hiciera eso me enfadaba, mucho.

 

—No haría eso, ni siquiera me conoces.

 

Él puso los ojos en blancos antes de acelerar sus pasos. Quería seguir protestando, discutiendo acerca de sus erróneas conclusiones. Abrí la boca para escupir todas las palabras que una dama no debería de decir, pero me detuve. Algo dentro de mí se agitó y podía sentir como la energía se desperezaba a mi alrededor.

Tragué fuerte volteando a ver hacia los costados.

Todo parecía más oscuro a cada paso que dábamos y el ambiente empezaba a sentirse más pesado. Podía sentir a lo lejos una magia oscura y bastante salvaje, eso me incomodaba.

El talento de percibir la energía del otro la tenía bien desarrollada, fácilmente podía adivinar quién era el alfa en una manada por el poder que emanaban. Zephyr decía que era un don muy bueno, pero yo difería con él.

Voltee una vez más mirado hacia un costado que no me di cuenta que Arion detuvo sus pasos hasta que choque con su hombro.

Me hizo un gesto para que mantuviera la boca cerrada y decidí no cuestionar al ver su expresión. El rostro estaba tenso, todo él, su expresión era la de un cazador listo para actuar y sus ojos eran más oscuros.

El lobito parecía rabioso.

 

—Puedo oír algo a lo lejos, pero no sé qué es—murmuró.

 

—Yo puedo sentirlo—enarcó una ceja con sorpresa. Me encogí un poco bajo su atenta mirada antes de murmurar: —es magia oscura.

 

Me tensé porque de repente podía sentir esa cosa con mucha más intensidad.

 

— ¿Es un Oscuro?

 

Negué con vehemencia.

 

—Es mucho más salvaje.

 

—Vámonos—me cogió de la mano tirando para que avanzara rápido.

 

Apreté con fuerza el agarre y seguí sus pasos. Dejamos los grandes pinos atrás hasta llegar a la bifurcación del camino que dirigía hacia las piedras del solsticio, cerca del bosque muerto, y el otro que llevaba hasta mi hogar.

Sin dudar tiré de Arion hacia el camino que conocía mejor.

Podía sentir como nos venían pisando los talones y la energía dentro de mí se agitaba ante el reconocimiento. Necesitaba idear un plan rápido sin terminar con Arion muerto porque eso sería firmar sentencia de muerte con Moses.

Mi magia crispaba las puntas de mis dedos y Arion lo pudo sentir porque me soltó bruscamente.

 

—Lo siento—murmuré preocupada. —No quise hacer eso.

 

—No importa, tenemos que irnos.

 

—Necesito que te conviertas y huyas.

 

— ¿Qué? —me miró confuso— Deja de decir estupideces y vámonos.

 

Lo sentía tan cerca y ya sabía que era eso que acechaba. Necesitaba con suma urgencia quitar a Arion de aquí.

 

—No. Escucha—me acerque hasta quedar a un paso de distancia— sé cómo manejar esto, pero necesito que te vayas de aquí, por favor.

 

Empezaba a desesperarme y él no parecía tener la intención de hacer lo que le pedía. Se le notaba preocupado, en realidad.

 

—No te dejaré sola, Radella.

 

—Solo vete—hable con desesperación y el negó con la cabeza— ¡Largo!

 

Vi como sus ojos se volvían más salvajes, ya no estábamos solos y él lo sabía. Giré dejando mi energía fluir a nuestro alrededor, liberé un poco de magia hacia el centro usando como carnada.

Algo curioso de las Sombras era que cuando pasaban mucho tiempo liberadas y deambulando se volvían hambrientos de magia, de cualquier tipo de energía. Estos entes atacaban comúnmente a aquellos que no sabían controlarlo.

Arion era un alfa, significaba que poseía mucha energía y eso le convertía en una presa deliciosa. Las Sombras, que eran más como una niebla negra que adquiría formas horripilantes, también se convertían en parásitos que entraban en el ser de cualquier criatura para consumir sus energías.

Es por ese que los amuletos de luz eran los mejores regalos que podías dar a alguien que no sabría cómo defenderse.




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