La Maldición de Cipseel

Capítulo Veintidós

El filo de la hoja del arma de los guardianes chirrió al desenfundarse. Un lobo completamente negro se posa a mi lado, Borak, listo para dar batalla a las sombras y fieras oscuras que se acercan del otro lado.

 

—Protejan desde adentro—ordené a mis dos compañeros. Declan iba a objetar—Sin peros.

 

Tenía energía suficiente para pelear y las sombras también.

Los guardianes empezaron a salir y detrás de ellos los lobos. La batalla ya había iniciado.

Trataba de capturar cuantas sombras podía, pero cada vez llegaban más. Mi respiración se volvió errática. Las fieras de carne putrefacta y huesos eran de los lobos. Las sombras, gorks y demás criaturas eran de los guardianes y míos.

Pisé carne podrida y gomosa. El olor era horrible y asfixiante.

Trataba de usar el mínimo de energía para deshacerme de las sombras que me asechaban. No quería debilitarme tan pronto. Estaba tan concentrada en capturarlos que no caí en cuenta que un gork estaba prácticamente sobre mí.

Caí al suelo y las garras de solidificaron sobre mi piel ¿Qué carajos?  Para que un maldito gork se personifique necesita demasiada energía.

La piel me ardía. Estaba estupefacta por lo que sucedía, hasta que de repente el mal se volvió polvo.

 

— ¿Estas bien, Radella? —gritó Raisa.

 

—Sí ¡Gracias! —exclamé volviendo al lugar seguro.

 

Desde allí observé como acaban con las criaturas malignas, pero también como aparecían más y más. Esto era interminable.

Un lobo cayó herido.

 

—Debemos traerlo—murmuré. Fue herido por una fiera, podría ser letal.

 

—Yo lo haré—declaró Declan antes de desaparecer y aparecer en medio del campo de batalla.

 

En un abrir y cerrar de ojos el lobo yacía junto a nosotras.

 

—Las medicinas de Vientos, Raisa.

 

Ella sacó los botecitos y me extendió uno, mientras el otro que era más pastosa lo untó en la herida.

El lobo gimió de dolor.

 

—Por favor, sálvenlo—imploró Layla. —Es mi hermano, Cosmo.

 

Obligué a Cosmo beber todo el líquido espantoso. De reojo le plantee a Declan mi duda.

 

Puedo hacerlomurmuró en mi mente.

 

Hazlo.

 

Posó sus manos sobre el lobo y moviendo los labios dejo fluir su energía sobre la herida hasta curarlo. Cuando terminó, suspiró tembloroso. Algo que caracterizaba mucho a los novatos era que no podían controlar bien sus energías y terminaban cansados fácilmente.

 

—Cosmo se recuperará, solo necesita descansar—le indiqué a Layla.

 

—Gracias, en serio—su voz llena de gratitud me hizo saber que estábamos haciendo bien las cosas.

 

—Yo puedo cuidar de él—la chillante voz de Aziza, la duendecilla, nos hizo voltear en su dirección. —Yo no puedo ir a pelear allí afuera, pero puedo cuidar de tu hermano para que lo hagas.

 

—Gracias, Az—volvió a agradecer, Layla.

 

Se despidió de su hermano antes de volver a convertirse en una loba e ir la batalla.

Dejamos a Cosmo en un lugar seguro bajo la supervisión de distintas duendecillas. Ellas eran muy buenas cuidando de todos los que formaban parte de la naturaleza de Cipseel.

Afuera era un caos. Un guardián había caído en batalla y no pudimos hacer nada para salvarlo.

 

—Esto no parece mermar nunca—preocupada giré hacia Regin.

 

Si este lugar estaba así no me quería imaginar los otros lares. Mi corazón iba a mil por horas y esperaba que Arion y los demás estuviesen bien.

Necesitaba cerciorarme de que realmente se encontraba bien.

 

—Empeora con cada segundo—gruñó—Necesitamos un descanso.

 

La lamparita sobre mi cabeza se encendió. Podía conseguir un poco de tiempo.

 

—Necesito que retrocedan todos—avisé. — ¡Ahora!

 

Raisa junto a otros empezaron a llamar a los que seguían afuera.

Tenía una idea descabellada. Siempre tenía una idea descabellada.

 

— ¿Qué piensas hacer, Radella? —cuestionó Regin con duda.

 

—Tiempo. Necesitamos tiempo para ver como terminar con esto.

 

Una onda.

Mi fascinación por los libros antiguos y sumamente prohibidos me habían metido en grandes problemas, pero sabía muy en el fondo que algún día serviría para algo.

Me posicioné delante de todos y antes de acobardarme, liberé mis demonios. Mis sombras, las que estaban hambrientas de energía y las ordené que absorbieran todo lo que tenían nuestros enemigos delante.

Mi piel empezó a arder cuando de mis labios surgieron las lenguas antiguas. Podía sentir como los jeroglíficos serpenteaban mis brazos hasta mi cuello y bajaban por mi espalda. Quemaba, pero era necesario.

Cuando fue suficiente mis demonios volvieron a mí. Me costaba respirar y sentía fuego puro por todo mi ser. Fue entonces cuando la última oración salió de mi boca y toda la energía acumulada fue liberada en onda. Haciendo cenizas a todos los monstruos a la redonda.

Eso fue lo último que vi antes de caer de rodillas con marcas por todo el cuerpo.

***

Era un calvario, el dolor. Perdí la noción del tiempo. No entendía bien que sucedía a mi alrededor.

 

—Bebe—la voz amable de Raisa me hizo abrir la boca.

 

Lo que sea que me dieron calmó bastante el malestar. Suspiré y con manos temblorosas busqué algo en mi bolsillo, pero no encontré.

 

—Deben aprovechar la brecha que he creado—mi voz me sonó rara.

 

— ¿Por qué lo hiciste? —cuestionó Regin desde la entrada de aquella cabaña—si sabía que esto sucedería, que acabarías así, no hubiese permitido.

 

—Deja de chillar y aprovecha—gruñí con la voz ronca.




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